Hace unos años escribí una columna que me generó bastante ruido sobre el tipo de personajes que se ven desfilar en las organizaciones. Muchos me escribieron indignados por que pensaron que me había inspirado en ellos y por supuesto jamás personalicé la situación. Lo que pasa es que la famosa Ley del Espejo de Yoshinori Noguchi hace que nos representemos a través de nuestra luz y oscuridad.
Esta vez me llamó Santiago muy consternado por que me dijo que había leído en retrospectiva mi artículo ya viejo y que se identificaba con este mundo un poco falso (humano, al fin y al cabo) de la empresa donde está trabajando.
Santiago tiene 35 años, pero un alma que lo hace identificarse más con los mayores de su edad. Estaba indignado. Esta vez fue un capuccino doble con extra-vainilla lo que nos acompañó en una charla en la que dejé mis sesgos bien guardados. Me dijo que no se aguantaba su empresa, en realidad ni siquiera era su empresa sino algunos de sus compañeros de trabajo.
Afirmaba que él quería tener las mejores relaciones con todos pero que detestaba que, lo que él llamo “animales políticos “, ya le habían ganado en un par de oportunidades procesos en los que él evidentemente estaba mejor preparado.
Santiago siente que le roban sus ideas, que hay gente menos preparada que él en cargos directivos y que su jefe solo está preocupado por los resultados financieros, al final “no le importa si nos matamos, si hay discusiones sin valor, si no hay espíritu de colaboración si los resultados están” fueron sus palabras exactas.
Se veía tan aburrido que me recordó algunos episodios lejos en mi vida donde yo misma me preguntaba cómo podía funcionar el ambiente corporativo sin animales políticos. Estos seres que saben camuflarse y que al fin lo que hacen es sonreír, hacer lo que los jefes dicen, no llevar la contraria, darle gusto a los demás y si, ganarse las promociones y los bonos más gordos.
No puedo decir que todas las empresas sean iguales, eso sería caer en estereotipos que detesto a pesar de mi limitada humanidad, sin embargo, está claro que la existencia de estos seres que sin ser brillantes llegan a posiciones increíbles solo por su nivel de networking es una realidad.
Le dije a Santi que yo no era la mejor en dar consejos en este tema puntual porque la verdad creo que soy pésima animal político. De una vez les cuento a todos los que le les he dicho cosas geniales en mi carrera corporativa (creo que al menos un 90%) ha sido de verdad, de corazón lo he pensado.
Sin embargo si abrí otra puerta con él. Le dije que al final que quería, qué buscaba, cual era su sueño y su propósito como ser humano. No como ejecutivo increíblemente eficiente que no es lambón. Me dijo que lo que quiere es emprender y tener una empresa de tecnología que tenga programas de desarrollo en liderazgo. Me sonó increíble. Super buena idea, pensé.
La siguiente pregunta para Santi fue ¿qué haces entonces ahí? Y mejor aún y ¿para qué te amargas por los animales políticos que no están bajo tu control? Alguna vez soñé que me quejaba con evidencia de lo malo que era un personaje que me reportaba, daba argumentos flojos, se perdía en las discusiones, no conocía los procesos, pero era un apadrinado de altas esferas. Así que mi lucha por tener a alguien que se mereciera mas el puesto fue totalmente improductiva. En ese momento aprendí que los animales políticos existen y que lo único que tengo de animal es de oveja negra (de colores mejor según mi Ted Talk).
Le conté de ese sueño a Santiago (ya no se si fue sueño o realidad) pero él se sintió identificado. Lo invité a soltar el control y entender que, si él no es animal político, todas las organizaciones los tienen y algunas los valoran más que otras. Mi invitación fue a que viva según su esencia y no se los aguante si no quiere, pero si convive con ellos es mejor aprender algo de ellos y definitivamente no afectarse por lo que encuentre en el camino. Para gustos hay colores, me dijo.