Mientras los movimientos feministas avanzan en causas y territorios, a las primeras damas o gestoras sociales del país nos piden que conservemos las posturas o imaginarios del siglo pasado. Las primeras damas no ocupan cargos monárquicos con reglas y protocolos sociales que coartan la identidad de quienes llegan a ocuparlos.
Mal hacen quienes esperan una primera dama calladita o que conserve su lugar, como llegó a decirme en Medellín el profesor David Suárez o como lo manifestó Álvaro Uribe en su Twitter, insinuando que mi esposo, Daniel, era el dueño de mis posiciones y opiniones, convirtiéndome en un objeto de instrumentalización política.
En Colombia hay más de mil gestoras sociales, cada una de ellas con ideales y proyectos de acuerdo con sus experiencias, su educación y su liderazgo.
También es cierto que mientras alentamos nuestros proyectos sociales, defendemos las causas en las que creemos. Por eso, vale la pena salirse del molde neutral que, de puertas para afuera, supuestamente tiene una primera dama.
En mi caso, no me iba a quedar calladita, debía defender la demanda a los constructores de Hidroituango, para que paguen lo que hicieron mal. Tampoco me podía quedar calladita con la cooptación del GEA a Buen Comienzo; ni mucho menos, me iba a quedar calladita en unas elecciones donde una de las opciones, representaba a un gobierno donde murieron 6.402 jóvenes.
Yo soy gestora social, pero también un sujeto político y pensante, y la sociedad no debería esperar que las gestoras de hoy sigamos tan calladitas como debieron hacerlo las primeras damas de hace 20 o 30 años. Hoy celebro que Verónica Alcocer le muestre al país una autenticidad que hace relinchar a los cavernarios.
Las gestoras sociales deben abrir un camino hacia el rompimiento de estereotipos que se esperan socialmente de una mujer. Que no hable mucho, que no baile demasiado, que no opine más de la cuenta o que no sea muy insípida o muy arreglada.
No es un tiempo en el que las mujeres se queden calladitas, es, por el contrario, el tiempo de hablar y denunciar, es el tiempo de la libertad donde decidimos a partir de la construcción de nuestra identidad, avanzar en la deconstrucción del imaginario de mujer objeto y poco sujeto; es el tiempo de condenar las letras donde se compraban la novia y sobre todo, es el tiempo de cambiar los paradigmas de violencia con que gobernaron los hombres mientras dejaban a las mujeres en la cocina o como dijo una ex primera dama de la Nación en un evento privado: “Los hombres son de la calle y las mujeres de la casa¨.
Las gestoras no nos callaremos porque las mujeres no deben hacerlo, ni el feminismo busca exclusiones a madres o mujeres con acceso al poder. El poder de decisión, de consentimiento y de equidad, nos pertenece a todas por igual.
*Gestora social de Medellín.