Las cifras son realmente aterradoras: en Colombia todos los días, tres niñas entre los 10 y los 14 años dan a luz a un hijo; tres niñas que son víctimas de abuso sexual y que se convierten en mamás obligadas. ¡Cómo nos puede ser indiferente una cifra tan dolorosa!
Durante los primeros diez meses de 2021, 886 niñas de menos de 14 años atravesaron por un proceso de parto, lo que representa un 19,4 por ciento más que durante 2020, cuando este número fue de 746 partos.
Las cifras fueron entregadas el pasado martes por Juan Daniel Oviedo, director del Dane, quien hizo énfasis en que este crecimiento en el embarazo de niñas deja en evidencia la realidad del abuso sexual que ocurre en los hogares colombianos, principalmente en los más vulnerables, como consecuencia del confinamiento que obligó la pandemia.
De estos 886 nacimientos, 390 tuvieron como padre a un hombre de más de 20 años, lo que ratifica la cotidianidad del abuso sexual de niñas. Los restantes 496 corresponden a padres entre 14 y 19 años, que muestra también la incapacidad de acceso a métodos de planificación para menores de edad y una ausencia de educación en salud reproductiva.
Cabe recordar que nuestro Código Penal establece que, cuando se trata de menores de 14 años, se considera que, aunque no exista violencia para acceder sexualmente a una niña, hay una situación de abuso, sin importar si media o no el consentimiento, pues se presume que el nivel de inmadurez psicológica de la menor le impide ser consciente de las consecuencias que conlleva una vida sexual activa. Por eso, estas actuaciones son castigadas con prisión de 9 a 13 años.
Pero, a pesar de que la ley establece estos castigos, tras estos 886 nacimientos son muy pocos los procesos penales en contra de estos adultos abusadores, pues en Colombia las cifras de impunidad en los casos de abuso sexual de niñas son mayores al 90 por ciento.
Si bien, según las cifras entregadas por el Dane, entre 2015 y 2020 se dio una reducción de 4,8 por ciento en el número de nacimientos en el país, el crecimiento en partos de menores de 14 años es una consecuencia directa del abandono de las aulas por parte de los niños y las niñas como efecto de la pandemia.
Además del retraso escolar y la brecha educativa que marcaron estos casi dos años en que las aulas estuvieron cerradas en Colombia, ONU Mujeres y Unicef han alertado que el embarazo infantil y adolescente es una de las más terribles consecuencias de la desescolarización.
Además de los embarazos en menores de 14 años, durante 2021, 91.215 adolescentes entre los 14 y los 19 años se convirtieron en mamás, lo que corresponde al 18,1 por ciento del total de nacimientos del país. Este retroceso tremendamente doloroso en las cifras de nacimiento entre niñas y adolescentes se dio principalmente en los departamentos de Guaviare, Guainía, Arauca, Vichada, Caquetá y Chocó.
Magdalena, Córdoba, La Guajira y Cesar presentan también tasas muy altas de nacimiento en niñas menores de 14, lo que muestra un fenómeno recurrente que no puede ser indiferente a las entidades del Estado.
De forma directa, la región Caribe, Orinoquía y Amazonas presentan un retroceso en el nivel educativo de las madres, donde la mayoría de las mamás adolescentes no tienen ningún nivel de formación académica o solo tienen cursada la primaria.
Todas estas niñas que se convierten en mamás de forma prematura serán en la gran mayoría de los casos mujeres que verán truncada su posibilidad de estudiar y convertirse en profesionales, lo que las llevará, sin duda, a una vida de trabajos mal remunerados. Y, así, el círculo de pobreza se replicará una y otra vez.
El país no puede seguir siendo indiferente ante esta realidad, que no cambiará mientras se sigan poniendo obstáculos a la educación sexual y reproductiva en los colegios, bajo moralismos que lo único que han hecho es poner una barrera al acceso a los métodos de planificación de los jóvenes y condenar a las niñas, principalmente, a convertirse en mamás cuando no están ni física, ni psicológica, ni económicamente preparadas para asumir tal responsabilidad. Esta confusión entre tener una vida sexual saludable y señalar a las mujeres de promiscuas ha significado miles y miles de vidas de mujeres truncadas, al asumir una maternidad en momentos en los que no les corresponde.
A su vez, la Corte Constitucional está en la obligación, de una buena vez, de fallar de fondo el acceso de manera libre y sin barreras al aborto a toda mujer que no se considere en la capacidad de asumir una maternidad en condiciones dignas y seguras tanto para la madre como para el hijo.
Es hora ya de separar las creencias personales e íntimas del derecho fundamental de toda mujer a desarrollar su vida en condiciones dignas. Hay que dejar de romantizar la maternidad y entender que un embarazo para una niña menor de 14 años es una tragedia, y es deber del Estado proveerles a todas estas niñas víctimas de abuso todo lo necesario para preservar sus derechos fundamentales, aunque esto implique acceder a un aborto seguro y sin obstáculos y, más necesario aún, a una sana educación sexual desde temprana edad. Descarnado decirlo, sí. Pero más descarnadas son las cifras de niñas-mamás que se están dando en nuestro país.