Los múltiples indicadores que de ella devienen, como el porcentaje de colombianos que tienen una cuenta de ahorros o un producto de crédito, así como la intensidad con la cual interactúan con el sector bancario dan fe de que, a pesar de que se han hecho avances significativos en este sentido, estamos aún en instancias incipientes.

A pesar de que más del 87 % de los colombianos tienen un producto con la banca, un incremento significativo desde el 50 % del 2008, más de un 60 % de las cuentas de ahorros, que son el producto de uso principal, está inactivas. Ya bajo esta óptica, la realidad de la bancarización que se anuncia es mucho menos optimista que lo que se publica en los medios.

La inactividad de las cuentas está asociada en parte con el fenómeno de extensión de subsidios estatales, que en la mayoría de los casos viene acompañada de la obligación de abrir una cuenta con un banco para recibir los beneficios. En otras palabras la bancarización declarada, en muchos casos, no proviene de una decisión sopesada sobre los beneficios de interactuar con la banca, si no de la conveniencia puntual de recibir un beneficio.

En muchos países, y Colombia no es la excepción, la tecnología ha sido un gran impulsor de la bancarización. Las soluciones digitales como las aplicaciones móviles de pago han hecho del celular el medio preferido para interactuar con la banca. Sin embargo, la naturaleza de la cobertura técnica de la red móvil y las limitaciones económicas para acceder a teléfonos inteligentes, hacen que este canal no llegue a la totalidad de la población, estando en gran parte excluido el país rural.

La decisión de bancarizarse para una empresa o un individuo deviene de un análisis particular de su conveniencia. Los beneficios consisten principalmente en las bondades que tienen los productos bancarios en comparación al uso del efectivo, los cuales varían de acuerdo con los segmentos de potenciales clientes. Hacer una transacción por el móvil es mucho más cómodo que hacer el pago en efectivo, sin embargo para muchos trámites la mayoría de los municipios de Colombia cuentan a lo sumo con una sucursal bancaria del Banco Agrario, haciendo la interacción difícil para las necesidades financieras.

El beneficio del acceso a productos de crédito también es discutible para amplios sectores empresariales e individuos. Dado el complejo proceso aprobatorio que deben pasar las microempresas y los individuos, estos beneficios, ampliamente publicitados pocas veces se hacen realidad.

En contraposición a los beneficios que se adquieren están los inconvenientes que perciben los individuos de menores ingresos al bancarizarse. El primer punto es que muchos de los beneficios de ser informal se ponen en riesgo en la cabeza de quien toma la decisión de abrir una cuenta de ahorro o conseguir un crédito en el sector bancario.

El primer inconveniente es el costo percibido de legalizarse. El miedo a estar en el radar de la DIAN o de la Unidad de Gestión de Pensiones y Parafiscales (UGPP) y ser el objeto de pesquisas y requerimientos que conlleven sanciones, por el mismo hecho de no haber formalizado las actividades económicas anteriormente, es quizás el riesgo más importante que ven aquellos que se enfrentan al dilema de bancarizarse. La complejidad de los requisitos legales que tiene formalizar un negocio, pasando por la factura electrónica, la nómina electrónica, los requisitos del Ministerio del Trabajo, la matrícula mercantil, entre muchos otros cohíben la bancarización.

El costo fiscal de que ciertos negocios e individuos no legalicen sus actividades económicas por el camino de la bancarización es inmensamente menor al costo de cohibir la actividad económica. Un régimen fiscal más benévolo y con menos requisitos a las pequeñas empresas y más de 50% de la fuerza laboral auto empleada sería un motor imparable para la bancarización y el éxito de emprendedores que surgirían con mayor facilidad.