El mes pasado se conmemoraron 112 años del natalicio del psiquiatra austríaco Viktor Emil Frankl, quien con su conocimiento y su propia historia de vida, puso encima de la mesa un viejo tema ¿Tiene sentido la vida? ¿Vale la pena vivir o morir por algo? ¿Para qué estamos hechos? Frankl nació en Viena a principios del siglo pasado y vivió de cerca las dos guerras mundiales y todos los estragos de las mismas; situación que se vio agravada por su condición de judío. Durante la segunda guerra mundial estuvo en varios campos de concentración; perdió a su esposa embarazada de su primer hijo, a su madre y a su padre, así como todo lo que tenía; tal como lo relata en su best seller, “El hombre en busca de sentido”, le quitaron hasta el vello que recubría su piel. Tal vez nadie imagine y muchos ya olvidaron lo que se vivió en los campos de concentración: miembros del cuerpo gangrenados quitados con los dedos, caminatas descalzos en la nieve, presos que pesaban menos de 40 kilos, filas enteras que ingresaban a las cámaras de gas, y experimentos donde el ser humano era reducido a una cosa sin valor. La vida no valía nada en ese lugar. Viktor Frankl se hizo la promesa de no lanzarse a la alambrada electrificada e incluso de ayudar a otros a que conservaran el sentido de sus vidas. La sorpresa es que muchos de los presos que no cometieron suicidio dentro de los campos de concentración, lo hicieron después de la llegada de los aliados, pues por extraño que parezca, la gente se mantiene viva especialmente cuando tiene un para qué vivir, una razón para luchar; pero, ¿si sales de la guerra y lo que te mantenía vivo ya no está? ¿si ya no tienes familia que te espere? ¿si tu sueño ya no es viable? Algunos salieron llenos de odio y sin ver un camino. Tal vez Colombia esté en un momento en donde el sentido de la vida, hoy más que nunca, sea una necesidad fundamental en la transición hacia la paz.¿Podemos conservar el sentido de la vida en circunstancias difíciles? ¿podemos encontrar sentido cuando la versión de quienes hemos sido hasta un momento, cambia? Ya Nietzsche decía: “Quien tiene un por qué para vivir puede soportar casi cualquier como”. El asunto es con cuántas razones estamos conectados y qué tanto trabajamos para que nuestros contextos permitan que sea más fácil encontrar sentido. Para Viktor Frankl, habían tres caminos en donde era más fácil encontrarle un sentido a la vida: el amor, el trabajo y la actitud ante el sufrimiento. Esto puede traducirse en: tener vínculos positivos con personas, estar conectado con ellas, amar y dejarse amar, mantener relaciones significativas que brindan un soporte de comunidad y de sentirse vinculado; trabajar entregándose a una tarea, desarrollar una misión, aportarle al mundo observando la implicación participativa en la modificación de la realidad, un trabajo, una profesión o un oficio con propósito. Y por último, la actitud ante el sufrimiento que se presenta en la vida, en donde a veces lo realmente importante se hace evidente, pues cuando has perdido todo como Frankl, tal vez ya no te preocupes por cosas de poca importancia. Estamos en un momento histórico en donde las tradiciones que nos decían cómo debe llevarse la vida, se han empezado a derrumbar, los valores universales están siendo relativizados, las instituciones carecen de credibilidad y hablamos de liderazgo todo el día porque no se ven muchos por ahí, situación que está haciéndonos, hoy más que nunca, profundamente responsables, pues nos toca entonces dialogar para ponernos de acuerdo acerca de qué es lo valioso y para dónde vamos, es decir, ya no podemos echarle la culpa al político, ni al religioso ni a nada, nos corresponde asumir que nuestro país está conformado por la gente que elige los líderes que tenemos; por la que lidera comunidades, por la que mira desde la sombra, por la que se queja y no hace nada, por la que solo critica y no deja hacer, por la que cree que tener una razón es tener la razón, por la que le importa ganar aunque todos perdamos, pero también, por la que votará con mayor responsabilidad, por la que educa con conocimientos y corazón, por la que promueve conciencia social y por la que a pesar de las circunstancias, le encuentra sentido a la vida y le apuesta a dejar el mundo mejor de cómo lo encontró. Viktor Frankl diría que no hay razas ni religiones, e incluso agregaría que no hay partidos políticos, solo hay gente más o menos decente y gente más o menos indecente. info@efrenmartinezortiz.com@Efrenmartinezo