En Colombia queda aún mucho trabajo por hacer. El progreso colectivo, hacia una sociedad en paz, es apenas el primer paso para devolverle al campo el papel fundamental que cumplirá en el desafío de seguridad alimentaria. Por eso, hablar de buenas prácticas agrícolas y tomar acción debe ponerse otra vez de moda. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con los que Noruega y otros países de la región se han comprometido, ofrecen un marco estratégico para que el nuevo Gobierno Nacional dinamice la economía rural y apoye cadenas productivas que reduzcan la brecha de pobreza, mitiguen el cambio climático y ayuden a proteger los recursos naturales del país. Por eso, desde la cooperación internacional, estamos dispuestos a unir esfuerzos y convertir a los agricultores en los nuevos protagonistas del debate alimentario y medioambiental. Junto con otros países de la región, Colombia está llamada a convertirse en la despensa del mundo, pero debe hacerlo cuidando sus bosques, el agua y el suelo. Según el director general FAO, para poder alimentar a la población mundial se tendrá que aumentar la producción de alimentos un 70 por ciento para el año 2050. Colombia es el cuarto país de América Latina con tierras disponibles para la producción agrícola; además, es el tercero con mayores recursos de agua, diversidad climática y tasas de precipitación anual, características que favorecen su rol en la producción de alimentos. Sin embargo, también debe preocuparnos la conservación de la biodiversidad. El país necesita de una agricultura sostenible que ayude a producir más y mejores cosechas, con menos tierra; una agricultura libre de deforestación. Noruega tiene la mayor disposición para continuar apoyando el desarrollo de los Estados con potencial agrícola, conectando a los productores de alimentos con la cadena de valor y encaminando el trabajo del campo hacia un modelo mucho más sustentable. Valoramos fuertemente la cooperación y, por este motivo, queremos ayudar a que los pequeños agricultores adopten nuevas prácticas agrícolas, para aumentar su productividad y sus ingresos. Coincidimos con la FAO en que garantizar la resiliencia de las comunidades rurales requiere un enfoque que respete el medioambiente, que aproveche la capacidad de la innovación tecnológica y cree oportunidades de empleo estables y enriquecedoras. Creemos que solo resaltando los atributos del otro y buscando soluciones en conjunto se consigue corregir el rumbo. Para que Colombia enfrente el desafío de garantizar la seguridad alimentaria de su creciente población y la del resto del mundo, el campo debe ser nuevamente reconocido como una prioridad en los planes de desarrollo y la definición de política pública. (*) Embajador de Noruega en Colombia