¡Colombia patria mía!, seguiremos uniéndonos para protegerte de todo mal. Porque te seguimos llevando en nuestro corazón.
Esta última congregación a nivel nacional dejó ver la gran preocupación que hoy nos embarga a los colombianos por el fatídico momento en el que nos encontramos. Hemos sido muy respetuosos de todo aquello que nos enseñaron en nuestros hogares, nuestros colegios, nuestras universidades y lo recogido a lo largo de nuestro trasegar profesional y que hoy queremos dejarles como legado a nuestros hijos y nietos.
Sabemos que la tarea no ha sido ni será fácil, pero no podemos desfallecer en nuestras convicciones patrióticas de amor a la nación.
He recibido insultos por redes, y les he dicho a mi amada esposa y mis amados hijos que ese es el precio que un general que se debe a su patria debe pagar por defender las convicciones y tradiciones de una república democrática a la cual se ha dedicado toda una vida y a la que muchos colombianos le siguen apostando día tras día.
A nosotros absolutamente nadie nos puede arrebatar de la nada lo que con tanto trabajo muchos hemos ayudado a construir, dejándolo todo atrás por pensar en país.
La marcha y concentración, en diferentes puntos geográficos de Colombia del 6 de marzo, fue una demostración más del inconformismo y la decepción por la pésima manera en la que se nos está gobernando, la pésima manera como nos están representando y como se está administrando nuestro país.
Nosotros aún creemos en el destino de esta patria y esperamos verla siempre grande, respetada y libre, pues como siempre nos ha inspirado la Oración Patria, en Colombia amamos todo lo que en ella vemos representada, sus glorias, su hermosura, nuestros hogares, nuestras creencias, las tumbas de nuestros ancestros y la realización de todos nuestros sueños, que le pedimos a diario al todopoderoso verlos cumplidos.
¡Colombia!, el haber sido soldado tuyo, así como muchos de mis compañeros, ha sido la mayor de nuestras glorias. Por esta razón, ya retirados y como ciudadanos respetuosos de la Constitución y la ley, seguiremos trabajando muy cohesionados en seguir construyendo una patria próspera y pujante para las actuales y futuras generaciones.
Hoy puedo ver un cambio… ¡Sí! Un cambio de actitud de los jóvenes de esta nación y de aquellos que hoy, con el valor y la dignidad de todo buen colombiano, ven la decepción de su apuesta al votar por el “gobierno del cambio”. Tal vez cansados de ver cómo no se ha logrado impactar con programas de gobiernos serios y transformadores, que se pueda consolidar una seguridad y defensa nacional, que nos permita alcanzar el desarrollo deseado y poder de una vez por todas impactar socialmente en las comunidades más necesitadas de este país.
Pero pasado un tiempo más que prudencial para avizorar los “cambios” prometidos, podemos percatarnos de que el remedio fue más perverso que la misma enfermedad. Ya despiertos, hoy no nos queda más sino unirnos para salvar la patria.
El libertador Simón Bolívar predicaba la unidad basada en el principio de “ganar-ganar”, en el respeto absoluto a las autonomías y en la asociación voluntaria para el beneficio compartido, no para limitar derechos o posibilidades.
Quienes están obligados por mandato constitucional a asegurar nuestros derechos no pueden dejar a un lado sus deberes por “privilegios” individuales que de nada les servirán, porque como nos decían nuestros padres: “El dinero mal habido, por el mismo camino que lo obtuviste, se te irá de las manos. Y al final solo quedarás con la vergüenza, indignidad y la persecución de tu conciencia”.
Los padres de la patria hoy deben responder al pueblo por el que juraron trabajar y no fallarles a quienes depositaron su confianza en ellos. Las altas cortes, a quienes con todo respeto presento nuestro apoyo permanente, deben seguir garantizando a la nación el equilibrio necesario en cualquier democracia.
No podemos dejar que se rompan los principios éticos y valores morales, que siempre serán los cimientos de toda sociedad y sobre ellos se construye la nación. Por tal razón, no podemos aceptar que se siga premiando al deshonesto y se siga castigando a quien ha sido un cumplido caballero.
No podemos seguir mirando cómo un “gobierno” busca disminuir delitos como homicidio, violación o agresión sexual, robo a mano armada, violencia intrafamiliar y muchos más, al punto que hoy se le esté pagando al criminal para que deje de cometerlos. ¡Y peor aún!, en qué cabeza cabe debilitar la justicia por congraciarse con quienes purgan condena, burlándose así de las víctimas cuando de manera descarada y enferma los invita a hacer parte de un proceso sin pies ni cabeza como “gestores de paz”.
Todo lo que hoy estamos viendo a lo largo y ancho del territorio colombiano, con la actitud permisiva e indolente de este “desgobierno” que por medio de un decreto de “cese al fuego”, que solo sirve para darles espacio de maniobra a las estructuras criminales y amarrar operacionalmente a las Fuerzas Militares, tendrá un costo muy grande.
Cuando pase el “entrampamiento” al que nos están sometiendo, la historia comenzará a señalar a quienes con su acción o su omisión permitieron que el país se sumiera en el caos absoluto.
Al término de este, les tocará nuevamente ponerle orden al peligroso y planeado desorden dejado y es ahí donde yo les quiero decir a mis admirados y recordados soldados que llegado este estado final no deberán ¡morir por la patria!, sino, por el contrario, tendrán que seguir luchando por mantenerla, garantizándose un alto grado en su nivel de alistamiento, entrenamiento, preparación psicológica, física, técnica, táctica y operacional y, solo así, seguir demostrando el amor por nuestro país en cada rincón donde necesitemos recuperar todo lo que juramos defender.
La única manera de reducir el riesgo de los criminales contra los soldados es que sus comandantes exijan, con ejemplo para ellos, una formación integral.
¡Recuerden, comandantes!… Un buen líder solo debe asegurarse de una premisa:
El mejor bienestar que usted les puede brindar a sus soldados es una excelente instrucción y un riguroso entrenamiento. Su responsabilidad frente al soldado será la orientación y la conducción en el desarrollo de la misión asignada.
El soldado, a lo largo de su servicio a la patria, solo espera y exige algo que no viene en su equipo de campaña, y no es otra cosa, sino el de ser bien liderado. Este es un momento en que los comandantes deben estar más cercanos a sus subordinados.
Mi ambición y aspiración más grande ya la cumplí: es, y seguirá siendo, llevar con honor el título de colombiano y haber podido culminar mi carrera militar, comandando uno de los mejores ejércitos de este planeta.
El Ejército Nacional fue, es y seguirá siendo el hogar en el que se nos recordará por siempre y no solo a mí, sino a todos los militares; porque en esta carrera se alcanza a trascender en la vida, pero dejando una huella imborrable en la mente de sus hombres y mujeres. ¿Y cómo es esto? Pues yo les puedo decir, colombianos, que aquí jamás se muere, porque habrá siempre superiores, compañeros y subalternos, amigos de toda una vida que nos recordarán siempre.
Hoy, desde el retiro, no puedo ser ajeno a todo lo que sucede, por eso busco a través de estas líneas compartir mis reflexiones con los otros ciudadanos, desde la diferencia podemos todos sumar y ayudar a construir el país que soñamos. El amor por la patria crece cada día y desde donde estoy me siento obligado a seguir aportando, porque siempre somos más los que amamos el país.
¡Ajua!