Nada más arribista que tratar de imponer desde España un candidato presidencial. No sé a quién se le ocurrió la idea (pudo haber sido a Juan Manuel Santos) de lanzar la candidatura de Alejandro Gaviria con una pomposa entrevista en El País, el periódico español. Vale la pena recordar que desde hace 200 años no somos colonia y que en Colombia no necesitamos que ningún extranjero nos diga qué candidato nos conviene más.

Pero a Juan Manuel Santos, el hacedor de Gaviria, le gusta la rimbombancia de los medios internacionales y ahora parece intentar replicar esa estrategia con su candidato presidencial. Así que desde Miami, Madrid, Anapoima e intermedias están intentando inflar, a como dé lugar, la candidatura del exrector de Los Andes sin lograr aún resultados contundentes.

En el gran estudio electoral de SEMANA, realizado en junio de este año, Alejandro Gaviria contaba con un 2 por ciento de intención de voto, pero para esta nueva medición de septiembre tan solo aumentó en un punto porcentual.

Con todo el establecimiento dispuesto a su favor, la máquina del Partido Liberal, los medios de comunicación ‘santistas’ y de centroizquierda, la plataforma de la Universidad de los Andes y algunos estudiantes, el equipo de campaña de Gaviria se debe estar preguntando: y ¿qué pasó?

Es simple, la oligarquía ya no pone presidentes en Colombia. Por eso Gustavo Petro puntea en las encuestas y lo seguirá haciendo por un tiempo más. El segundo lugar ha sido hasta ahora para el paisa Sergio Fajardo con el 7 por ciento, quien hasta hace dos semanas era el candidato de Santos. Le sigue el también santista Juan Manuel Galán con el 6 por ciento, y la sorpresa de esta encuesta fue el exalcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández con el 5 por ciento. En la carrera intentan despegarse del lote la senadora María Fernanda Cabal de Cali y el exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez, cada uno con el 4 por ciento.

El próximo presidente de Colombia será de una región y no el que definan desde el barrio Rosales en el norte de Bogotá.

Alejandro Gaviria se dejó convencer de los cantos de sirena. Lo engrandecieron haciéndole creer que su intelectualidad, aire de científico social y su imagen de tecnócrata es lo que necesita el país. Pero resulta que no. Colombia requiere de un presidente que no crea ser el mesías salvador, el ungido, ni mucho menos una víctima. Se necesita un trabajador incansable que conozca y comprenda el país, con propuestas y planes concretos de cómo ejecutarlas.

¿Alejandro Gaviria conoce el país?

En su primera semana recogiendo firmas, ha impartido instrucciones desde su cuenta de Twitter, diciendo los lugares donde su equipo recogerá las rúbricas de los ciudadanos en Bogotá, Pereira, Cali y Villavicencio. Pero en la calle parece haber estado solamente en la plaza Santander al frente del Banco de la República (donde trabajaba su esposa) y en la plazoleta de la Universidad del Rosario. Es que ser un filósofo e intelectual de la vida no es garantía de ser un buen administrador, ni mucho menos un gran ejecutor.

A diferencia de Gaviria, en los primeros ocho días de recolección de firmas del precandidato de la centroderecha Federico Gutiérrez, ha recorrido como una hormiguita y registrado sus visitas a Leticia (Amazonas), Puerto Carreño (Vichada), Valledupar (Cesar), Riohacha (La Guajira), Quibdó (Chocó), Bucaramanga (Santander) y Barranquilla (Atlántico).

Recoger firmas es un ejercicio que, si se hace con rigurosidad y presencia, deja no solo la satisfacción de hacer las cosas como son, sino de tomar de primera mano el pulso de la calle. La otra opción que tienen los candidatos por firmas es la de mandarlas a recoger por medio de empresas especializadas, que, por supuesto, cobran mucho dinero. ¿Esa es la estrategia de Gaviria?

Es obvio que se necesita una infraestructura y un equipo, eso nadie lo va a negar ni satanizar, pero, ante todo, se requiere del liderazgo del principal interesado, que es, por supuesto, el propio candidato. ¿Es un candidato independiente Gaviria? No. Lo cierto es que hasta ahora a Gaviria le ha quedado muy difícil desprenderse de la política tradicional del ‘santismo’, y del liberalismo, entre otras cosas, porque ese es su origen y eso es lo que la gente ha percibido. ¿Los liberales y los ‘santistas’ van a salir a recogerle firmas?

En la primera semana de recolección de firmas, Gaviria nos recuerda a la actitud de los virreyes españoles de la colonia, en la villa de Santafé, que apoltronados en sus finos sillones, en sus casonas en el centro de la ciudad, esperaban que los demás les hicieran el trabajo. Mientras que a Fico Gutiérrez se le percibe cercano y empático, a Gaviria, distante y soberbio.

Repito que lo que Colombia necesita es un presidente que conozca el país real y no el de los cálculos econométricos, con los que los economistas toman las frías y desconectadas decisiones.

Y, si bien a Gaviria no se le puede desconocer ni su inteligencia y su gran preparación académica, tampoco se puede decir que esa intelectualidad sea un sello de garantía. Lo han querido vender como un tecnócrata independiente, pero el país se encuentra en un proceso de tránsito, y la pandemia ha impuesto nuevas realidades que requieren de un ejecutor y no de un candidato etéreo y difícil de comprender como lo es, en efecto, Gaviria, con sus 60 propuestas abstractas, que nadie entendió.

El caso es que a las mayorías silenciosas, las que contestan encuestas presenciales y no opinan en las cámaras de eco de las redes sociales, no les suena ni cinco el candidato de Juan Manuel Santos.