El país está frenado en seco. Casi nadie quiere moverse, hacer una inversión, comprar algo a largo plazo o apostarle al país. Estamos, y es la realidad, en el peor escenario económico de todos.
Las cifras son contundentes y se manifiestan en diferentes sectores. La construcción anda de capa caída, datos del Banco de la República muestran que los precios reales de las propiedades llevandesplomándose durante los últimos 15 meses. También hay desplomes significativos en las ventas, que desde el año pasado hasta septiembre de 2023 registraron un retroceso del 48 por ciento. Los lanzamientos de nuevos proyectos están golpeados y han registrado una baja del 23 por ciento, mientras que los correspondientes a las viviendas de interés social solo han sido de la mitad comparados con el periodo anterior. Tremendo.
La caída en las ventas de vehículos tampoco para. En octubre se registró un retroceso de 38,8 por ciento, según el informe mensual de la industria automotriz, la Andi y Fenalco. Los datos de los automóviles son peores. Las ventas de carros cayeron 50 por ciento frente al acumulado del año, pasando de 89.000 que se registraron en 2022 a 44.000 unidades durante 2023.
En términos de inversiones, también hay razones para poner el grito en el cielo. Según la encuesta de la Andi a sus afiliados, casi el 30 por ciento tiene intenciones de aplazar o cancelar inversiones. Algo que tiene, incluso, efectos más perversos en la economía, ya que empieza a crear expectativas aún más negativas frente al desempeño nacional.
En lo macro, la situación también es preocupante. Los datos de septiembre para las exportaciones son terribles. Mientras que este año sumaron 4.127 millones de dólares, el mismo mes del año pasado alcanzaron 14 por ciento más. Lo que la economía colombiana saca del país viene retrocediendo los últimos diez meses.
Pero acá no acaban las alertas. La confianza empresarial y del consumidor en Colombia está cayendo significativamente y, según el más reciente reporte del Banco Mundial, se encuentra entre los niveles más bajos en América Latina.
Aunque el Gobierno lo niegue, hay una correlación entre los malos números y su administración. Los consumidores y los inversionistas sienten que las reformas planteadas por el presidente y su equipo son demasiado radicales y que su discurso agresivo y repetidamente crítico al sector privado no son garantía de estabilidad o respeto de la propiedad privada.
Adicionalmente, con la pelea manifiesta en el sector salud, protagonizada por Cruz Verde, Sanitas y el Ministerio, no falta quien interprete que el Ejecutivo esté llevando a cabo un plan de saboteo en las aristas de la economía que le interesan para irlas secando hasta que su intervención sea necesaria. Algo parecido a un cerco económico para ahogar a sus jugadores y obligar su reemplazo por agentes del Estado. Una democratización lenta y agónica.
De la misma manera, la clase media, la que más consume en el país, recién ha venido sintiendo los efectos de la reforma tributaria en este ciclo impositivo, que no solamente ha reducido los recursos disponibles para inversiones, sino que también las ha desincentivado. Ni hablar sobre lo que pasará en caso de que se confirme que el equipo Petro quiere llevar a cabo otra reforma tributaria el próximo año.
Los bancos Goldman Sachs y JP Morgan reafirman la relación entre la política y el desempeño económico nacional. Según reportes previos a las elecciones locales, un resultado adverso para los candidatos del Gobierno en los comicios llevaría a un ambiente negativo para las reformas que el Ejecutivo planea sacar adelante. Es por eso, según varios analistas como Felipe Campos, de Alianza Valores y Fiduciaria, que el dólar esta semana rompió a la baja la barrera de los 4.000 pesos. La caída de la moneda estadounidense se dio porque el presidente, como resultado de su estrepitosa derrota en las elecciones, habría perdido poder político y esto quitaría un peso de encima a los inversionistas.
En conclusión, hasta ahora el presidente y su equipo han logrado poner un freno de mano sin precedentes a la actividad económica nacional, y los inversionistas internacionales lo tienen claro. Si el presidente está fuerte, daña la economía y sube el dólar. Si está débil, su capacidad de hacer daño se reduce y baja la moneda estadounidense.
Qué dolor. El presidente Gustavo Petro paralizó la economía y aún faltan tres años más de administración.