Está claro que Claudia López será candidata en las elecciones de 2026. Y para lograr ese objetivo hará alianzas con quien sea necesario, pues el utilitarismo como ideología la representará y caracterizará siempre. Es su sello.
La coherencia política definitivamente no es lo que define a la camaleónica candidata. Por el contrario, siempre estará de lado de aquel que le aporte más votos, del que la posicione más políticamente.
Cuando hizo parte de la administración de Enrique Peñalosa, posaba feliz como funcionaria del entonces alcalde mayor, cuando fungía como directora de Acción Comunal. Fue solo cuestión de tiempo, y el que a López no le resultara tan conveniente su cercanía con Enrique Peñalosa, para que empezara a hablar mal de él y de su administración, administración de la que hizo parte y que mientras estuvo en ella siempre aplaudió. Hay principios y formas que tenemos la mayoría de las personas, dentro de los que están el agradecimiento y la lealtad. Estos definitivamente no están en el ADN de López, y su relación con Peñalosa es prueba de ello.
Pero peor que su deslealtad con Peñalosa, lo es la que ha tenido con la ciudadanía, en especial aquellos que votaron por ella para que fuera alcaldesa mayor de Bogotá. Claudia López entregó una ciudad más insegura, sucia e intransitable. La movilidad en muchos sectores se hace prácticamente imposible por cuenta de la falta de planeación y coordinación para la ejecución de obras de infraestructura que involucran varios de los anillos viales de Bogotá. Moverse por Bogotá es más difícil gracias a Claudia.
El racionamiento de agua que los bogotanos padecemos hoy no es otra cosa que la falta de previsión de la administración de López. En innumerables ocasiones le advirtieron a la entonces alcaldesa que en Bogotá habría escasez de lluvias. Las actas del Consejo Distrital para la Gestión del Riesgo y Cambio Climático así lo demuestran. El no contar con un plan de contingencia frente a esta situación es lo que ha condenado a la ciudad a no tener agua, con todas las implicaciones que esto tiene para la calidad de vida, desarrollo de los negocios, competitividad y seguridad en materia sanitaria.
La administración de Claudia López fue un verdadero desastre. Ella, más que ser la alcaldesa de Bogotá, lo era de Narnia, una tierra encantada en la que todo es fantástico, pero que no existe. Sin embargo, lo más peligroso de Claudia no es su incapacidad para gobernar, lo cual ampliamente demostró al frente de Bogotá, sino su alianza con Gustavo Petro, a quien de manera irrestricta ha respaldado siempre.
Ahora, desde su condición de candidata, empieza a criticar a Petro, a desmarcarse de él. El rasgo utilitarista de Claudia siempre estará presente.
La ciudadanía jamás puede olvidar que la exalcaldesa fue una de las principales líderes que impulsó y apoyó al hoy presidente. Claudia López y Gustavo Petro son la misma cosa. Ambos dejaron a Bogotá hecha trizas. ¿Queremos que lo mismo suceda de nuevo con la nación?
Los colombianos jamás debemos olvidar que el caos por el que atraviesa el país hoy es en buena parte responsabilidad de Claudia López. Olímpicamente, ella quiere desmarcarse del presidente, pero ha sido, es y será parte esencial del proyecto político de Gustavo Petro, con las implicaciones nefastas que esto tiene para nuestro país.
Claudia López representará a Gustavo Petro en las elecciones de 2026, claro, si hay elecciones, pues tal como están las cosas es posible que quiera someterse al país a una dictadura. Dictadura que habrá ayudado a forjar Claudia López. Al final, sería también víctima de su propio invento.