Saludando desde el balcón de su palacio, el líder populista se alza ante su pueblo con un tono imponente, recitando un discurso apasionado sobre la revolución, desconociendo de manera descarada la división de poderes y cimentando su figura en el ámbito nacional como el representante mesiánico, encaminado a resolver todos los problemas de la humanidad. Pueden pensar que habló sobre los dictadores Joseph Stalin, Mao Zedong, Francisco Franco, Fidel Castro o Hugo Chávez, sin embargo, la realidad es otra, el presidente de los colombianos, Gustavo Petro, fue el protagonista de este escalofriante espectáculo que dejó preocupado a muchos ciudadanos temblando de miedo y preguntándose si acaso estamos cada vez más cerca de una dictadura.

En las últimas semanas, se ha presentado una serie de hechos que realmente confirman esta pregunta, ya que el presidente Gustavo Petro cada día demuestra un talante más autoritario e inestable en su forma de gobierno. Este comportamiento comenzó con la defensa constante de la dictadura de Nicolás Maduro, en la que el presidente Petro actúo como el mensajero del líder del Cártel de los Soles y violador de derechos humanos que se jacta de ser el presidente de Venezuela. Es aberrante que el gobernante de Colombia quiera ser el encargado de mediar las relaciones entre Estados Unidos y la tiranía venezolana, la cual en tono desafiante exige que se le retiren los cargos que la Corte Penal Internacional impuso ante Nicolás Maduro.

Sumado a esto, el Gobierno nacional implícitamente exilió del país a la endeble oposición venezolana protagonizada por Juan Guaidó, complaciendo a la élite dictatorial del país vecino. Estos acercamientos son bastante preocupantes, ya que aquí se está desenmascarando al verdadero Petro, un sujeto con un pasado de insurgencia del que habla con orgullo, al igual que una ideología marcada por el adoctrinamiento socialista impuesto por el grupo terrorista del M-19, combinado con un talante populista con aires de dictador o monarca.

Pero la cereza de este pastel autoritario se dio en dos momentos de este mes de mayo: la primera controversia se dio el Día del Trabajador, en el que el presidente de la República incitó al pueblo colombiano a realizar una revolución en contra del Congreso y las cortes, en caso de no aprobarse sus reformas. No estando contento con estas palabras tan esperpénticas, el máximo gobernante, desde sus aposentos transitorios, ubicados en el palacio del antiguo dictador Francisco Franco, afirmó que él es jefe del fiscal general de la Nación, interpretando de manera errónea el artículo 115 de la Constitución, asegurando de manera dolosa que al ser el jefe de estado y de gobierno tiene la competencia para influir en la Fiscalía. Este tipo de discursos antidemocráticos desconocen el principio de división de poderes tipificado en el artículo 113 de la Constitución y cuyo fin es explicado en la sentencia C-312 de 1997, como un mecanismo que busca evitar la arbitrariedad de los gobernantes, asegurar la libertad de los asociados y respetar la independencia de las decisiones de cada una de las ramas.

Estos hechos son realmente preocupantes para la estabilidad institucional de Colombia, ya que nuestro país se ha caracterizado en ser la democracia más estable del continente, contando con periodos dictatoriales muy cortos en el siglo más turbulento de la democracia latinoamericana. Sin embargo, históricamente, Colombia se ha distinguido por ser un país hiperpresidencialista en el que nuestra tradición política ha endiosado a los gobernantes, otorgándoles las herramientas para desequilibrar el poder público. Afortunadamente, con la Constitución de 1991, se reorganizó el sistema institucional, al igual que el ajedrez político, para así suprimir esta figura y traer equilibrio a las ramas del poder. Por ese motivo, es importante que hoy, con la presencia de un líder tan hambriento de poder, el Congreso de la República limite la figura presidencial, especialmente cuando se nos presenta un sujeto que no quiere respetar sus limitaciones constitucionales.

En ese sentido, el futuro es incierto, ya que pueden presentarse múltiples escenarios teniendo en cuenta el contexto de polarización política que podrían desembocar en un posible golpe de estado militar o en una dictadura como la de Chávez. Sin embargo, yo invito a la ciudadanía a no quedarse de brazos cruzados ante los ataques que Gustavo Petro emprende en contra de nuestra democracia, nosotros los ciudadanos debemos ejercer nuestro derecho constitucional a la protesta para exigirle al Gobierno nacional respeto por nuestras instituciones.