A propósito de la pérdida de nuestra Selección de Fútbol frente a la de Argentina el pasado 14 de julio, en la final de la Copa América, celebrada en los Estados Unidos, y los diversos acontecimientos de orden público que ese mismo día se presentaron en el estadio de la ciudad en Miami, en los cuales, desafortunadamente, se vieron involucrados varios compatriotas, personas de otras nacionalidades, algunas autoridades americanas y el propio presidente la Federación Colombiana de Fútbol, Fedefútbol, Ramón Jesurún, junto a los desafortunados hechos de violencia sucedidos en Colombia, nos deben llevar a reflexionar sobre la importancia de aprender de las experiencias a fin de que las negativas no se vuelvan a repetir.

Los seres humanos no debemos confundir los caminos de la vida con las metas adonde queremos llegar, como muy bien lo ha dicho el poeta griego Konstantinos Kovacis en su poema Ítaca “el viaje es más importante que la meta”.

Lo concreto y lo real es que, tanto en el fútbol, como en los diversos hechos deportivos, culturales, ambientales, económicos, sociales, políticos y democráticos, infortunadamente no somos los mejores y menos “una potencia mundial de la vida” como con frecuencia lo viene afirmando la campaña publicitaria de la Presidencia de la República.

Con orgullo también podemos decir que tampoco somos los peores porque afortunadamente con ensayos, aciertos y errores hemos venido recorriendo un trecho, cumpliendo así el contenido del mensaje del poeta español Antonio Machado cuando en uno de sus poemas nos dice: “Caminante, las huellas son el camino, y nada más. Caminante, no hay camino, el camino se hace al andar”.

Volviendo al tema del fútbol, Colombia, con su participación en varios mundiales y Copas América, tanto a nivel masculino como femenino, hasta el momento ha ido dejando huellas. En Copa América, los hombres han logrado dos subcampeonatos, 1975 y 2024, un título de campeón en 2001, y las mujeres un destacado tercer puesto a nivel mundial en 2023.

En medio de dificultades internas como la irracional violencia que nos ha venido afectando en los últimos setenta años, poco a poco Colombia ha ido dejando una impronta con el juego bonito, diverso y alegre de nuestras selecciones masculinas y femeninas de fútbol.

Pero como no basta con ello, ni con las pasiones que a veces se originan en las actividades deportivas, es bueno no olvidarnos de que lo fundamental está en lo que se haga y se invierta en materia deportiva en las regiones y municipios, a fin de asegurar un trabajo paciente y constante de fomento de escuelas mixtas en las diversas disciplinas deportivas a nivel de niños, adolescentes y jóvenes.

Paralelo a ello, también se necesita avanzar en un proceso de democratización de la mayoría de los equipos de fútbol en Colombia, a fin de que no sigan convirtiéndose en negocios privados de algunas personas a quienes, en la mayoría de los casos, lo que más les interesa son las jugosas ganancias económicas que se obtienen con el traspaso de jóvenes jugadores talentosos y no su formación integral como personas y deportistas de alto rendimiento.

Solo así evitaremos quedarnos en los remolinos del pasado y contribuir a hacer realidad la máxima del filósofo y pensador chino Lao Tsé, cuando, hace más de dos mil años, afirmaba: “Un viaje de mil millas comienza con el primer paso”.

Todas estas reflexiones democráticas son las que deben llevarnos a que lo fundamental en materia deportiva, cultural, académica y científica es lograr que tanto el Estado como el sector empresarial inviertan más en esas materias, las cuales son fundamentales para lograr tener un país mejor; sin tanta corrupción, violencia, desigualdades sociales y donde las personas sean valoradas por sus conocimientos, por su trabajo y capacidad de innovación tanto a nivel urbano como rural.

En ese orden de ideas, considero que a nivel del futbol, las experiencias nos han enseñado que, por ahora, lo fundamental es la clasificación de Colombia al Mundial que se realizará en 2026 de manera conjunta en México, Canadá y Estados Unidos, pero también que nuestros directivos y entrenadores de los equipos profesionales superen los miedos para promover jugadores y jugadoras menores de veinte años y estimular la creación de escuelas mixtas de fútbol en varias regiones de Colombia.