Mucho se ha hablado de la nueva realidad después de la covid-19. Los opinadores se preguntan por el futuro de las oficinas y el teletrabajo, sobre la reflexión de muchos con respecto a su vida laboral y su influencia en las estadísticas de empleo y sobre el impacto del pensamiento colectivo.

Sin embargo, de manera callada y sin bulla, durante esta pandemia cambiaron muchos otros aspectos que van a moldear el futuro de Colombia y del mundo en el mediano plazo, los cuales impactan el funcionamiento de nuestro sistema capitalista.

El primer factor tiene que ver con la expansión monetaria que sucedió desde febrero de 2020. A la fecha la mayoría de los países desarrollados expandieron su masa monetaria (M2), y en específico en Estados Unidos la creció aproximadamente 40%. El que haya más dólares en el mundo tiene tres consecuencias: primero puede generar inflación a nivel global, la cual se ha manifestado con un crecimiento promedio de los precios de los bienes básicos de un porcentaje similar del 40%; segundo, si las tasas de interés siguen creciendo, aumenta el déficit del gobierno central americano, y tercero, terminará debilitando la posición económica del coloso del norte en la medida que el dólar cada vez será menos atractivo comparado con las monedas de los países que no acudieron a tanta expansión monetaria, en especial para las reservas internacionales de terceros países.

El segundo factor que está cambiando radicalmente es la oferta de bienes básicos. Durante la pandemia la oferta de petróleo, gas natural y carbón se ajustó a la baja dada la evidente falta de demanda. Al volver a la demanda de antes de la pandemia, el incremento en producción no ha sido tan sencillo y como consecuencia los precios de los insumos energéticos se ha disparado. Por ejemplo el carbón subió de USD 40 a casi USD 200 la tonelada mientras Bank of America estima que el precio del barril de petróleo estará en USD 120 a mediados del año próximo, un incremento del 140% sobre los valores prepandemia.

Otro bien básico que está destinado a tener incrementos significativos de precio debido a la volatilidad del clima es el café. El precio del grano se ha duplicado desde el inicio de la pandemia debido a la peor temporada de heladas en décadas en el sur de Brasil, lo cual augura dos o tres años de buenos precios para el grano.

Estos dos factores generan expectativas positivas para Colombia. La expansión monetaria colombiana no ha sido mayor al 20% desde inicios de pandemia, lo cual debería reflejarse en una apreciación del peso en el momento en que se recupere la economía y se normalicen las tasas de interés en Estados Unidos por las presiones inflacionarias. Por otro lado las exportaciones de carbón, petróleo y café, entre otros bienes básicos, deben generar divisas significativas a la nación.

En el panorama mundial también hay señales de alerta que podrían impactar positivamente a Colombia. Por un lado, la debilidad en la logística mundial ante cambios repentinos en los flujos de bienes y la falta de mano de obra sigue sin solucionarse y es muy probable que impacte la eficiencia del comercio mundial a mediano plazo. Ya para la temporada navideña se espera un incremento significativo en los precios de los juguetes provenientes de China por problemas de logística. Este incremento de precios hace que las manufacturas locales deberían ganar en competitividad ante los bienes importados.

A pesar de todos estos factores positivos y del crecimiento proyectado casi el 10% del producto interno bruto de nuestro país para 2021, que compensa con creces la caída del 6.8% del 2020, la tasa de cambio en Colombia sigue manteniéndose alta, lo cual tiene dos explicaciones posibles. La primera es el atractivo de las inversiones en la tierra del Tío Sam, donde tanto los mercados de valores como la finca raíz se han valorizado significativamente, atrayendo capitales del barrio del sur

La segunda tiene que ver con el gasto público que se incrementó alrededor de 20% a raíz de los subsidios otorgados durante la pandemia, que siguen vivitos, y del aumento desmesurado de personal en los entes de control. Cuando se hubiera asumido que las medidas tomadas por el gobierno Duque serían transitorias hoy el gasto público ha crecido casi un 20%, indicador que claramente no es sostenible. A esto se le suma la incertidumbre que surge en el país, no solo por las elecciones presidenciales del año próximo sino por el deficiente comportamiento de la clase política que cada vez más demuestra que no está a la altura del país que deberíamos forjar para nuestros hijos. Desde la aprobación del desmonte de la ley de garantía por el congreso y su ratificación por el presidente Duque, pasando por la paupérrima gestión en materia de respeto institucional, seguridad y desarrollo de los alcaldes de las principales orbes de país, los actores internacionales no nos ven aun como una sociedad cuyos participantes halan en la misma dirección. El costo como siempre, los terminarán pagando aquellos que no hacen parte de la comparsa del Estado.