¿Qué más tiene que pasar para que la alcaldesa se dé cuenta de que la inseguridad en Bogotá es insoportable, que se le fue de las manos? Y no venga ahora a echar la culpa a Migración Colombia por no deportar delincuentes, ni a los venezolanos, así haya atracadores venidos del reino de Chávez.

En eso de señalar al vecino hay que admitir que Claudia López es muy hábil. Si la covid-19 se propaga, lanza su dedo acusador hacia Duque y su apertura económica. Si  la pobreza aumenta, es el Gobierno central el responsable, nada que ver con la pandemia. Y ahora son los venezolanos los que “nos están haciendo la vida de cuadritos”, según ella. Solo faltaban esas palabras injustas para estigmatizar aún más a una población que sufre discriminación y xenofobia.

Obvio que entre los cerca de 2 millones que huyen del hambre y la dictadura llegan atracadores y criminales. Pero nosotros no tenemos autoridad moral alguna para quejarnos cuando exportamos a Venezuela, desde hace varios lustros, guerrillas, paramilitares, mafias, sicarios y bandas delincuenciales.

En todo caso, la muerte del pasajero Oswaldo Muñoz en TransMilenio es la última señal de máxima alarma, y ya no sabes qué más puede ocurrir para que Claudia López y su equipo sean conscientes de que la seguridad no tiene ideologías, no es materia uribista, y debería ser cuestión prioritaria. Resulta aterrador pensar que pueden asesinar a un pasajero y salir tranquilamente de una estación como la de la Calle 85, que es larga y requiere tiempo para abandonarla.

¿Dónde estaban los guardianes de la empresa Unión Temporal GOS 2020 que contrató TransMilenio por 25.000 millones para 9 meses?

Cada vez resulta más incómodo que uno deba viajar vigilante en los buses rojos y acompañado de una perenne sensación de intranquilidad. Igual que si caminas o vas en bicicleta. No conozco otra capital donde puedas perder la vida solo porque alguien quiere robarte la cicla.

Que Bogotá es cada día más insegura lo sabemos todos los que vivimos en esta ciudad tan incívica y agresiva, salvo la alcaldesa y sus colaboradores. No mandan señales claras de que hayan puesto en los primeros lugares de la agenda de gobierno combatir la delincuencia.

Y la situación solo irá a peor, puesto que el cierre de negocios está condenando a miles de capitalinos a la desesperación y la miseria.

La solución, además, no es sencilla. Empezando por la relación de la alcaldesa con la policía. No ha sabido ganarse a los agentes, los fustigó con acritud y como si no fuese su superior responsable cuando algunos uniformados cometieron injustificados excesos durante la represión de las pasadas marchas violentas.

Quizá debería considerar que es algo parecido a lo que ocurre con un equipo de fútbol que deteste a su entrenador. Juegan lo justo para que no les llamen la atención, pero no se sacrifican hasta la extenuación. Y con una alcaldesa que los increpa, que nunca sienten su apoyo, ni siquiera con material de bioseguridad, será difícil que exista una gran colaboración en lo que resta de mandato. A ello habría que agregar varios factores negativos.

Son muy pocos efectivos policiales para una capital gigantesca, casi nunca ves agentes en las calles y ahora están más diezmados por el coronavirus. No les permiten usar teaser y otras armas no letales que exige una delincuencia salvaje, de gatillo fácil, pese a que en las miles de ocasiones que los emplearon antes del homicidio de Javier Ordóñez, nunca pasó nada grave.

También temen que ante cualquier error que cometan en su misión, no solo no contarán con el apoyo de la Alcaldía sino que le pondrán abogado al ladrón. Súmele que tampoco ven en la Justicia un aliado, sino otro obstáculo dispuesto a soltar a los detenidos con cualquier excusa.

Ante ese panorama y la falta de una reacción contundente de Claudia López, los delincuentes pueden ganar confianza y tornarse más violentos. Debería la alcaldesa modificar su política y poner en el centro la seguridad, similar a lo que hizo en su momento Federico Gutiérrez en Medellín cuando se dio cuenta de que la ciudadanía pedía a gritos medidas contundentes.

Pero temo que además de considerar que luchar contra malhechores es bandera de la derecha, el último sondeo de Cifras y Conceptos, que le otorga una aprobación del 77 por ciento, más del doble que Iván Duque, termine por convertirse en arma de doble filo. Podría perder el polo a tierra y creer que su gestión es perfecta. Y que la inseguridad de Bogotá solo obedece a la percepción de los pocos que no creen en ella.

¿Se dará cuenta de la realidad?

NOTA: ¿Cómo así que no pueden opinar nuestros políticos sobre las presidenciales gringas? Que digan lo que les dé la gana, solo falta que pretendan ponerles una mordaza. Distinto sería gastar fondos públicos en campañas foráneas. Pero no ha sucedido, y las pruebas desmintieron a Iván Cepeda y sus amigos. Francisco Santos no solo no apoyó a ningún aspirante, sino que abogó por la neutralidad del Gobierno frente a los comicios del martes. Por cierto, ojalá gane Biden.