La caída del siniestro régimen de Al Asad en Siria ha rememorado el Holocausto. Se ha encontrado una cárcel secreta en la que se habrían torturado brutalmente y asesinado hasta 13.000 personas. La información ha horrorizado al mundo.
Se ha recordado el campo de concentración de Auschwitz, en la época de Hitler, en el que murieron, por lo menos, 20.000 judíos. Ahora es una meca del turismo internacional que quiere ver la ignominia de la condición humana.
Una burócrata de un organismo internacional, para justificar su puesto, ha expresado que —según una fuente oficial colombiana que no se sabe cuál es— en un hangar del aeropuerto de Bogotá hay 20.000 cuerpos enterrados. ¡Sin duda, mucho peor que Auschwitz! Y aquí muy pendientes de si Falcao sigue o no en Millonarios.
Pero lo del hangar tiene, sin embargo, una gran ventaja, ya que ayudará a reemplazar la exportación de petróleo con turismo, tours que incluyan consumo de cocaína barata, dado que somos los principales productores del mundo. El problema va a ser el de los trancones para ir al aeropuerto El Dorado.
También la comunidad internacional está a la expectativa sobre cuál será el rumbo que tomará Siria. Hay euforia general por la sorpresiva caída de un régimen represivo de más de 50 años. Ortega, en Nicaragua, tan solo lleva 45.
Igual alegría hubo cuando cayó Sadam Husein en Irak, los talibanes en Afganistán y Gadafi en Libia. Sin embargo, todo fue desastroso. Es difícil pensar que el nuevo líder sirio haya olvidado de un momento para otro su turbulenta vida pasada, vinculada a los grupos terroristas más sanguinarios de la época contemporánea, y se haya convertido de la noche a la mañana en una nueva versión de san Francisco de Asís.
La caída del régimen sirio es ―en alguna forma― una victoria de Israel, que logró el debilitamiento de Hezbolá. Igualmente, constituye un campanazo para Irán, que entre bambalinas ha dirigido una guerra contra Israel en tres frentes.
A Irán se le ha complicado la vida con una sucesión de hechos que van desde la caída de varios de sus más brillantes generales, hasta la huida de su pupilo sirio. Ahora, más que nunca, sabe que tiene mucho que perder en el caso de una confrontación abierta con Israel.
La estampida de Bashar al Asad es también una derrota geopolítica de Rusia, que demuestra que está en aulagas en la guerra contra Ucrania. Seguramente buscará que el nuevo régimen sirio le mantenga la base naval de Tartus sobre el Mediterráneo y el aeropuerto en Latakia, desde donde bombardeó a los rebeldes que regentan el poder. Entre tanto, los europeos estarán pendientes de si se renueva el éxodo masivo desde Siria, que ya padecieron.
Con la situación de Rusia e Irán, y cuando se avecina la llegada al poder de Trump, seguramente no habrá lugar a muchas visitas de buques de guerra rusos a Nicaragua y Venezuela. Ni a la presencia de rusos e iraníes en la frontera colombo-venezolana para amedrentar a Colombia.
Ya veremos.