Aunque Colombia es el país más afectado por el éxodo venezolano en cifras netas, varias islas del Caribe, como Trinidad y Tobago, son blanco del embate de un huracán criminal desatado por el colapso del país. Colombia tiene algo así como un millón y medio de venezolanos viviendo en el país o de paso hacia otros lugares de la región, cifra que equivale a un alarmante porcentaje de 3 por ciento de la población total. Pero Trinidad y Tobago, con una población de casi 1,4 millones tienen hasta 100.000 venezolanos, una proporción superior al 7 por ciento. Es tal la afluencia, que la isla, cuyo idioma oficial es el inglés, se ha visto obligada a redescubrir sus raíces hispanohablantes, y el español con acento venezolano, puede oírse cada vez más en las esquinas en medio del creol caribeño. Trinidad y Tobago, al contrario de Colombia, no tiene una maquinaria bien aceitada para recibir y procesar a los migrantes venezolanos, ni les otorga un reconocimiento que les permita trabajar y tener acceso a atención médica y educación, lo que obliga a muchos a ingresar a la delincuencia, ocuparse en trabajos no calificados, o en el caso de mujeres jóvenes y atractivas, ejercer la prostitución. Aunque en Puerto España hablé con una joven a quien habían traído de Venezuela con la promesa de que, por USD 1.500, tendría la oportunidad de trabajar en un restaurante y enviar a su familia en Valencia el dinero en dólares que tanto necesitaba. En lugar de eso, la llevaron a trabajar en un bar y la obligaron a ejercer la prostitución. Cuando se negó, le propinaron una salvaje golpiza. Ahora se siente aterrada, en una diminuta habitación alquilada, sin empleo y ni el dinero suficiente para devolverse a Venezuela. Su historia no es rara, la prostitución en la isla está en auge. Los venezolanos también engrosan las pandillas callejeras, lo que a su vez engrosa la tasa de homicidios en Trinidad y Tobago, de 37,5 por 100.000 habitantes, muy por encima de la tasa en Colombia, de 25 muertes violentas por 100.000 habitantes. A solo 11 kilómetros de la costa de Venezuela, Trinidad y Tobago provee gran parte del contrabando dirigido al este de Venezuela. Mientras migrantes y cocaína dejan las costas venezolanas en números cada vez mayores, víveres y medicinas hacen el trayecto en dirección contraria, para ofrecer acceso a moneda dura a las personas en Venezuela que aún tienen. Ha habido una explosión de farmacias y pequeños mercados en las islas de Trinidad y Tobago, y es de dominio público que el verdadero dinero no se gana con los productos que se venden legítimamente en el mostrador, sino con las cajas que salen por la puerta trasera y se llevan en botes que surcan como un relámpago las aguas del Caribe hacia Venezuela. Es común la piratería en los estrechos, y la prensa de Trinidad con frecuencia informa de secuestros de pescadores. Pero volviendo a la cocaína mencionada, el crimen organizado es como el agua. Sigue la vía que menor resistencia oponga. Una de esas vías ahora pasa por Venezuela y se adentra en el Caribe. El Catatumbo, en la frontera venezolana, se ha convertido en uno de los focos de producción de cocaína. Este es el lugar con el menor costo de producción de cocaína en el mundo. Las condiciones de crecimiento son perfectas, pues cada hectárea allí puede producir más de siete kilogramos de cocaína. Cada vez hay más “raspachines” (quienes arrancan las hojas de los recios arbustos de coca) de origen venezolano, dispuestos a trabajar por el precio de una comida caliente. El principal precursor de la producción de pasta base de coca es el petróleo, casi gratuito en Venezuela y fácil de conseguir en Norte de Santander. Y el punto de partida para la cocaína hacia los mercados internacionales es la costa venezolana, un trayecto sencillo que facilitan elementos corruptos de las fuerzas de seguridad de Venezuela, quienes pasan cargamentos de drogas por sobornos ridículamente insignificantes. Ahora bien, las lanchas rápidas salen de la costa venezolana en grupos hasta de siete, cada uno con una tonelada de cocaína. Cada semana. Los estimativos más conservadores calculan las cantidades de cocaína que pasan por Venezuela en 300 toneladas anuales. Oficiales de organismos de orden público internacionales creen que ese volumen se aproxima bastante a las 500 toneladas. Esto alimenta el huracán interminable que golpea el Caribe con violencia y corrupción. El principal destino es República Dominicana con sus puertos de grandes contenedores y el paso hasta de cinco millones de turistas al año. Pero muchas otras islas ofrecen posibilidades a los narcotraficantes. Puerto Rico es territorio estadounidense. Con llegar a la isla se está como en el territorio continental de Estados Unidos. San Martin es francesa, mientras que Sint Maarten es holandesa. Pasar a esta isla es estar en Europa. Cada día que se mantiene el colapso de Venezuela, es uno más en el que este huracán criminal azota el Caribe, nutrido por la cocaína y por venezolanos desesperados que huyen de su país. No hubo planes de contingencia para este desastre no natural, ni noción de que pudiera durar tanto tiempo. (*) Cofundador y codirector de InSight Crime y el Observatorio Colombiano de Crimen Organizado. Twitter: @jerrymcdermott