Ahora que el período de mi mandato como Alta Comisionada está por finalizar, quiero resaltar los importantes e innovadores esfuerzos que las partes en la negociación de paz en Colombia están realizando para responder a las violaciones masivas a los derechos humanos del pasado.El primer grupo de víctimas está en este momento en La Habana, Cuba, para ser escuchadas por los negociadores de paz del Gobierno colombiano y de la guerrilla de las FARC.  El testimonio directo de las víctimas, antes de la construcción de los mecanismos que les empoderarán para responder a su sufrimiento, no tiene precedentes.Se han dado, ciertamente, críticas sobre la selección de las personas que presentarán sus testimonios. La selección de 60 víctimas de un total de más de 6.5 millones de víctimas oficialmente registradas como tales es una tarea hercúlea. Estadísticamente hablando, con un número tan pequeño de víctimas, sería imposible seleccionar una muestra representativa de la amplísima diversidad de violaciones y perpetradores. Este argumento no debe socavar el momento histórico e inédito para Colombia y para el mundo. Nunca antes tantas víctimas pudieron aportar a un proceso de paz: además de las 12 personas que están hoy en La Habana, los y las colombianos pueden enviar sugerencias a los negociadores a través de la web, plantearlas en foros regionales y nacionales oficiales, presentarlas a través de foros no oficiales y expresarlas en otros esfuerzos complementarios como las encuestas. Lo que sigue es la labor de emplear todo ese conocimiento y esa energía  en generar mecanismos que puedan transformar a Colombia y mejorar la situación de derechos humanos para todas y todos en el país. El desafío es enorme.Al procurar empoderar a las víctimas para que sean la motivación y la base para el cambio social, este proceso cambia la dinámica de poder: de ser una víctima a un sobreviviente y a un titular de derechos. Obliga a quienes han vulnerado sus derechos a trabajar por restaurarlos. Escuchar de primera mano el dolor es un muy buen comienzo, porque pone en evidencia el significado de asumir responsabilidades, poner fin a las violaciones y restaurar los derechos de las víctimas. Es importante escuchar a las víctimas porque ellas probablemente hablarán de dos mecanismos que en anteriores procesos de paz no fueron muy exitosos en la manera de abordarlos.El primero tiene que ver con los mecanismos para transformar las vidas de los colombianos afectados directamente por el conflicto –y, de hecho, la de todas y todos los colombianos- a través de un sentimiento más amplio de inclusión. La transformación, individual y social, es el objetivo más importante, en cuanto las violaciones del pasado pueden ser utilizadas como catalizadores para un cambio positivo. La paz puede elevar el respeto por los derechos humanos de todas y todos los colombianos, abordando los temas de pobreza y exclusión política, creando de esta manera una sociedad más justa. Estos son  retos trascendentales que Colombia enfrenta en el actual proceso de paz.El segundo mecanismo hace relación a las medidas orientadas a la no repetición de las violaciones de derechos humanos. Con mucha frecuencia, los procesos de paz no ponen fin a las violaciones por parte de los perpetradores, sino que simplemente facilitan un cambio de los actores. Es absolutamente crucial poner fin a la impunidad, y por lo tanto terminar con el ciclo de violencia, para fortalecer el estado de derecho y el bienestar de todas y todos los colombianos y para garantizar el “Nunca Más”.El grupo de víctimas hoy en La Habana puede ser pequeño. Pero con su presencia, cambiarán la dinámica del proceso de paz hacia la concentración en la construcción de mecanismos para transformar las vidas de las víctimas, mediante la transformación del nivel de respeto por los derechos humanos de todas las víctimas, y de todas y todos los colombianos.A pesar de que en unas pocas semanas ya no seré la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, mi Oficina continúa dispuesta a facilitar contribuciones concretas en este proceso tan complejo, pero tan necesario. No es ingenuo concebir una auto-evaluación clara, que incluya reflexiones sobre los errores que se han cometido y las soluciones requeridas para remediarlos. En Sudáfrica, mi país, hicimos justamente eso y echamos abajo las creencias generalizadas y frecuentemente falsas. El proceso estuvo lejos de ser perfecto, pero también priorizamos las transformaciones (como la concesión del derecho al voto para la mayoría de la población) y la no repetición. Trabajamos sobre la base de un sentido más amplio de justicia y utilizamos la justicia penal como una herramienta para obtener, motivar  y modelar una sociedad más justa; una sociedad con una mayor equidad política y económica.Al final, si Colombia cumple con sus obligaciones de derechos humanos, dependerá no solo del grupo de mecanismos que decida aplicar a lo largo del proceso de negociación en La Habana, sino de qué tan eficazmente los ponga en marcha.Sinceramente considero que Colombia puede convertirse en un modelo para los países que están debatiéndose  con temas de paz, verdad, justicia y reconciliación. Y sin duda se ha convertido en un modelo de cooperación para la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Abrimos nuestra oficina en el país durante una de las etapas más sombrías de su historia y con la contribución a la implementación de un proceso de paz que de manera medible y significativa mejore los niveles de respeto por los derechos humanos de las y los colombianos, llevaremos nuestra contribución a una conclusión lógica.Como dijo Nelson Mandela: “Que haya justicia para todos. Que haya paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal para todos. Que cada uno de nosotros sepa que todo cuerpo, toda mente y toda alma han sido liberados para que puedan sentirse realizados”. “Todo parece imposible hasta que se hace”.