Tiene razón Piedad Córdoba. Sería bueno para el país que abandonaran la política tanto Álvaro Uribe como Gustavo Petro. Quizá el antioqueño lo deje cuando termine su periodo de senador para dedicarse a sus caballos y sus nietos. Por el bien de Colombia y de su partido debería hacerse a un lado y trabajar el tiempo que queda en afianzar a un sucesor en el Centro Democrático si no quiere que esa formación política se convierta en otro Partido de la U, pura empresa electorera que se vende al mejor postor.
El problema es que ese paso al costado y desaparecer de la escena pública, incluidas las redes sociales, donde es tan activo, no evitaría la polarización que tanto empobrece el debate. Sus enemigos, tanto en la política como en el periodismo, lo necesitan para tener protagonismo, por ejemplo el senador Iván Cepeda, y no dejarán de perseguirlo. Por tanto, aunque sería positivo que cediera el cetro a otro que no despierte tantos odios, los mismos que quieren echarlo lo seguirían lanzando al ruedo. No pararán hasta verlo condenado por algún proceso. Así que tendremos Uribe vivito y trinando para rato.Eso sí, me atrevo a augurar que su dedo vencedor, el que puso a Santos y Duque de presidentes, esta vez no resultará decisivo. Los ataques diarios que recibe en redes sociales y otros medios han hecho mella y su nivel de desaprobación alcanza ya al otro que quiere ver partir la mujer del turbante.Gustavo Petro genera las mismas pasiones que el antioqueño y si perdió contra Duque no fue por los supuestos votos comprados en La Guajira, ese es uno de los cuentos chimbos que difunde a los cuatro vientos.Él y todo el universo electoral conocen de sobra que nadie gana unas presidenciales en un departamento que pone muy pocos votos. Y, o bien el Ñeñe y sus amigas eran unos completos ineptos porque ni con dinero voltearon a la región, o tendrán que admitir que nunca pasaron de las conversaciones a los hechos. En la primera vuelta Petro sacó 85.149 votos y Duque, 76.137. Los demás sumaron 31.745 votos. En segunda vuelta, con apoyos de perdedores, Duque ganó por 3.000 votos de diferencia. ¿Alguien cree que con esos números se llega a Casa Nariño así los compres todos?
No hay duda de que por mucho que Piedad suplique, el que no dejará la política en un futuro próximo es Petro. Se sueña presidente, lo cual es legítimo, y pese a que le detesta más gente (60 por ciento, según la última encuesta, no lo traga) de la que lo ama, yo no sepultaría sus opciones de cara a 2022.Por los pueblos que recorro, más antes de la pandemia cuando uno podía conversar sin tapabocas ni distancia, el nombre de Petro sigue saliendo a relucir. “Es el único que se preocupa de los pobres”, es la frase más frecuente que oigo. Y no olvidemos que cuando pase la pandemia quedará una economía arrasada, la tierra más fértil para los populismos de ambos signos ideológicos. Lo que ocurre es que el único populista que existe en estos momentos en Colombia es Petro. Pudo haber sido un candidato de izquierda serio y coherente, como el senador Robledo, pero prefirió pilotar por libre porque no acepta ningún otro liderazgo. Y escogió encaminarse por el atajo de las promesas imposibles y las propuestas inviables que tantos réditos dan en momentos de crisis.Gustavo Petro genera las mismas pasiones que Uribe y si perdió con Duque no fue por los supuestos votos comprados en La GuajiraA diferencia de Uribe, si Petro se esfumara, no lo resucitarían los más duros de la derecha que ahora lo necesitan para agitar el miedo al castrochavismo. Desaparecería por completo, sería un recuerdo como tantos otros políticos que se retiraron. Pero, hay que reconocerlo, ningún otro en el universo de la izquierda despierta entre los jóvenes tanta ilusión.Imaginemos por un instante que los dos personajes se retiran y se instalan en Marte. Pero el trabajo no quedaría bien hecho. ¿Qué diablos pinta César Gaviria, maestro de los volteretas y la politiquería? Ya va siendo hora de que haga las maletas y deje su lugar a otro liberal sin tanta maña. Su partida también sería definitiva, nadie lo necesita para armar su propuesta. Tampoco tiene pueblo detrás, como sí Uribe y Petro. Si cierra la puerta por fuera, casi que no nos daríamos ni cuenta. Y los liberales enviarían el mensaje de que por fin tienen ganas de actuar de otra manera.
Ni hablar de ese Samper que solo aparece para meter cizaña. Si ya logró zafarse de todas las acusaciones, que también se esfume como por arte de magia. Su sola presencia genera rechazo y es el símbolo por excelencia de la impunidad que encubre a las mafias políticas.Para completar el cuadro idílico, quien conquistó un Nobel de aquella manera que sabemos, debería seguir la misma ruta de evacuación inmediata. Que se compre el casoplón en Londres y tome el té con la reina. Por fuera del país, consigue los aplausos y loas que tanto adora. Es otro que necesita a Uribe para disparar dardos de manera solapada.En suma, una propuesta condenada al fracaso.