Bogotá pasa por uno de sus peores momentos como ciudad. Los trancones, las basuras, la invasión del espacio público, el estado de la malla vial y la inseguridad son los dolores de cabeza que padecemos millones de personas a diario sin que haya alguna solución a mediano plazo que nos ayude a mitigar esta insoportable realidad.

La inseguridad sin duda es la mayor preocupación de los bogotanos. Según la última encuesta de la Cámara de Comercio de Bogotá, el 88 % de las personas se sienten inseguros y el delito que más les preocupa es el hurto o atraco.

Al revisar las cifras oficiales de la Policía Nacional encontramos que el hurto a personas durante el 2022 creció en un 25 % y el hurto a celulares un 14 % frente al año anterior. Para que todos entendamos la gravedad del asunto, en el último año se reportaron 215.143 hurtos en Bogotá (hurto a personas, celulares, bicicletas y motocicletas). En proporción, es como si robaran a todos los asistentes a un evento en el Campin, cinco veces. En la ciudad se reportaron 589 casos diarios, equivalente a 24 por hora en promedio.

La Alcaldía de Bogotá en cabeza de Claudia López ha centrado sus esfuerzos en maquillar la realidad más que en resolver el problema. Para la alcaldesa, la inseguridad se soluciona con estrategias de marketing o discursos populistas en sus ruedas de prensa, subestimando la inteligencia del ciudadano a punta de frases facilistas de falsa mejoría.

Para nadie es un secreto que, a pesar de quererse mostrar como una abanderada de la seguridad, su estrategia ha sido actuar de forma coyuntural y manipulando los organismos de seguridad al vaivén de las necesidades políticas del Partido Verde.

Pero no sirve de nada tratar de tapar el sol con un dedo. Las cifras que esta administración se niega a reconocer son un problema serio y estructural. Del total de hurtos reportados en 2022, 24 mil se realizaron con arma de fuego; una modalidad que según la Cámara de Comercio viene en aumento y que sin duda genera miedo y zozobra en toda la ciudadanía. Salir tranquilo en Bogotá es una fantasía sin importar la zona donde se viva. La misma encuesta reporta que, en su propio barrio, solo 3 de cada 10 ciudadanos se sienten seguros.

Los últimos 3 años en la ciudad pueden considerarse perdidos en materia de seguridad. Los primeros 18 meses de gobierno estuvieron marcados por el fracaso de Hugo Acero y de Ariel Ávila ―secretario de Seguridad a la sombra―, quienes, con una política blandengue, tibia, llena de charlatanería e improvisación, se dedicaron a sacar pecho por la reducción de los delitos en medio de la cuarentena del covid-19, para luego estrellarse con la realidad cuando la ciudad se reactivó por completo.

Por otro lado, la alcaldesa se dedicó a socavar la relación entre el Distrito y la Policía Metropolitana como una estrategia política para quedar bien con una parte de su electorado. La crisis que generó fue de tan altas proporciones que la ciudad vio como años de articulación y coordinación entre el gobierno y la fuerza pública se fueron al traste y los únicos beneficiados fueron los delincuentes.

Con la salida de Hugo Acero llegó Aníbal Fernández de Soto, una persona de origen conservador que logró rehacer de alguna manera las relaciones entre las instituciones y alcanzó una importante reducción en materia de homicidios. Sin embargo, fue imposible reducir los hurtos y la percepción de inseguridad, por lo que la alcaldesa designó este año en la Secretaría de Seguridad al general (r) Óscar Gómez Heredia, quien tiene la misión de lograr resultados que ayuden a recuperar la confianza ciudadana perdida pleno año electoral.

Bogotá es la capital del atraco y los datos lo confirman. La ciudad nunca pudo ver cumplida la promesa de campaña de tener una “jefa de la policía que hiciera temblar a los delincuentes”, pues aquí los únicos que temblamos somos los bogotanos. Este año, la mandataria buscará desesperadamente resultados sin una política de seguridad clara. El único objetivo es evitar que la creciente inconformidad con su gestión en esta materia termine afectando electoralmente al Partido Verde. Que, para su mala suerte, es el pronóstico más fuerte.