En una semana, los colombianos acudirán a las urnas para decidir el futuro del país. Sobre la mesa, según las elecciones del pasado 29 de mayo, hay 21 millones de votos, de los cuales 12,2 millones de ciudadanos decidieron no votar por Gustavo Petro, mientras que 8 millones sí lo hicieron. Por esta razón, la elección del próximo presidente recaerá sobre los indecisos y el voto en blanco.

Revista SEMANA publicó varios videos y audios de reuniones de los principales alfiles del petrismo, incluido el propio Petro, en los que se escucha de manera descarnada el diseño de estrategias encaminadas a destruir a oponentes como Alejandro Gaviria, Sergio Fajardo y, por supuesto, Federico Gutiérrez.

Quedó claro que Roy Barreras, Alfonso Prada, Luis Fernando Velasco y Clara López estuvieron presentes en esas reuniones y discutieron, entre otros asuntos, sobre el Pacto de la Picota y el ofrecimiento de la rebaja de penas para condenados por corrupción y extraditables.

Las grabaciones también permitieron conocer que el objetivo de la campaña de Petro era destruir al centro político para después absorberlo. En varios videos se observa al propio Roy Barreras hablar sin pelos en la lengua delante de su jefe, Gustavo Petro, que escucha en una actitud tranquila y complacida cómo es que van a atacar la “amenaza” de Alejandro Gaviria y de Sergio Fajardo.

En otro “cuartel operativo de campaña tipo B”, al parecer así se denominan ese tipo de reuniones en la campaña de Gustavo Petro, un asesor de comunicaciones llamado Sebastián Guanumen da instrucciones precisas de cómo “atacar” a Federico Gutiérrez, enumerando varias sugerencias para su audiencia, pero centrándose en dirigir la comunicación hacia las mujeres y dañar la imagen del candidato.

¿Son ilegales las estrategias de campaña del petrismo que se conocieron a través de estos videos? Varios penalistas argumentaron que se pueden configurar varios delitos. Incluso, Federico Gutiérrez radicó en la Corte Suprema de Justicia, después de conocer los videos, una ampliación de sus denuncias cuando encontraron en su sede de campaña un micrófono para, según él, espiarlo. Las autoridades tienen el balón en su cancha.

Pero más allá del atropello violento en contra de los demás candidatos, lo que sí deja claro estos videos es que la campaña de Gustavo Petro ha centrado su estrategia en la destrucción moral, profesional y personal de los adversarios, más que en la presentación de propuestas sensatas y ejecutables. Con un agravante más, y es la siembra de odio en la sociedad colombiana para polarizarla y enfrentarla. Después de conocer estos escandalosos videos, se puede decir que en la campaña de la extrema izquierda se dedicaron a promover estrategias éticamente cuestionables y movilizar los más bajos sentimientos humanos. No solo destruyeron a sus oponentes, destruyeron al país en general.

Pero mientras los cuarteles operativos de campaña tipo A, B, C, y no sé cuántas letras más, inoculan miedo y rabia, Petro se ufana de ser el candidato de “la vida y la paz”.

El despliegue de las redes sociales ya fue evidenciado y la ejecución de la estrategia de desprestigio de Fajardo, Gaviria y Gutiérrez lo vimos a través de las pantallas de los celulares.

Ahora la campaña petrista apunta hacia la frente del ingeniero Rodolfo Hernández con un láser que dispara difamaciones. Y lo digo así, “apunta”, porque en esa campaña prolifera el lenguaje violento, ese que usan las organizaciones criminales y mafiosas.

En la misma noche que eran revelados los ‘petrovideos’, apareció una noticia después de 18 años de espera. El ELN decidió publicar un supuesto comunicado para anunciar que ese grupo no había secuestrado ni asesinado a la hija del exalcalde de Bucaramanga. ¿Cómo lo lograron? ¿Acaso les dio afán y revisaron sus archivos “oficiales” justo faltando una semana para las elecciones presidenciales? Y coincidencialmente ¿en medio del escándalo de los ‘petrovideos’?

La campaña de Petro arremetió con una narrativa para tratar de “sugerir” que algo más grave sucedió con la hija del ingeniero Hernández y que él podría tener algún tipo de responsabilidad como papá. Pocos hicieron eco del conveniente anuncio del ELN, aparte, por supuesto, del propio Petro, que en medio del escándalo afirmó en sus redes sociales que se compromete “a iniciar una búsqueda a profundidad de la hija adoptiva de mi contrincante, al igual de las decenas de miles de desaparecidos que hoy tiene Colombia”.

Colombia tiene dos opciones para elegir al próximo presidente de la república. Un candidato que fue guerrillero activo de un grupo terrorista que asesinó, secuestró y torturó a miles de colombianos y que se encuentra acompañado de un grupo de dirigentes políticos de moral cuestionable, exguerrilleros de las Farc y asesores dispuestos a cruzar los límites de la ética. Y el solitario ingeniero Rodolfo Hernández, que como millones de colombianos fue víctima de la violencia que perpetraron los primeros y cuya estrategia de campaña no ha consistido en “atacar” a Petro, sino concentrarse en acercarse al electorado a través de videos coloquiales para compartir sus propuestas. Es simple, un candidato destruye y el otro construye. El futuro del país, como nunca antes en la historia, está en las manos de los colombianos indecisos y ellos tienen ahora la última palabra.