La primera de ellas se deriva de que en el rugby no se escriben los nombres de los jugadores en sus espaldas, solo los números. La mayoría de los ejecutivos no somos estrellas, somos anónimos, parte de un equipo en el que sin soporte no podríamos desarrollar nuestro trabajo. Uno de los jugadores insignia de Inglaterra, Maro Itoje, dijo sobre su rol “el liderazgo es sobre entender mi rol y magnificarlo para hacerlo más benéfico al equipo”. En el rugby es literalmente imposible marcar un “try” sin apoyo de los compañeros de equipo. Cada jugador tiene un papel muy específico, lo cual explica también las distintas dimensiones de los jugadores, al revés de otros deportes en el que hay que ser particularmente alto, rápido o fuerte para llegar lejos. Segundo, los “tries” no son tan espectaculares como los goles en el fútbol o las canastas en el baloncesto. Los “tries” en el rugby son luchados, metro a metro, centímetro a centímetro. Toman una eternidad en marcarse y de manera frustrante muchos intentos fracasan cuando se está a punto de cruzarse la anhelada línea blanca. Antes de la final de 2019 y a pesar de haber ganado el mundial ya dos veces Suráfrica nunca había marcado un “try” en una final. A menudo los grandes éxitos empresariales se demoran tanto en llegar y cuestan tanto trabajo, que en lugar de celebrar uno quiere simplemente irse a casa. Cuando Inglaterra le ganó a Nueva Zelandia en el partido más importante de la vida de muchos de los jugadores ingleses, la máxima expresión de felicidad fue un solo jugador inglés levantado los brazos hacia el cielo sin moverse de su sitio.
Otro paralelo surge del hecho que el rugby es el único deporte de conjunto en que los pases se tienen que hacer hacia atrás. Cada paso hacia adelante se empieza retrocediendo. En los negocios, el mirar hacia atrás a menudo es indispensable para la buena toma de decisiones. Nunca un proyecto es una línea en permanente ascenso en el que cada momento es una satisfacción y una seguidilla de triunfos. El echar marcha atrás no es un síntoma de ser dubitativo o lento, sino que ayuda a la reflexión, paciencia y perspectiva que permiten fortalecer la convicción en una decisión corporativa. Posiblemente la más importante semejanza con los negocios del rugby es el respeto a cada uno de los participantes del juego. Para empezar, la reverencia hacia las decisiones arbitrales, léase autoridades y reguladores en el mundo empresarial que colocan normas claras y que se dan por sentado y no se discuten. Pero también este respeto se extiende al contrincante, pues a pesar de ser el rugby un deporte de contacto agresivo es extraño ver una pelea o ni siquiera burla entre integrantes de equipos contrarios. En los negocios, a pesar de la intensa competencia, presidentes de empresas en circunstancias normales no se ofenden o agreden. Bill Gates dijo de Steve Jobs, su histórico “enemigo”, que el jefe de Apple no tenía rival para encontrar y motivar talento. Este respeto en el rugby se extiende a la fanaticada donde en bares y en estadios aficionados de ambos equipos se mezclan y sufren juntos victorias y derrotas, casi nunca empates – ¿otra similitud?
Al final, el rugby como los negocios es un juego donde hay que cambiar constantemente de estrategia dependiendo de múltiples factores, incluyendo, pero no solo limitado a lo que haga el adversario. Ejecutivos que dan timonazos dirigiendo sus empresas citan con frecuencia a John Maynard Keynes quien aparentemente dijo “cuando cambian los hechos, cambio de opinión”. Pidiéndole prestado a otro deporte, Mike Tyson no lo podía poner de mejor manera cuando dijo “todos tenemos un plan hasta que nos dan el primer puñetazo en la cara”. P.D. Marco Silva, entrenador portugués del Everton esta temporada, le respondió a un comentarista “la presión es un privilegio” ante la pregunta de que si tenía temor de que lo echaran dado una serie larga de derrotas. Un recordatorio para ejecutivos la próxima vez que sintamos que tenemos el mundo a nuestras espaldas.