La toma y retoma del Palacio de Justicia no duró 28 horas. Es un acontecimiento que sigue presente cada noviembre en la memoria colectiva del país y que revive cada día en el dolor de las de víctimas de este holocausto. Parte de este largo incendio que no termina es responsabilidad del expresidente Belisario Betancur, quien murió con un silencio culpable. El mandatario se dirigió al país a las ocho en punto de la noche del 7 de noviembre de 1985, lo hizo mientras el humo seguía saliendo del Palacio en ruinas. La toma había comenzado a las diez de la mañana del 6 de noviembre y terminado al día siguiente pasado el mediodía. Belisario habló con su sosegada voz de seminarista de Amagá: “Esa inmensa responsabilidad / la asumió el presidente de la república / que para bien o para mal soy yo / tomando personalmente las decisiones”. ¿El expresidente nos dirá la verdad sobre su papel durante los acontecimientos del Palacio? Pero el presidente murió sin decir la verdad.
Sin embargo, en el Informe final de la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia, publicado en el 2010, se establece que: “El Presidente y sus ministros no recibían parte del comandante de la operación militar, (…) el Presidente simplemente fue un espectador del desarrollo de los desastrosos acontecimientos”. Por eso sus palabras callan más que lo que dicen. Desde entonces, cada vez que volvía noviembre, la pregunta era la misma: ¿el expresidente nos dirá la verdad sobre su papel durante los acontecimientos del Palacio? Pero el presidente murió sin decir la verdad. Tan solo asumió una pálida responsabilidad que no es suficiente para esclarecer la verdad que requieren los familiares de los 98 muertos, de los 12 desaparecidos y del Magistrado Carlos Durán, quien fue ejecutado extrajudicialmente durante los hechos ocurridos en noviembre de 1985. Germán Bula, viceministro de trabajo durante su presidencia, dijo: “hay unos documentos que él dijo que solo se abrirían a su muerte, supongo que el valor histórico de esta documentación va a ser enorme en el momento que vive el país”.
En una carta publicada el 5 de noviembre de 2015, un día antes de la conmemoración de los treinta años de la toma y retoma del Palacio, el expresidente pidió perdón y negó tener otra verdad escrita y oculta: “Nunca he pensado en escribir libro alguno sobre tales hechos, porque no litigo ante la letra escrita, sino que declaro siempre ante la autoridad competente”. La negación del expresidente es una contradicción a sí mismo, pues el rumor surge de comentarios que él hizo en vida. En 2006, María Isabel Rueda escribió en una columna de opinión “¿Por qué insiste en guardarse su versión sobre los hechos del Palacio de Justicia para unas memorias póstumas, como se dice que planea?” Y, tras su muerte, Germán Bula, viceministro de trabajo durante su presidencia, dijo: “hay unos documentos que él dijo que solo se abrirían a su muerte, supongo que el valor histórico de esta documentación va a ser enorme en el momento que vive el país”. Ahora que regresa noviembre, la pregunta que debemos hacer a los familiares del expresidente Betancur es: ¿Dónde está la verdad que Belisario anunció que se sabría con su muerte? No se trata de interrogar a un muerto, sino de exigir una vez más las respuestas que en vida éste negó a las más de cien víctimas del Palacio. De no conocerse esta verdad oculta, el expresidente pasará a la historia como lo que es ahora: un presidente ausente y responsable de una de las tragedias más grandes que dejó nuestra guerra.
(*) Politólogo, profesional en Estudios Literarios, Mg. Estudios Culturales. Actualmente coordinador del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá. Ha colaborado con distintos medios abordando temas de memoria histórica, conflicto armado, educación, discapacidad auditiva y literatura. En 2016 fue nominado al Premio Compartir al Maestro.