Hace poco escribía en este mismo espacio deseando éxitos a un proceso de negociación que se iniciaba nuevamente con el ELN. A todos nos conviene la paz, ¿cómo no esperar, de manera genuina, que como país la alcancemos? Es evidente que esfuerzos de paz de esa magnitud requieren de una gran dosis de confianza. En ese sentido, los anuncios engañosos no pueden tener cabida. Es imposible hablar de este tema sin señalar que luego de que el presidente Petro anunciara un cese al fuego bilateralcon cinco grupos armados, entre esos el ELN, esta misma guerrilla salió a desmentirlo. ¿Engaño o completa descoordinación entre el Gobierno con la mesa negociadora? En todo caso, irresponsabilidad con la gente, con los colombianos y con nuestros deseos de que la paz sí se logre.
Este error de Petro, que tiene mucho que ver con su estilo apresurado y populista de comunicar, no sería tan grave si a la par de su retórica, sus decretos de negociación y pactos con grupos al margen de la ley, no estuviéramos presenciando un escalonamiento de la violencia y afectación humanitaria en varias regiones del país por cuenta de los enfrentamientos entre disidencias de las Farc, el ELN y otros grupos armados.
Frente a esto, quiero señalar tres elementos que considero importantes tener en cuenta a la hora de negociar con el ELN y que puedan contribuir a la estabilidad que el país necesita:
En primer lugar, el Gobierno tendría que entender la falta de unidad de mando y actual naturaleza operativa del ELN, con todo lo que ello implica. Es decir, el Comando Central (Coce) no actúa ni dirige sus acciones con autoridad unificada y sus más de 5.000 integrantes operan en frentes independientes entre sí, con una presencia territorial en al menos 180 municipios del país. De esta organización forman parte varios grupos de combatientes dedicados al narcotráfico y la minería ilegal que no tienen interés alguno en un alto al fuego, un proceso de negociación y mucho menos en una paz total que afectaría el ejercicio exitoso del narcotráfico y el crimen organizado del que se lucran.
En segundo lugar, hoy el ELN es una organización fortalecida en términos militares y se ha posicionado como una guerrilla binacional (en Venezuela alberga hasta el 40 por ciento del total de sus efectivos) con amplios intereses económicos y criminales. Esta condición, sumada a la primera, hace pensar que el ELN busca tomar ventaja en la mesa de negociación, máxime cuando el tiempo que fija el Gobierno no es el mismo tiempo de una guerrilla que podría tardar años en ver consolidados sus intereses, o en ser totalmente debilitada para poder disponerla a un compromiso real con la paz.
En tercer lugar, es fundamental que los anuncios grandilocuentes a los que nos está acostumbrando el presidente Petro, muchos de ellos vía Twitter, no formen parte de un afán por mostrar resultados de un Gobierno que, hasta el momento, parece llevar el barco hacia las piedras. La promesa de una paz con todos los grupos armados organizados debe ser más práctica que demagógica, contar con una agenda que podamos conocer y verificar desde el punto de vista técnico, político y jurídico, y no tomar medidas improvisadas en un asunto que no es exclusivo de Petro ni del ELN.
Finalmente, reconociendo que todo proceso de paz es una negociación política compleja en la que se requiere firmeza por parte del Estado y el logro de un tránsito exitoso hacia la legalidad y el marco constitucional vigente por parte de los alzados en armas, reitero la necesidad de liderazgos responsables y una coordinación efectiva, procurando en todo momento evitar anuncios apresurados por redes sociales; presentar públicamente una agenda concertada de diálogo y avances significativos en la mesa; considerar que una negociación a cinco bandas con grupos armados disímiles entre sí es casi imposible de concertar al mismo tiempo, de manera pronta y sostenible en el futuro; evitar ciclos de impunidad y violencia más altos al brindarles garantías jurídicas a los grupos armados, incluidas las disidencias de las Farc, sin ningún compromiso serio de respeto a lo acordado; avanzar hacia la construcción de la paz sin descuidar la seguridad nacional y garantizando la protección de los bienes y la vida de todos los colombianos en cada rincón del país.
A los actores negociadores les digo: mientras ustedes se ponen de acuerdo, no pueden seguir condenando a las poblaciones a más años de guerra. Mientras el Gobierno aterriza la idea de una paz en términos reales, no podemos abrir nuevos ciclos de impunidad y violencia. Presidente Petro: ni la paz, ni el Estado, ni el país pueden ir a su ritmo, ni por orden suya. Necesitamos un cese a la improvisación, un liderazgo claro y unas políticas que –contrario a lo que ha venido pasando– nos alejen del precipicio.