Anuncian las Farc, en un comunicado largo y prosopopéyico que revela la mano lírica de su comandante Timochenko, un cese al fuego unilateral e indefinido a partir del sábado 20 de diciembre. Pero, como en la antipática advertencia que los locutores de radio leen a toda velocidad en los anuncios publicitarios que prometen gangas, “aplican restricciones”.Por lo menos dos, deslizadas en un par de frasecitas casi perdidas en la hojarasca retórica. Una es la exigencia de que el ejército también suspenda sus acciones de guerra (el cese al fuego “se dará por terminado solamente si se constata que nuestras estructuras guerrilleras han sido objeto de ataques por parte de la fuerza pública”): lo cual, en la práctica, equivale a plantear una tregua bilateral, y no unilateral como se anuncia. Y la otra condición es que haya una veeduría de verificación de la tregua a cargo de Unasur, Celac, el CICR y el Frente Amplio por la Paz, o “al menos de una” de esas organizaciones.Cuando escribo esto (jueves por la noche) no sé si alguna de ellas ha levantado el dedo. Pero el gobierno sí lo ha hecho, rechazando toda verificación y aceptando solo discutir sobre la discusión, como lo explica farragosamente en su propio comunicado: “Iniciar la discusión sobre el tema de verificación para el eventual cese bilateral y definitivo cuando se dé inicio formalmente a la discusión del punto 3 del fin del conflicto”. Y el propio presidente Santos también se pone lírico cuando describe la propuesta de las Farc “como una flor en un tallo lleno de espinas. Vamos a quitarle las espinas y nos vamos a quedar con esa rosa”.De modo que en realidad la noticia no es noticia: no hay novedad, sino la reiteración de lo que ya sabíamos. Que las Farc insisten en proponer una tregua bilateral, y que el gobierno insiste en rechazarla. Solo se muestra incoherente el tercero en discordia, si así puedo llamar al frente de los enemigos de la paz negociada. Cuando las Farc por fin hacen los “gestos de paz” que ellos venían reclamando —y este del cese al fuego se suma al de la liberación sin condiciones del imprudente general Alzate—, los rechazan airados. “Es una burla más al país”, brama el integrista procurador Ordóñez. “El falso cese al fuego indefinido es una maniobra engañosa”, rumia pleonásticamente el converso senador Rangel. “¡Es un chantaje!”, tuitea el cada día más histérico senador Uribe. Pero tampoco esa incoherencia es una novedad.Otra cosa: sin duda los jefes de las Farc, antes de hacer su anuncio de doble filo, habrán sopesado un viejo aforismo militar: “Guerrilla que no combate, se acaba”.En cuanto a la otra Gran Noticia Navideña, la del restablecimiento de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, también en ella aplican restricciones publicitarias. Simbólicamente es un gran paso: al cabo de medio siglo, por fin un presidente norteamericano tiene la sensatez de renunciar a una política cruel para con el pueblo cubano y completamente inocua hacia sus dirigentes. O inocua no: favorable, puesto que los confirma en su justificación histórica de resistentes al enemigo imperial. Pero para que el cambio tenga valor práctico hace falta todavía la mitad de la noticia: el levantamiento del bloqueo económico que asfixia a los cubanos. Y esa medida no depende de la voluntad del presidente Obama sino de la del Congreso, en el cual mandan las mayorías del Partido Republicano, enemigo acérrimo del reconocimiento de la dictadura comunista de los hermanos Castro. Si se llega a votar sobre el bloqueo, ineficaz pero dañino, no solo lo mantendrían los republicanos sino también unos cuantos demócratas, en particular los de Florida (un senador y diez representantes a la Cámara), donde el lobby del exilio cubano anticastrista es poderoso.En resumen: los regalos de este año no los trajo el Niño Dios. A ver si los traen en enero los Reyes Magos.