Después de cuatro años terribles de política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, los americanos votaron por un cambio radical de cómo se hacen y se hacían las cosas. Este clarísimo mensaje político llevó a que el presidente Donald Trump dé un giro de 180 grados y nombre al senador de la Florida Marco Rubio como nuevo secretario de Estado.
Amigos de México me cuentan que la reacción de Marcelo Ebrard, ministro de Finanzas de ese país, ante el nombramiento de Rubio fue de ira e intenso dolor. No me extraña, pues Rubio representa un cambio radical en cómo funciona esa institución y para qué es utilizada no solo en esta región, sino también en el mundo. Bienvenido sea ese cambio, pues lo de antes solo nos dejó en América Latina la consolidación de los dictadores, la destrucción de la democracia, el crecimiento de los narcotraficantes y la cada vez más activa presencia disruptiva de China, Rusia e Irán.
¿Abrazos y no balazos? Tranquilos, dijo Biden. ¿El resultado? Un país que poco a poco se convierte en un narcoestado. ¿Negociaciones con Maduro? Claro, le soltamos a Álex Saab y le damos recursos al aliviar las sanciones. ¿El resultado? Una dictadura consolidada, con más presos políticos que nunca y con Rusia, China, Irán, Hezbolá y los narcos del mundo operando tranquilamente desde ese país y además con apoyo del Estado.
Mejor mirar para adelante y lo que viene llena de esperanzas a quienes creemos en la democracia y en la libertad. Eso sí, hay que entender que los americanos votaron por un cambio extremo en todo sentido y el de política exterior y los instrumentos que se pueden y se deben utilizar también deben estar incluidos. Finalmente, quienes luchan contra la democracia y la libertad en el continente van a enfrentar un poder que muchos esperamos se quite los guantes.
Ya conocemos a Marco Rubio y su compromiso con la libertad y la democracia. Su origen cubano, su esposa colombiana y su historia política en un estado que vive y siente todos los días las consecuencias de estos regímenes dictatoriales y sus aliados autócratas son un elemento fundamental para entender lo que puede venir.
Lo primero es tener una política clara, dura y creciente en sanciones y en acciones contra las dictaduras del continente. Nada se debe descartar y vale la pena mirar políticas como la de Ronald Reagan en Nicaragua para ponerlas a tono con el mundo de hoy y tenerlas como opción. Lo segundo es buscar aliados en la región y no solo gobiernos, pues hoy hay muchísimos actores y organizaciones que apoyan una política agresiva de defensa de la democracia y la libertad. Crear un foro de países y de organizaciones en ese sentido como el grupo Idea y muchos otros para apoyar esta nueva política es necesario.
Ojalá se pudiera actualizar la carta democrática de la OEA para que las naciones que acaban con su democracia tengan consecuencias comerciales, políticas y militares como última opción, que de ninguna manera se debe desechar. Hoy, en el siglo XXI, una acción de esta naturaleza tiene muchos matices en contrario a las que se dieron en décadas anteriores. Rusia, Irán y China sí que saben de eso.
No hay que tenerle miedo a la defensa de la democracia. Los enemigos de ella usan todos los instrumentos para destruirla en la región. Hoy Venezuela es un país invadido por Rusia, por Cuba, por Irán, por Hezbolá y nadie dice nada. Lo mismo sucede con Nicaragua. China hoy tiene una base de espionaje satelital en Argentina y todos callados. El país asiático, además, sacó al canciller Ernesto Araújo de Brasil de su cargo por ser un gran defensor de Occidente y no querer las vacunas chinas por falta de ciencia. Silencio total. ¿Se imaginan el escándalo que se habría armado si lo mismo hubiera pasado por presiones y manipulaciones gringas a congresistas brasileños, que fue como operó China para dar ese golpe a la democracia?
Hay que acabar con ese doble estándar frente a la intervención de agentes foráneos y tener listas las opciones para contrarrestar lo que hoy hacen tranquilamente estos agentes foráneos desde Cuba, Nicaragua y Venezuela.
El 10 de enero es una de las pruebas de fuego. Biden ya entregó la democracia en ese país, pero Trump y Rubio pueden de una vez comenzar a apretar a los mafiosos que allí están instalados. Unas ideas: dejen el poder o, a partir del 21 de enero, la recompensa por ustedes sube a 150 millones de dólares y anuncien otras medidas, como sanciones a familiares, que le duelan en el alma a la cleptocracia venezolana. Dos más, anuncien el programa de uso de señal de internet satelital gratis para Cuba y Venezuela, y el cierre de envío de remesas incluyendo Nicaragua. Para este último país, además, excluirlo del Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con Estados Unidos.
Se me ocurren muchas acciones más que prefiero dejarles a los operadores de inteligencia de Estados Unidos, pero –de nuevo– nada debe estar vetado. Es ahora a nunca. Por eso, bienvenido, senador Marco Rubio, a su nuevo cargo, Latinoamérica lo necesita. En la región muchos estaremos listos para apoyarlo. Manos a la obra.