La unidad como colombianos debe ser apática a lo que pueda o no suceder en el terreno político, siempre y cuando se respete la democracia. Esa es la única forma en la que nuestra sociedad puede progresar humanamente y evitar una confrontación de esas que pronostican el odio y la tensión.

Esa unidad debe ser promulgada por los líderes políticos, y no únicamente el día de la independencia. Así lo demostró la senadora Cabal en un video en el que se le ve saludando muy deferentemente a la senadora Piedad Córdoba. No obstante, tanto en la izquierda como en la derecha han sobrepasado muchas veces los límites del desacuerdo y han acudido a discursos de odio que atacan a la persona, situación que no debe pasar.

En política se debe atacar las ideas y no la persona, sus propias inclinaciones son las que se encargarán solas de demostrar qué tipo de persona son.

Ahora bien, esas diferencias políticas deben pasar a segundo plano cuando ocurren sucesos que refuerzan esa unidad.

Recientemente, Colombia fue blindada de los intentos de Nicaragua por apropiarse de más territorio soberano, amenaza directa al archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Este sería un triunfo que no solo debe celebrar el pueblo raizal sino Colombia entera. Hemos dejado que nos quiten ya suficiente territorio, como mencionó el presidente Petro en su discurso del 20 de julio.

Durante los característicos desfiles militares que se organizan en muchas ciudades del país, la bandera tricolor y la alegría de la gente inundaron los alrededores de las calles por las que marchaban impecablemente nuestros hombres y mujeres de la Fuerza Pública. Eso, sin duda, es un sentimiento que debe permanecer por siempre.

En el desfile de Bogotá se recordó la milagrosa Operación Esperanza en la que fraternalmente trabajaron las Fuerzas Militares con algunos indígenas para encontrar a los niños perdidos en el Amazonas, como bien lo explicó la periodista Salud Hernández en uno de sus reportajes.

Esa fue una noticia que alegró al país en medio de tantas noticias trágicas que se facilitan por la inseguridad del momento.

Institucionalmente, ocurrió algo que no se ha visto en el pasado reciente: el presidente se quedó a escuchar a la oposición en la instalación del congreso. Fue un acto sanador y, con toda la razón, los aplausos llenaron el recinto. De igual forma, los discursos de la oposición se llenaron de respeto y argumentos.

Todos estos acontecimientos son victorias de un pueblo y, a diferencia de lo que afirmó el presidente en el mismo discurso del 20 de julio, no creo que sean victorias relativas. No le veo nada de relativo a la unión que generan toda esta lista de alegrías nacionales.

Junto a la unión, lo último que se pierde es la esperanza; la esperanza en un mejor futuro mucho más lleno de estas noticias.