Ya estamos viviendo el 2025 y el reloj continúa su implacable marcha; con el nuevo año vendrán los sucesos que marcarán no solo la historia de los países, sino la suerte de millones de personas, especialmente de aquellas que se encuentran dominadas por sistemas absolutistas que buscan acabar con los sueños de progreso y las ilusiones de grandes libertades.
Las amargas experiencias de experimentos políticos irresponsables han permitido constatar que la ideología socialista ha fracasado en el mundo, pues en términos generales se puede afirmar que los países gobernados por la izquierda han naufragado estruendosamente, afectando la economía, la producción, la industria, la confianza inversionista y por consiguiente han deteriorado la sana convivencia de los nacionales.
El actual gobierno llegó al poder en Colombia gracias al uso de la típica dialéctica zurda que hace promesas incumplibles, deslegitima a la oposición, asume condición de víctima, deteriora la imagen de la autoridad legítima del estado e inclusive produce una grieta profunda frente a la autoridad familiar, daños que requerirán el paso de varias generaciones para volver por las sendas de los verdaderos principios y valores.
La izquierda prometió un cambio que nunca llegó y culpan a los anteriores gobiernos de ser los responsables de sus propios errores; lo que rechazaban con ímpetu en su discurso, siempre ha formado parte del recetario ideológico que los orienta. La corrupción se pavonea por los intrincados pasillos del ‘Pacto diabólico’ y las críticas no les hace mella, mientras que los frecuentes escándalos aparentemente les sirven de aperitivo, pues nada los perturba.
Parece que la justicia se ha ralentizado frente a procesos que rodean al centro de poder, generando un ambiente de incertidumbre, impotencia e impunidad frente a posibles delitos que pueden ser la causa de la renuncia al más alto cargo, aunque posiblemente se debe a la intervención de tentáculos oscuros que impiden la acción oportuna, imparcial y apolítica que debe caracterizar a una institución tan seria y responsable como lo es el poder judicial.
Parece que el jefe de gobierno está en permanente campaña para las elecciones del 2026 y no desaprovecha ninguna oportunidad para amenazar con una ‘revolución de las masas,’ en caso de que el poder legislativo no apruebe sus nefastas propuestas, generando temor entre los electores para que se elija nuevamente a la izquierda, si no se quiere un baño de sangre. Este es el camino que siguen permanentemente los gobiernos autoritarios para validar su ideología.
El estado menciona que no tiene fondos, pero las ejecuciones presupuestales en las entidades oficiales han sido terriblemente bajas, lo que hace pensar que en 2026 habrá dinero a manos llenas para ‘correr la línea ética’, mencionado por quien hoy representa al gobierno como ‘embajador a la carrera’ en el cono sur del continente; los megacontratos se multiplicarán por doquier y los billetes con las caras de García Márquez o Lleras Restrepo estarán llenando cajas o ‘bolsas negras’.
El país ya está pasando por la dura experiencia de que el socialismo del siglo XXI, impulsado desde Cuba, Venezuela, Nicaragua y otros países, gobierne a Colombia, país que en su momento era el ‘bocatto di cardinale’ para el comunismo internacional; las libertades y el orden están desapareciendo lentamente frente a las imposiciones de la izquierda y de las minorías que nos están gobernando.
Merecemos un verdadero cambio de dirección macroeconómica y de ideología política gobernante, para que Colombia vuelva a brillar. Solo la unión de los partidos, dejando de lado las ambiciones y los egos políticos, designando un solo candidato para el 2026, podrá llevar nuevamente el país por las sendas de progreso y prosperidad que nos merecemos. Somos dueños de nuestro destino, no perdamos nuevamente la oportunidad. Escuchemos a quienes han sufrido los desastrosos embates del comunismo.