Para poner en perspectiva el tamaño del horror que vivió Israel el pasado fin de semana con la ofensiva terrorista de Hamás, los 1.200 asesinados equivalen a 6.000 en Colombia o a cerca de 30.000 en Estados Unidos. Los atentados terroristas a las Torres Gemelas en Nueva York en septiembre 11 de 2001, dejaron 3.000 muertos.

Hay momentos en los que un hecho y las reacciones de las personas los definen en su naturaleza. El terror que Hamás impuso,y como si fuera poco se vio su sevicia en vivo y en directo, contra hombres, mujeres, niños y abuelos indefensos no tiene precedente. Ver parejas despedirse o escuchar a un padre agradecerle a Dios que asesinaron a su hija de 8 años y no la secuestraron solo hacen parte de ese universo de dolor que hemos podido seguir desde el mismo inicio de esta tragedia mundial.

De ahí que la reacción del presidente Gustavo Petro (sí, en minúscula, pues ni siquiera amerita ese reconocimiento) merezca una condena contundente y sin ambigüedades. No es hora de aguas tibias o de grises. No los hay. No los puede haber y quien pretenda que sí carece de sentido alguno de humanidad. Fue una masacre brutal que no tiene justificación alguna.

Petro no solo condonó la acción y la justificó, sino que además a un pueblo con seis millones de muertos los acusó de ser iguales a sus victimarios, los nazis. Y no nos digamos mentiras: lo que hemos visto en la mayoría de universidades americanas, en muchos seguidores del Pacto Histórico y en politólogas y pseudopolitólogos en Colombia van en esa misma dirección.

Ni hablar de las bodegas petristas que, bien pagas y bien montadas, se utilizan para promover a su gestor y atacar a quienes le hagan oposición. No vale la pena prestarles atención, pero existen precisamente para crear las condiciones de violencia y de xenofobia que Petro exhibió con toda claridad en su respuesta a esta terrible tragedia producto del odio del que se nutre esa izquierda radical que no construye nada.

Lo más grave de esta declaración del presidente no es que haya creado la obvia reacción del gobierno de Joe Biden –que además, valga la pena recordar, lo llamó a felicitarlo inmediatamente fue electo mientras nunca llamó al entonces presidente Iván Duque para responder su llamada de felicitación– o que Hamás lo haya convertido en su canciller felicitándolo en sus cuentas de redes sociales.

Lo grave es que con unos narcos empoderados, con un ELN que crece en Venezuela, unas Farc que recuperan su poder al amparo del negocio de la coca y unas Fuerzas Armadas desmotivadas, el incentivo de actuar de la misma manera y ante un gobierno encabezado por un presidente que legitima el uso del terror crece y casi que se pone de moda.

No nos extrañemos si vemos en Colombia a estas organizaciones terroristas usar elementos de esta frenética barbarie de Hamás para generar terror y obtener más concesiones de un Gobierno dispuesto a entregarlas. Y si recordamos hechos como el secuestro de la iglesia de la María por parte del ELN o los campos de concentración que tuvieron las Farc, pues ese incentivo llega a un terreno que ya está abonado.

Este presidente, en poco más de un año, destruyó una política exterior que durante décadas se había construido y que hacía de Colombia un país confiable, serio y respetable en esta materia. Un país con apego a las libertades y a la democracia que hoy quedan en el cesto de la basura y que quién sabe cómo se van a poder recuperar. Un país que con militares que hacen parte de las Fuerzas de paz de la ONU en la península del Sinaí ahora apoya a los terroristas de Hamás y justifica sus acciones, ¿qué va a decir Israel?

La verdad, el desatino y la barbaridad de los comentarios de Petro no tienen precedente. Hoy Colombia no es un país confiable para Occidente y, claro, Rusia, China, Cuba, Venezuela, Irán y obviamente Hamás están felices con este nuevo aliado que les da la espalda a los valores de la libertad y respalda los del autoritarismo, la dictadura y el terror.

Siento inmensa vergüenza con lo que dijo el presidente y le pido disculpas de todo corazón al pueblo israelí en nombre de los millones de colombianos, la gran mayoría, que pensamos de manera totalmente contraria a lo que expresó Petro. Esa opinión no me representa, no nos representa y el dolor de Israel es el dolor que siento y que sentimos millones de colombianos. 

Quizás el único consuelo, si lo puede haber pues las declaraciones de Petro muestran su inhumanidad, es que hay un burro mayor en la región que ayer dijo que Jesús fue un “niño palestino condenado por el Imperio español”. ¿Se imaginan quién? Sí, Nicolás Maduro el mafioso líder venezolano quien ya nos tiene acostumbrados a sus salidas de madre.

Pero finalmente es poco consuelo pues ver el terror en directo, el dolor ahí y el regodeo de los palestinos con los cadáveres, con los secuestrados y con el terror rompe el alma de cualquier ser humano digno de llamarse o de sentirse así.