¡El Cauca está en crisis! La negligencia del gobierno actual le ha pasado factura a uno de los departamentos que más ha sufrido de la violencia en Colombia. Estos niveles de agresión entre los actores armados se incrementó de manera exponencial, llegando a una crisis de gobernabilidad sobre los múltiples municipios pertenecientes al departamento, por lo cual surgen las siguientes preguntas: ¿acaso hemos llegado al mismo nivel de degradación institucional y de seguridad a la que tuvimos durante el conflicto armado? Y ¿hay una luz al final del túnel para darles esperanza a los caucanos?
Para este trabajo tuve la oportunidad de hablar con uno de los líderes sociales de la zona, quien me comentó sobre la percepción de la gente respecto al conflicto. Este comienza su relato describiendo cómo los niños se esconden bajo las mesas de sus escritorios mientras les cantan canciones felices para calmar el nerviosismo y la zozobra durante los enfrentamientos. Por otra parte, los campesinos locales no pueden trabajar debido al miedo que genera la guerra sobre ellos y su ganado. Esto a su vez produce bajos niveles de inversión y la insolvencia de empresas locales, en especial las que manejan productos agrícolas, lo cual también incrementa el número de cultivos ilícitos presentes en el territorio, según otra fuente.
El líder social, cuya identidad debo mantener anónima por temas de seguridad, me comentó sobre el actuar del Estado Mayor de las disidencias de las Farc, el cual ejerce facultades que son propias de un Estado; no obstante, el modelo utilizado se aleja totalmente del Estado liberal y de nuestras tradiciones jurídicas, actuando como una fuerza de ocupación con ínfulas de Estado legítimo. Justamente, esto se prueba con las actuaciones del grupo terrorista, que ejerce el control social expidiendo “decretos” en los que regulan horarios para la movilización de las personas y actúan como órgano judicial dentro del territorio ejerciendo como fiscal, juez y verdugo, ocasionando el nacimiento de un régimen del terror. Paradójicamente, también ejercen una función administrativa debido a que, mediante el uso de dineros del narcotráfico, le brindan a la comunidad bienes y obras públicas, como colegios y carreteras, para así comprar su lealtad y coaptar a la sociedad civil.
La situación actual del Cauca nos transporta a un pasado que pocos desean recordar, no obstante, su tragedia aún sigue fresca en la mente de sus habitantes y visitantes. Entre los pocos que asistieron al departamento estaba mi padre, Jorge Barón, quien realizó un show de las estrellas en el municipio de Toribío, en pleno conflicto armado. Él recuerda, con una claridad aterradora, el estado de las viviendas que se encontraban afectadas con múltiples agujeros de bala; otras estructuras, derrumbadas por bombas y, para terminar de adornar este sombrío panorama, se escuchaban los disparos entre el Ejército Nacional y las Farc, en que su parecido con la realidad actual resulta ser aterradoramente semejante. Según la experiencia de mi padre, la mayor parte de los pueblos del Cauca se encontraban dominados por las estructuras criminales, las cuales actuaban a su vez como un estado de ocupación en la zona. El día del programa, dicho enfrentamiento empeoró, obligando a los artistas que estaban presentándose a esconderse bajo la tarima; no obstante, tras la intervención de mi padre con ambos actores, se logró realizar una tregua entre los bandos, llevando a que la música silenciara las balas.
Si un programa televisivo pudo lograr una tregua, una política pública efectiva puede traerle paz y estabilidad al departamento. Para esto, en un ejercicio sencillo de brindar soluciones a dicha problemática, considero que la política debe englobarse en dos fases. La primera consiste en devolverle la legitimidad al Estado, esto se puede realizar de dos maneras: ya sea mediante la implementación de los Acuerdos de Paz, teniendo en cuenta el historial fallido de esta política pública y la poca voluntad para la paz de los terroristas. Ahora bien, y aunque suene crudo, la otra opción consiste en utilizar el uso legítimo de la fuerza, mediante una ofensiva militar sin precedentes, lo cual –al igual que la primera opción– puede tener repercusiones a nivel social.
Ahora bien, la segunda fase consiste en el fortalecimiento institucional para la paz ya que, en términos de construcción de paz, esta se encuentra en un estado totalmente abandonado. De hecho, no existe una política pública para la paz en el departamento. Justamente la oficina de paz del departamento del Cauca se encuentra debilitada para atender un posconflicto de manera efectiva, por lo cual es importante realizar la gestión administrativa para el fortalecimiento de estas entidades y robustecer estas oficinas para la paz, para que así sean garantes en este tipo de conflictos. Asimismo, la construcción de paz también se trata de fortalecer la economía popular, en especial la de las víctimas del conflicto, para que así se cree un empoderamiento ciudadano que sea una herramienta para la defensa contra los agentes violentos.
De esta forma, es posible concluir que hemos regresado a la época oscura del conflicto armado, en que los insurgentes actúan como un estado ilegítimo para la coaptación de la sociedad civil. Por este motivo, le hago un llamado al presidente de la República, que actúe por la seguridad de los colombianos y en especial del departamento del Cauca, el cual –a pesar de haber recibido los peores golpes de la guerra– sigue de pie luchando contra la adversidad.