El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, no deja de sorprender por sus salidas en falso. En días de coronavirus lo único que se le ocurrió fue anunciar que inevitablemente vendrían más impuestos a través de una nueva reforma tributaria. Fue tan grande el desacierto que el presidente lo desautorizó inmediatamente y lo propio hizo Álvaro Uribe, jefe del partido de Gobierno. La propuesta de Carrasquilla suena obvia, pero es inoportuna, facilista, insensible y agresiva.

Lo digo porque hay mucha gente con hambre; los pobres están cruzando la línea de la miseria y la clase media no tiene ayudas. Poco a poco la están asfixiando. Mientras tanto, los pequeños y medianos empresarios enfrentan la muerte de sus negocios. Las grandes empresas también están golpeadas, así tengan un músculo más potente, ¿y Carrasquilla pensando en más impuestos? Como si eso fuera poco, ya asoma sus orejas la discusión de un IVA del 21 por ciento.   Se equivoca Carrasquilla. Hoy, antes que cualquier otra cosa, lo que se requiere para atender la emergencia es eficacia: que las ayudas lleguen a todos los rincones y que no se las roben. Los políticos y los proveedores desalmados están haciendo fiestas con los mercados de los que no tienen qué comer. La Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía investigan contratos en los que un atún se cotiza por 19.000 pesos, y una bolsa de leche, por 13.000 pesos, como ocurrió en Arauca. Los sobrecostos detectados por los investigadores rondan hasta el 71 por ciento en algunos municipios o departamentos. El arroz, el fríjol y las lentejas ahora los cotizan como si fueran caviar. Los tapabocas y las camas de hospital se volvieron artículos de lujo. Los corruptos quieren sacar su tajada en la emergencia sin importarles si los espera la cárcel. Unas verdaderas “ratas de alcantarilla”, como les dice Duque.  

Ministro, mucha gente en Colombia perdió el empleo o está a punto de perderlo. Necesitan urgentemente alivios y crédito. Hoy los bancos no quieren prestar porque no se quieren arriesgar. De qué sirven tantos decretos presidenciales si no se ponen en marcha inmediatamente o si se enredan como sucedió con la plataforma de Ingreso Solidario, que ha sido un fiasco. Mientras algunos recibieron los 160.000 pesos sin necesitarlos ni cumplir con los requisitos, otros siguen esperando que se acuerden de ellos como si fuera un milagro.  En Semana Noticias todos los días recibimos miles de quejas de aquellos que no saben qué hacer, que no clasifican para ningún subsidio. No se imagina cuánta necesidad tienen cientos de ciudadanos que están desprotegidos por completo. Sin que nadie les dé una mano. Lo que puede venir es una gran explosión social. Una dictadura del hambre. 

Claro, se necesita más y más plata. Entonces, quisiéramos ver al ministro de Hacienda junto con la inexistente, impedida  y penosa canciller buscando ayuda en los organismos multilaterales, no en los bolsillos vacíos de los colombianos que con las uñas enfrentan la emergencia por la covid-19. Toca pasar el sombrero por todo el planeta si es necesario.  Estoy segura de que Carrasquilla no pensaba en una nueva reforma tributaria para apretar a los más ricos. Al contrario, su misión ha sido aliviarles su carga de impuestos. Qué desfachatez. La actual coyuntura obliga al ministro de Hacienda a ser mucho más creativo y audaz. Queremos ver qué se le ocurre con una economía que apenas soporta con el dólar por los 4.000 pesos y un barril de petróleo por debajo incluso de los 20 dólares. Muchos sectores están en cuidados intensivos. Sin mencionar a los invisibles: peluqueras y peluqueros, modistas, zapateros, taxistas, incluso, las trabajadoras sexuales y más...   

Esta no es la primera vez que Carrasquilla tiene ‘buenas’ ideas. Los colombianos no olvidan que su primer empeño fue gravar todos los productos de la canasta familiar. Una batalla que por fortuna perdió, pero que se convirtió en la primera lesión grande a la favorabilidad de este Gobierno. A su haber también están el escándalo de los bonos de agua y la contratación de algunos de sus familiares más cercanos en el Gobierno. Tampoco olvidamos que después de tanta bulla se le cayó por vicios de forma la llamada ley de financiamiento en la Corte Constitucional. Doctor Carrasquilla, sin embargo, no faltan los que aplauden su gestión, como Enrique Peñalosa, quien sostiene que usted es “un excelente ministro” de Hacienda. Se nota que el exalcalde de Bogotá está pasando la cuarentena con la nevera llena y sin preocupaciones. Qué lástima que se haya convertido en un lagarto. Creo que para ser un gran ministro a usted todavía le falta demostrar que aunque sea tiene un pedacito de corazón. Por favor, póngase en el lugar de los colombianos de a pie. 

Aunque la idea de una reforma tributaria inmediata por ahora fue disipada, en algún momento Carrasquilla volverá a sacarla al ruedo con tal de abrocharnos. Hay que estar alerta.