La desidia del gobierno Distrital es tal, en temas de espacio público, crisis social e inseguridad que muchos ciudadanos aseguran que estamos perdidos entre el caos y la indiferencia de la alcaldesa Claudia López.
Es por eso que hablo de la teoría de las Ventanas Rotas, un postulado de James Wilson y George Kelling sobre la proliferación de conductas incívicas que tiene su origen en un experimento del psicólogo Philip Zimbardo, en 1969. En el cual, una primera conducta que no tiene solución o atención de una vez, lleva a que ocurran muchas más hasta que el problema insostenible. El mensaje es: ‘aquí a nadie le importa esto’, entonces, se multiplican los problemas y crecen a una velocidad impresionante, así ocurre con el crimen, la transgresión de normas y el deterioro del entorno.
En Bogotá, parece reflejarse tal cual esta teoría. Lo dicen los en los delitos de alto impacto, y de los casos de justicia por mano propia que en 2021 registró 22 casos de linchamiento. Basta con salir y ver el abandono y deterioro en el que se encuentran las calles, los puentes, los parques, duele ver el espacio público perdido e invadido, la ocupación de andenes de parte de mal parqueados, de vendedores ambulantes sin control permanente que haga que cesen esas conductas, como se observa en la Carrera Séptima, totalmente intransitable. Las basuras que inundan la ciudad, sin que se exija a los operadores que cumplan, o la presencia masiva en separadores y especialmente debajo de puentes peatonales y vehiculares de cambuches y de cientos de habitantes de calle, aunque este gobierno cuidador habla de ayudas y apoyos, parece que no llegan a quienes realmente lo necesitan pero si se invierten miles de millones en pintura de esas estructuras, para la foto en los medios.
Situación similar pasa con el vandalismo, ante la permisividad y tibieza de la Administración que desde hace nueve meses insiste en desconocer la forma en que ha afectado a miles de vecinos de zonas como Kennedy, Usme y Suba. Manifestaciones que comenzaron bajo el disfraz de protesta social pero que han demostrado que no son tal, sino una clara evidencia de vandalismo puro y duro contra los bogotanos más vulnerables. Con secuestro y quema de buses, atentados contra CAI’s, daños graves a la infraestructura y amenazas e intimidaciones contra los vecinos, que aunque la alcaldesa diga que son propiciados por unos pocos y que desde agosto no ocurre nada, la realidad es que son grupos de vándalos permeados por estructuras criminales que ya le dejan a la ciudad pérdidas por casi 30 mil millones de pesos. Si se hubiera actuado con determinación con el vandalismo y a tiempo, hoy no estaríamos con la incertidumbre de lo que va a pasar el próximo 28 de enero.
Recorrer la ciudad en cualquier localidad es evidenciar la desconexión de la alcaldesa y su gabinete con la realidad, cuando en ruedas de prensa, transmisiones en vivo y entrevistas se limitan a decir: “Todo va bien, todo está bien y mejorando”, cuando lo que se vive en las calles es todo lo contrario. Los ciudadanos se preguntan, ¿Cuál será el legado de este gobierno de Bogotá? Finalmente cumplir alguna de sus promesas de campaña o seguir respirando y actuando en pro de las encuestas y la imagen, disfrazando realidades y desconociendo las consecuencias. Desafortunadamente aquí lo importante parece que es ser popular sin importar que la ciudad este sumida en el desorden, el vandalismo, la violencia, el irrespeto por los derechos de la mayoría y donde la cultura ciudadana ha muerto.
Hoy le pedimos al gobierno Distrital que convoque a la ciudadanía, a la empresa privada, tal como lo hizo el ex alcalde Enrique Peñalosa, para trabajar en torno a jornadas de aseo, embellecimiento de barrios, que además contribuyan a la unidad, el encuentro de las comunidades y la construcción de entornos seguros en Bogotá.