Los expertos políticos e internacionalistas dicen que debemos aprender las lecciones de todos los desastres que golpean al mundo. Bueno, y este es uno de los más importantes que emergen de la invasión de Putin a Ucrania: tomemos a los autócratas literal y seriamente cuando nos dicen qué es lo que van a hacer”. El párrafo, que extraigo de la página del consejo editorial del prestigioso diario económico The Wall Street Journal, se aplica perfectamente a un episodio del que fuimos testigos la semana pasada en Colombia.
En entrevista con el diario económico La República, emitida conjuntamente por La FM, Gustavo Petro habló en extensión de un concepto que genera enorme preocupación: “La democratización del capital y la tierra”. El profesor Fernando Quijano, director del periódico, preguntó: ¿habrá expropiación? A lo que Petro respondió: “La expropiación es una figura legal en Colombia, la usan los alcaldes, la puede usar el presidente. Para decir que iban a hacer el metro elevado expropiaron todas las casas de la gente que habitaba el lugar. Cuando yo fui alcalde hice el cable de Ciudad Bolívar y no expropié a nadie, les compré las casas. Colombia tenía una expropiación de facto, les quitaron la tierra a seis millones de campesinos, le quitaron la educación a la mitad de la juventud. Si ha habido expropiadores en el mundo, son las élites colombianas, yo no he expropiado a nadie. Nosotros no necesitamos expropiar, necesitamos es democratizar, que es diferente”.
Se trata de una respuesta que, en lugar de aplacar las dudas sobre las intenciones de expropiación del candidato, las aviva. Aunque Petro ha repetido que no expropiará y que esa es una palabra que le endilga la extrema derecha colombiana, este término de democratizar, aplicado a la tierra y el capital, no suena a nada diferente a quitarles a unos para darles a otros.
Lo pongo de esta manera: si usted tiene una panadería y le dicen que la van a democratizar, ¿qué se puede imaginar? Yo no puedo pensar en nada diferente a que van a tomar mi producción y repartirla entre todo el que entre. Entonces, es válido preguntarse, ¿es esa la solución económica que necesita el país? Para mí la respuesta es un rotundo no.
No existe un solo ejemplo que confirme que la estrategia de repartir el capital y la tierra de un país genere riqueza para sus ciudadanos. Lo que sí funciona, y está comprobado, es generar los incentivos suficientes para que florezca la inversión y esta germine en trabajos y beneficios para todos. Para repartir riqueza primero hay que generarla, de lo contrario, se está repartiendo miseria y de eso sí hay muchos ejemplos.
En la entrevista, Petro también habló de las pensiones y dio luces sobre su idea de lo que sería para él una reforma del sistema. Dijo que deben quedar en manos del Estado y, por lo tanto, darle carta libre para que los cotizantes pasen a las entidades oficiales. El argumento está basado en el siguiente bulo: que las instituciones financieras se enriquecen manejando el dinero de los pensionados y por eso hay que quitárselas. Eso es parcialmente falso; los primeros beneficiados de los buenos rendimientos en los manejos financieros de los dineros pensionales son los propios cotizantes, no los bancos. Además, la competencia Estado-privados para quedarse con los que ahorran para el retiro repercute en mejores retornos. Me explico.
Si hay buenos rendimientos en las inversiones de sus dineros, más recursos disponibles para el momento de su retiro. Cuando se habla de que el dinero de las pensiones quede solo en el Estado, lo que realmente se está diciendo es que la plata que usted y yo hemos ahorrado durante toda nuestra historia laboral pase a que el Estado decida sobre ella.
Mejor dicho, que un político o, en el peor escenario, un déspota, decida sobre ella.En otras palabras, acá se le están viendo las orejas al burro. El ahorro pensional llegó a 357,8 billones de pesos al cierre de 2021, con rendimientos por 31,8 billones de pesos, según las cifras de Asofondos. Toda una bicoca.
Usando la palabra democratización, al referirse sobre el manejo de la tierra y el capital, Gustavo Petro abre una vez más la puerta de la ambigüedad. Queda la duda de qué significa para él esa palabra. Sigo preguntándome si eso es un eufemismo para referirse a “expropiación”.
Con estas declaraciones, Petro plantea otra contradicción. Con una mano hace ahínco en el discurso populista que aspira a quitarles a unos para darles a otros y alimenta el resentimiento entre los que algo tienen y los que no tienen. Y, por el otro, se sienta con empresarios prometiendo que no habrá expropiaciones, mientras que sus cercanos filtran nombres de economistas serios como Luis Fernando Mejía como posibles ministros de Hacienda en su eventual gabinete. No entiendo. Como dice The Wall Street Journal, a los autócratas hay que creerles.