Los resultados de la encuesta de Global Opportunity YouthNetwork y Bogotá Cómo Vamos, muestran un panorama estudiantil y laboral oscuro para los jóvenes, quienes perciben cómo se cierran cada vez más las ventanas hacia un mejor futuro. Un primer dato preocupante que revela el termómetro del estado actual de los jóvenes bogotanos, es que el 53 por ciento de esta población quiere emigrar del país. Hay una severa afectación en sus expectativas y una bomba de tiempo para el gobierno.
Vamos por partes: Las oportunidades de educación, empleo y emprendimiento están siendo afectadas por la inacción del gobierno que, busca desesperadamente resolver problemas de corto plazo en el acceso, con una reforma de largo aliento a la Ley 30 de 1992 de educación superior, sin tener en cuenta la base del índice de deserción en universitarios. Es loable reformar, pero la buena intención y el discurso de futuro debe necesariamente acompañarse de la gestión en el presente.
Un edificio sin bases ¿por qué? Analicemos: En los últimos seis meses la deserción escolar en la educación básica y media -pilares fundamentales de la educación superior- alcanza los 500 mil alumnos y es un aumento en 50 por ciento versus el mismo período de 2022. Ciudades como Bogotá, Medellín, Soledad, Cali, entre otras, lideran el mayor índice de deserción y no se vislumbra un plan que afronte los determinantes para atender la falta de oportunidades que lleva a nuestros jóvenes a abandonar los estudios para enfilarse en los grupos armados. El panorama es más desalentador cuando existen graves incongruencias como la expuesta meses atrás por la “gestora del ELN” Violeta Arango al declarar que “El ELN es un proyecto de vida”.
¿Cómo es posible que ese sea el futuro para nuestra juventud? La mencionada encuesta expone que de 1.868.380 jóvenes que viven en Bogotá, el 31 por ciento no estudia ni trabaja pese a que el 90 por ciento de los encuestados aspira a seguir estudiando. El gobierno Petro se ha ufanado de atender a la Colombia olvidada y profunda, pero los programas para el acceso y permanencia en educación básica y media -insumos lógicos de la educación superior- no están funcionando.
El conflicto armado, que cada vez observamos incrementarse, agrava la situación de deserción estudiantil en Arauca, Putumayo y Guainía; esa Colombia profunda que tanto le prometieron en campaña, pero que no refleja resultados que resuelvan las causas frecuentes de la deserción relacionada con la falta de apoyo familiar; los bajos ingresos; el trabajo infantil; la vulnerabilidad y exclusión social; el desamparo institucional y la falta de interés, motivación y atención.
Si a esta bomba de tiempo le sumamos el subsidio de un millón de pesos que el gobierno quiere dar por no delinquir a quienes socialmente han obrado mal, mensaje fatal y lapidario a una población juvenil que solo busca oportunidades leales para desarrollarse y crecer para empujar el desarrollo del país. Presidente, este no es el camino.
Según la encuesta solamente el 42 por ciento puede acceder a la educación superior. Quienes no tienen los recursos parapoder estudiar se quedaron sin salidas como un ICETEX que está demostrando a millones de jóvenes la verdadera cara de la demagogia. Los recursos que el gobierno del cambio prometió (350 mil millones) para reducir las tasas de interés de los créditos no llegan y los intereses de IPC más 9 y 12 por ciento seguirán afectando a ese segmento de la población que siente que realmente que no parecen prioridad para este gobierno. Prueba de que los jóvenes han tomado nota es la reducción del 64 por ciento en la solicitud de créditos ante el ICETEX.
Solo noticias desalentadoras reciben miles de jóvenes que pusieron sus esperanzas en “el cambio”. El 75 por ciento de los encuestados cree que mantener una buena salud mental determina su calidad de vida, grilletes de intereses impagables minan sus esperanzas de superación y se agrega a una mayor tasa de desempleo.
¿Qué salida tienen nuestros jóvenes? No podemos sumar un nuevo y vacío eslogan: Colombia, potencia mundial del exilio juvenil. Es urgente que el gobierno defina y aplique una política intersectorial dirigida a la protección y generación de oportunidades para los jóvenes de nuestro país. Los indicadores de los problemas que enfrenten nuestros jóvenes se están evidenciando en el crecimiento de la deserción educativa, las dificultades de adaptación, el crecimiento de la violencia cotidiana y la tasa de suicidio.
Es imperativo torcer las tendencias en la percepción de nuestros jóvenes sobre su futuro, de no hacerlo lo habremos hipotecado.