Al cumplirse 450 años del nacimiento de fray Cristóbal de Torres y Motones, quien dedicó su proyecto de vida a la evangelización, la educación y el servicio a la comunidad, quiero rendir en estas líneas un homenaje a su memoria y obra, destacando tres aspectos esenciales de su legado: su trayectoria de liderazgo, su perfil humanístico y la fundación del Colegio Mayor, hoy Universidad del Rosario.

En su país natal, España, se distinguió como teólogo y maestro de jóvenes en conventos y universidades. Ejerció el liderazgo administrativo de su comunidad como prior de su convento en dos periodos, en 1612 y 1618. Además, fue designado por el rey Felipe III como predicador y confesor real, función que mantuvo con su sucesor Felipe IV. Su influencia se extendió también a la corte, donde fue consejero espiritual del duque de Lerma y el conde-duque de Olivares.

Más tarde, como arzobispo de Santafé de Bogotá, fray Cristóbal de Torres abogó por la inclusión de la población indígena en el sacramento de la comunión y fue reconocido por su caridad en favor de los más necesitados. Contribuyó al sostenimiento de niños huérfanos y mujeres desamparadas con una donación anual de 100 pesos al asilo de beneficencia y llegó a fundar, con sus propios recursos, un espacio de asistencia médica (botica) para los más desfavorecidos.

Fue un visionario que supo responder a los retos de su contexto histórico. Desde su llegada al Nuevo Reino de Granada en 1635, identificó la necesidad de crear una institución educativa que formara a los jóvenes del reino en las ciencias principales. Para entonces, ya existían dos instituciones educativas relevantes en el territorio, por lo que el instituto que concebía fray Cristóbal no otorgaría títulos universitarios. Así evitaría las disputas que la Universidad de Santo Tomás, fundada en 1580, y la Academia Javeriana, fundada en junio de 1623, mantenían sobre la posibilidad de que esta última también concediera títulos.

Después de casi diecisiete años de persistencia, fray Cristóbal logró que el rey Felipe IV autorizara en 1651 la fundación del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Esta denominación reflejaba la profunda devoción mariana del arzobispo, pero ello no implicaba que la institución estuviera sujeta a la autoridad de la Iglesia católica. Por el contrario, Torres defendió desde el principio una completa autonomía para el Colegio Mayor.

Fue determinante en su voluntad de que la institución fuera secular, aun siendo religioso. Esto lo impulsó a redactar las Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en las que se establecía que debían ser los estudiantes, junto con el rector y la consiliatura, quienes asumieran el gobierno del Colegio. Dada su avanzada edad, encomendó a su albacea, Cristóbal de Araque y Ponce de León, la defensa de las Constituciones en España, pues eran varios los reclamos de otros miembros de la Orden de Santo Domingo que buscaban mayor participación en el gobierno institucional.

Esta disputa duró diez años hasta que, finalmente, las Constituciones fueron aprobadas en 1664, obligando a los dominicos a ceder el gobierno a sus estudiantes de acuerdo con el modelo universitario medieval universitas scholarium. Nuestro fundador no pudo presenciar este triunfo, pues falleció a la edad de 80 años el 8 de julio de 1654. Sin embargo, sus ideas y voluntad para con el Colegio perduran casi cuatro siglos después en un sistema de gobierno que distingue a nuestra universidad.

Sin duda, la creación de una institución que, tras 370 años de existencia, continúa siendo un referente de excelencia académica y compromiso con el país es uno de sus más perdurables aportes a nuestra nación. En la Universidad del Rosario conservamos varios elementos que dan testimonio de su obra: la estatua del fundador, levantada en 1909, es uno de los símbolos más representativos del claustro, donde también reposan sus restos, como fue su voluntad, y varios documentos de su legado, como su valiosa biblioteca de 224 volúmenes que custodiamos.

La vocación de servicio de fray Cristóbal no conoció límites. Su entrega a la sociedad y a los más vulnerables es parte de la identidad de nuestra institución, que sigue sus pasos para generar un impacto positivo en la comunidad, mediante la formación de proyectos de vida al servicio del bien común. Continuamos así con respeto y admiración su visión, y conmemoramos los 450 años de su natalicio, fecha que marca el inicio de su vida y la recordación de su trayectoria.