“Que la pista para el ‘Castro-Chavismo’ está despejada”, dicen unos al analizar los resultados electorales del pasado 9 de marzo; “quiero una paz sin arrodillarme ante el ‘Castro-Chavismo’”, perifonea en la calle un opaco candidato presidencial; “hoy votamos contra el ‘Castro-Chavismo’”, anunció quien hoy es ya senador electo luego de depositar su voto en las urnas. Sin embargo, ni unos ni otros definen con exactitud qué es eso que tanto pregonan para deslegitimar los diálogos del gobierno nacional con la guerrilla de las FARC en La Habana, Cuba.Risible por decir lo menos toda esa serie de comentarios, que se multiplican por miles en las redes sociales, cuando se refieren a una inexistente relación entre el modelo económico cubano instaurado después del triunfo de la revolución en 1959, el pensamiento bolivariano impulsado por el expresidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías, y los posibles acuerdos con las FARC, que faciliten un acuerdo de paz. Imagínense: el comunismo del siglo XX, mezclado con el Socialismo del siglo XXI, aplicado a Colombia. ¿Puede ser verdad tanta falacia?Esos pregoneros oscuros, esas aves agoreras del mal, esos promotores de la guerra sin cuartel, apelan, como siempre lo han hecho, a los imaginarios de miedo que han construido años y años de propaganda contrainsurgente y anticomunista para afectar lo que a todas luces es la mejor solución para el conflicto armado: la salida política negociada.Da risa escuchar y leer esos discursos que vaticinan la instauración de un modelo ‘Castro-Chavista’ en el país. ¿Vamos a cambiar los modelos de producción industrial? ¿Se pactará la nacionalización de empresas claves en sectores económicos rentables? ¿Se transformará la propiedad agraria por esquemas cooperativos que demostraron ser ineficientes en los países que una vez fueron comunistas? Nada de eso va ocurrir. Aquellos que difunden del miedo al ‘Castro-Chavismo’ entre los colombianos son de una irracionalidad que raya con la locura. ¿Alguien los ha detallado cuando hablan? Sus ojos tienden a desorbitarse, las venas del cuello y de la frente se les brotan, el cuerpo está en permanente tensión, su postura corporal es la de un provocador, su olfato solo percibe el olor a pólvora y jamás escuchan los argumentos del otro, sobre todo si difiere de sus ideas. Se consideran “bendecidos” por una “inteligencia superior”.Ese odio manifiesto a todo lo que difiere de sus lineamientos ideológicos los lleva a desconocer que el país requiere transformaciones sustanciales. ¿Negarán estos promotores del pesimismo que hay que cambiar el modelo de atención en salud que hoy tenemos los colombianos y que su “patrón” contribuyó a su creación como Senador? ¿Rechazarán la grave realidad del sector rural, tan golpeado por los tratados de libre comercio que se promovieron en los ocho años de gobierno de aquel que los “ilumina”? ¿Seguirán pregonando modelos de desarrollo injustos, inequitativos y excluyentes, que se reflejan en grandes conglomerados urbanos sin agua potable, sin servicio de energía y desconectados del mundo por falta de carreteras?Colombia es un país pobre con gente muy pobre que requiere cambios profundos, el problema es que aquellos delirantes, hoy con fuero, consideran que cualquier expresión de insatisfacción social es también ‘Castro-Chavista’ y por esa vía deslegitiman a quienes reclaman con justa razón. Apelar al ‘Castro-Chavismo’ es la manera más descarada de negar que este país necesita, con urgencia, cambios de fondo. Para reforzar el miedo a ese nuevo ‘coco’ nacional erigido por aquellos desaforados con fuero aparecen algunos medios de información. En este punto, creo oportuno plantear una hipótesis que desde hace días me ronda la cabeza: las constantes referencias negativas contra el llamado ‘Castro-Chavismo’, conectadas con un exagerado sesgo informativo hacía la oposición para narrar las expresiones de descontento de algunos sectores venezolanos, pretenden asegurar en el imaginario ciudadano el temor al proceso de paz con las FARC en La Habana y entorpecer los posibles acuerdos que resulten de esas negociaciones.No podemos olvidar que lo que se acuerde en La Habana pasará necesariamente por los colombianos bajo una figura consultiva aún no establecida, pero seremos todos nosotros, de una u otra manera, los que refrendemos o rechacemos lo que allí se firme. Por eso es importante para los “iluminados” demonizar eso que llaman el ‘Castro-Chavismo’, para evitar que este país viva en paz. Recuerden que a los promotores del miedo les gusta el olor a pólvora.Si bien los que promueven esa figura de miedo le achacan al presidente de la República, Juan Manuel Santos, el supuesto impulso de esas ideas demonizadas a través de los diálogos de paz, debieron quedar desconcertados con la decisión de destituir al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, atendiendo el fallo de la Procuraduría General de la Nación. ¿Se imaginan qué hubiera pasado si Santos acata las medidas cautelares solicitadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos? Trinarían, cuando menos, que el ‘Castro-Chavismo’ ya se instaló en la Casa de Nariño, y cual inquisidores, lo arrojarían a las llamas de los herejes.¿Cómo evitar que esos aforados sigan cohesionando al país alrededor de un concepto erróneo desde todo punto de pista que puesto en práctica puede afectar el presente y el futuro de nuestro país? ¿Cómo formar una conciencia política favorable al proceso de paz y a los acuerdos que de allí resulten? ¿Cómo ganar adeptos a esa causa y evitar que la demonización de un ‘coco’ inexistente continúe robándose “almas”?Ya se vio en las urnas su capacidad de convencimiento, lo que vendrá será la radicalización del discurso con tonos intimidantes, inquisitoriales, sin argumentos, que reforzaran el temor de sus adeptos y de los nuevos que llegan. Qué daño hacen aquellos que apelan a las imágenes de miedo para fortalecer su crítica sin sentido, qué daño hace eso del ‘Castro-Chavismo’.En Twitter: @jdrestrepoe*Periodista y docente universitario.