El fraude de Maduro y de su conciliábulo, que no tiene precedentes, ha dado la vuelta al mundo.
Pretender perpetuarse en el poder con discursos populistas y demagógicos, acompañados de amenazas de una represión generalizada por parte de milicias y guardias revolucionarias, campesinas o como se llamen, y por un ejército politizado, no le dio resultados. Es una buena lección.
Maduro, prevalido de que Venezuela es un gran productor de petróleo y utilizando el tema de la migración, enredó a Biden y a sus asesores. Lo que comprueba que con las dos guerras en las que está empeñado, el presidente norteamericano –durante su mandato– trató a América Latina con enorme indiferencia. Tal vez con excepción de México, al que tiene que atender por la migración y el terrorismo de los carteles de la droga.
María Corina Machado pasará a la historia, no solo como una mujer valiente, sino como una extraordinaria estratega que está logrando lo que nadie había pensado: demostrar ante el mundo el fraude. Incluso un amigo de Maduro, el presidente Petro, también bajo la presión de medios nacionales y extranjeros, se pronunció finalmente censurando el proceso electoral, aunque no apoyó una resolución en la OEA.
Hay cosas que están sobre el tapete. El candidato Edmundo González, independientemente de que sea honesto y con ejecutorias, está dejando la imagen de un personaje limitado y de segundo orden, de corto alcance político e inferior a todos los que han sido presidentes venezolanos, buenos o malos.
De otra parte, Costa Rica, actuando como “gran campeón de la democracia” pero con falta de tino político, ofreció asilo a Corina, que en forma diplomática y acertada lo ha rechazado. En el fondo es un tácito temor de que vaya a ser derrotada. Ha debido ofrecer el asilo a Maduro, a Diosdado Cabello, a los hermanos Rodríguez y al general Padrino López, que son los que lo necesitarían. Así lo hizo sagazmente Lula, que tiene a Itamaraty por detrás.
Maduro y su combo están luchando para mantenerse en el poder y evitar que, al abandonar sus cargos, sean llevados a las cárceles donde ellos mismos torturaron, a la Corte Penal Internacional o otros tribunales.
De pronto les gustaría vivir en la vecina Colombia, con la que han estado tan vinculados. Siendo nuestro país el gran productor de cocaína y el paraíso de la minería ilegal, negocios que ellos conocen muy bien. También comparten la presencia de grupos armados colombianos que se pasean sin mayores problemas por los dos países. Además, mientras que PDVSA fue la caja menor del régimen venezolano y saben mucho de eso, en Colombia fue la UNGRD, pero hay otras muchas “cajas” en las que pueden asesorar. Igualmente, habiendo organizado los grupos paramilitares llamados “colectivos” pueden ayudar en nuestro país con el mismo propósito.
Con actas o sin ellas, es la última oportunidad de los venezolanos. Si no logran una transición, habrá que asistir no a la posesión de Maduro el 1° de enero de 2025, sino a su “coronación” por lo menos hasta el 2031, sino seis años más.