Los periodistas de TeleMedellín tienen miedo. Cuando les ordenan llegar a las conferencias de prensa de la Alcaldía, son los primeros en llegar y los últimos en irse. Los reporteros se aseguran de que los funcionarios los vean en las convocatorias de medios, pero no preguntan, no controvierten. Marcan tarjeta y se aseguran de no incomodar.

Son múltiples los relatos de comunicadores del lugar que aseguran vivir en medio del pánico. Sienten que la censura los ronda y que en cualquier momento caerán en desgracia. Saben que, si llegan a hacer una pregunta que no le guste al alcalde o a alguno de sus secretarios, o a presentar un informe que se salga de la línea de la administración, se quedarán sin trabajo. Viven en carne propia El juego del calamar.

Su pavor era un secreto a voces. Sin embargo, todo cambió la semana pasada cuando el director de noticias del canal, Hernán Muñoz, botó el chupo, como dicen en la costa. Por medio de una línea de trinos, el hasta entonces periodista encargado del sistema informativo reveló cómo el nuevo gerente del canal, Deninson Mendoza, le hizo entender en una reunión que la nueva línea editorial tenía como único objetivo hacer ver bien al alcalde. No cuestionamientos. Un lavadero de imagen.

Sorprendido por sus declaraciones, llamamos al nuevo ejecutivo para indagar por la denuncia del periodista y comprobamos que Mendozatiene claro un mandato del cual no es vergonzante. El gerente está convencido de que no hizo nada malo en sugerirles a los periodistas que su labor es la de ser mensajeros del mandatario local. Su desconocimiento sobre la labor periodística es tal que en nuestra conversación pareció no preocuparle pasar por encima de todas las líneas rojas de los valores periodísticos, y que existe un muro de Berlín entre las relaciones públicas y el periodismo. Él está ahí para, como él mismo admitió en su primera declaración a sus nuevos empleados, “hacer caso”.

Lamentablemente, el caso de TeleMedellín no es la excepción, es la norma. En Colombia los canales locales son megáfonos de las alcaldías y las gobernaciones. Son entidades de grandes nóminas y presupuestos con los que se pagan favores y nombran alfiles para hacer publicidad política; el problema es que la pagamos usted y yo.

¿No sería mejor que esos millonarios recursos fueran destinados a educación, salud y seguridad?, ¿es justo que los colombianos veamos cómo nos suben los impuestos para, en parte, pagar el inicio no oficial de la campaña presidencial de los mandatarios locales? Es hora de que esos imperios mediáticos se acaben de una buena vez y dejen de ser la caja menor de los políticos y sus amigos activistas disfrazados de panelistas, periodistas o investigadores. Es hora de que los Gobiernos nacionales dejen de regalar canales nacionales, y los Gobiernos locales vengan con estación regional incluida.

Lo mismo aplica para los noticieros de la Cámara o el Senado. Ninguno debería estar en la televisión abierta ni mucho menos llamarse noticieros. La obligación de su difusión en los privados es tan abusiva como dictatorial. Solamente en países como Venezuela y el Ecuador de Correa, el Gobierno constriñe a la empresa privada para que emita su propaganda. Esos engendros también tienen que acabar.

Entre tanto, un considerado mensaje al alcalde Quintero: si realmente usted es un demócrata, un defensor de la libertad de prensa, un hombre tolerante y de verdadero progreso, dígales públicamente a los periodistas de TeleMedellín que pueden cubrir lo que consideren, cómo lo consideren y que, si tienen que criticarlo, cuestionarlo y presentar voces disidentes, lo hagan. Esta es una oportunidad para que se den pasos en el camino correcto y se acabe con las cajas de resonancia política pagadas con los impuestos de todos. Alcalde, déjeles claro a los periodistas del canal que tienen todo el derecho a “no hacer caso” y solo rendirle pleitesía a la verdad. De lo contrario, háganos un cheque a todos los colombianos por usar nuestros recursos en su propaganda. Alcaldesa Claudia López, con respeto, esta columna también es con usted.