¿Cuándo un colombiano asesinado con uniforme es una víctima, cuándo un héroe o cuándo un mártir? El tema no es un mero capricho gramatical, es un asunto fundamental sobre cómo de un lado o del otro entendemos el conflicto, las instituciones, las responsabilidades y los errores fatales. Me contaba un pariente historiador sobre las dificultades que han tenido sus colegas para trabajar con rigor la historia militar en Colombia, esto por la inercia castrense de anteponer la figura de héroe o heroína sobre el relato histórico, es como si el solo porte del uniforme sustituyera las hazañas extraordinarias, el valor superior de sacrificarse por una causa o cualquiera de las demás cualidades que se asocian con la definición de diccionario del heroísmo. Una buena noticia es que ha venido brotando en el Centro de Memoria Militar un espíritu revisionista que explora las dimensiones de los militares como víctimas del conflicto, esta humanización de los hombres y mujeres que portando el uniforme fallecieron hay que reconocerla y aplaudirla. Por esto debemos tener una mejor narrativa que la “heroificación” excesiva en nuestra historia de violencias, si bien es fundamental honrar y magnificar la memoria de los caídos en la fuerza pública, el riesgo de esta dinámica es que puede hacernos olvidar la verdadera condición de mártires o víctimas de estos colombianos, y terminar aceptando estas muertes como resultados de exaltación. El heroísmo como centro del relato tiene más de un atractivo, disipa responsabilidades propias y centra toda la culpa sobre el agresor o el villano, el relato de quien habla en nombre de los héroes se vuelve incuestionable. En cambio una escena con víctimas genera preguntas y reacciones menos apasionadas. Lo vemos por ejemplo en el asesinato de los cadetes de la Policía, las investigaciones posteriores a la bomba no dejan duda de los fatales errores en la seguridad de las instalaciones y también expusieron la mentira institucional de una supuesta estampida de la camioneta sobre la puerta de ingreso. Un mes después de una de las mayores tragedias en la historia de la Policía hasta ahora no se conoce de ninguna sanción interna, ningún llamado a calificar servicios, ningún ascenso retrasado o un debate serio que nos garantice que nunca más una instalación militar o policial sea blanco del terrorismo con la misma facilidad. Honor y gloria en la tumba de cada uno de nuestros policías y militares que han sido héroes, mártires o víctimas del conflicto, pero también verdad y justicia para su memoria y sus familias. Anticipo: El día que Pablo Escobar puso la primera bomba