Es bien sabido que en Venezuela tradicionalmente las fuerzas armadas han sido los árbitros de la política doméstica del país. Aunque para algunos eso resulte sorprendente y consideren que afecta la fortaleza de la democracia, los venezolanos no solo están acostumbrados a ello, sino que con frecuencia en momentos de crisis miran hacia los militares con la esperanza de que intervengan para superarla.  Los militares venezolanos no han tenido que afrontar guerras internacionales como les ha correspondido con razón o sin ella a los de Argentina, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay o a los Ecuador, ni enfrentar un conflicto armado interno de larga duración como a los de Colombia. En esas condiciones, tejen hipótesis sobre potenciales conflictos, en los que siempre nuestro país es la “amenaza principal”. Sin embargo, la situación interna en Venezuela es ahora tan compleja, que no pasa una semana sin que se develen conjuras dentro de las fuerzas armadas o se detenga a oficiales y suboficiales bajo la acusación de fraguar conspiraciones. Maduro, arrinconado además por el rechazo internacional, echa mano del recurso de culpar a Colombia de ser, en confabulación con los Estados Unidos, la gestora de esa explosiva situación y acusa a Santos de dejar a su sucesor un ambiente prebélico en la frontera, difundiendo además insidiosos rumores para afectar el proceso electoral en nuestro país. Para tratar de mantener a los militares tranquilos, Maduro les ha cedido buena parte del control del país y siguiendo una “jugosa” tradición envía al super general Padrino López a comprar armamentos “para enfrentar la agresión colombiana”. Lo que no parece entender es que el malestar existente en algunos sectores de las fuerzas armadas se debe a que, a pesar de los privilegios que les ha otorgado, a muchos militares de grados intermedios y a sus familias también los está afectando la grave situación a la que ha llevado al país.Tampoco comprende que la estrategia de favorecer y dar amparo a grupos armados colombianos en su territorio, para garantizar que no actúen en Venezuela, obtener su simpatía y mantener de paso ocupadas a las fuerzas armadas colombianas en el conflicto interno, es un peligroso recurso de doble filo: “cría cuervos y te sacarán los ojos”, dice el refrán.    Es una estrategia equivocada utilizar el tema de Colombia para apuntalarse en el poder y tratar de controlar el inquietante descontento en sectores de las fuerzas armadas, así como la de aprovechar la coyuntura electoral en que nos encontramos para tratar de “asegurar su flanco”.Es un garrafal error que sólo ha conducido a que en nuestro país se haya generado un consenso alrededor de que nadie quiere caer en la angustiosa situación venezolana.(*) Profesor de la facultad de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario