La anarquía y el caos se han vuelto el pan de cada día en Colombia, ya que estamos en una etapa de regresión en cuanto a la seguridad del país. Las disidencias de las Farc vuelven de la tumba para posar como celebridades con sus nuevas armas y camionetas blindadas último modelo, armando fiestas como si fueran los reyes de los municipios. Por su parte, el ELN establece su reinado del terror en departamentos como Tolima, Caquetá, Antioquia y el Huila, desconociendo el imperio de la ley y gobernando con mano de hierro los municipios abandonados por el Estado. Sumado a esto el Gobierno del Cambio abandonó a la Fuerza Pública, convirtiéndolos en el saco de boxeo de las comunidades indígenas insurgentes y las nuevas clases de paramilitarismo, representadas por las guardias campesinas. De esta forma y en un ejercicio reflexivo deprimente, se puede afirmar que ¡El Gobierno del Cambio ha dejado el país en manos de la criminalidad!
En primer lugar, la labor desempeñada por el Gobierno nacional en cuanto al manejo y trato de sus Fuerzas Armadas, ha sido completamente esperpéntica. Tan pronto Gustavo Petro entró al poder comenzó la ola de despidos de los principales generales de las ramas de las Fuerzas Armadas, generando así el desmoronamiento de la línea de mando de nuestros militares y policías. Asimismo, el Gobierno ha manifestado la defensa y la justificación del secuestro de miembros de la Fuerzas Armadas y asesinato de uno de ellos por parte de las guardias campesinas, dejando de lado la defensa de las instituciones del estado y el mismo derecho penal.
Este tipo de comportamientos que representan una apología a los delitos tipificados en el Código Penal al igual que la defensa de los grupos narcoterroristas, ha generado la renuncia masiva de 102 oficiales entre enero y marzo dejando así una estructura de mando completamente endeble. Esta administración, al igual que todo gobierno socialista, deja de lado el profesionalismo por el fanatismo y la obediencia ante las órdenes del presidente.
Esta falta de fortalecimiento del monopolio legítimo de la fuerza y la presencia estatal, ha generado que Colombia esté cada vez más cerca de la tipología de “Estado Fallido”. Esto se debe a la falta de perseverancia del Gobierno, respecto a la lucha en contra de los grupos insurgentes, al igual que su pasividad frente a la política de erradicación de cultivos ilícitos, la cual ha potenciado a las disidencias de las Farc que creíamos acabadas y a grupos como el ELN que con sus 5.000 hombres tienen la logística y la capacidad bélica para regresar a la Colombia profunda y reiniciar su reinado del terror. Hoy la Segunda Marquetalia de las Farc regresa a Sumapaz refundando el frente 53, hecho que representa un retroceso en la construcción de paz para los colombianos y la prueba fehaciente de los fallidos acuerdos de La Habana; esto, a su vez, genera un abandono estatal de los departamentos de Cundinamarca y Meta dejándolos en manos de las disidencias. Hablando sobre las víctimas de esta nueva era de oscuridad, seguimos con los asesinatos de líderes sociales, los cuales según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz llegaron en abril a 53 personas que perdieron su vida a manos de la criminalidad. Aprovechando la pasividad del Gobierno nacional los grupos narcoterroristas regresaron a reclutar niños en el departamento de Antioquia, hecho que fue descaradamente rechazado por la organización terrorista.
Es impresionante ver cómo los insurgentes están comenzando a mandar en las regiones, radicando normativas que son contrarias al ordenamiento jurídico colombiano y reinando como tiranos. Aún tengo recuerdos de mi niñez temprana cuando viajaba con mis padres en las giras del Show de las Estrellas, durante el auge del conflicto armado, en las que tuvimos que presenciar los enfrentamientos entre las Farc y los paramilitares, al igual que el reinado que estos grupos insurgentes generaban en los diferentes municipios del país. Lamentablemente hoy puedo ver que Colombia va por ese sendero de oscuridad, cayendo en el abismo del famoso “Estado Natural” de Thomas Hobbs, en el que la violencia y la anarquía reinan las vidas de las personas. Es bastante triste que las nuevas generaciones tengamos que presenciar el regreso del terror que vivieron nuestros padres y abuelos.