Desde el momento en que el periodista de The New Yorker Jon Lee Anderson trinó "En Colombia se está produciendo un ruido en medios sobre violaciones presuntamente cometidas por el expresidente Álvaro Uribe Vélez", el caso de Claudia Morales adquirió dimensión internacional. No es casualidad que el expresidente haya salido tan rápido a defenderse, pero a defenderse de Jon Lee, no de la periodista colombiana pues las sospechas ya recaían sobre todos los exjefes de ella y él, como los otros, no había dicho nada. ¿Por qué se dio por aludido? No necesariamente la respuesta es, como se lee en las redes, “porque es culpable”. No hay que olvidar que estamos en campaña electoral y que los políticos son, ante todo, actores: cada palabra, cada gesto, cada pose obedece a una estrategia general.De aquella respuesta de Uribe llaman la atención no solo la torpeza y la indolencia (“esa señora”) sino especialmente la ambigüedad: un hombre al que el país conoce por su carácter frentero es incapaz de hablarle a una mujer que ni siquiera lo acusa directamente. De hecho, ante la falta de pruebas (este es un caso jurídico y la justicia se basa en pruebas), todo este escándalo ni siquiera es un asunto de la palabra de uno contra la del otro, pues ninguno de los dos se ha dicho de frente absolutamente nada; sino de las palabras de unos contra las de otros: esos que azuzan desde donde a cada quien le conviene.La ambigüedad de uno y otro solo deja sospechas en el aire. Es un juego perverso que a Colombia le hace mucho daño, y más en este momento electoral. Claudia tiene derecho a su silencio, sin embargo ese silencio se le está saliendo de las manos y es dañino también para las otras mujeres víctimas de violación. De seguir así, al final quedará solo un reguero de insultos y suposiciones, y una malversación de odios pero nada más, porque nadie dijo nada. Y es terrible, siniestro: una mujer ha sido violada y el miedo a acusar a su agresor la lleva durante catorce años a tragarse todo ese dolor y esa rabia, para que al final esa herida que continúa abierta no sea más que pasto de la banalización política.Hoy sábado Le Monde tituló: “En Colombia, el expresidente Álvaro Uribe es sospechoso de violación”. Uribe es quizás el político colombiano más experto en manejo mediático. ¿Cómo dejó que este tema se le saliera de las manos? O, mejor, ¿por qué? ¿Acaso él, que todas se las sabe, está intuyendo allí alguna oportunidad de ganancia política que el común de los colombianos no alcanzamos a oler? De hecho, muchos de mis amigos uribistas han abierto la posibilidad de votar por Marta Lucía Ramírez. Creen que, por ser mujer, tendría más chance que Iván Duque de devolverle el poder a la extrema derecha en caso de que este escándalo siga creciendo como bola de nieve. Y surge la pregunta: ¿qué hará Uribe si Ramírez le gana a su candidato? ¿Cumplirá el pacto con Pastrana? ¿Y cómo queda Ordóñez, sabiendo que Marta Lucía lo ha acogido en su tolda más por obligación que por cariño?En medio de este río revuelto con el trasfondo mundial de la justa -y necesaria- campaña feminista del #Metoo, coge fuerza, pues, el nombre de Ramírez. ¿Será acaso esta la estrategia al interior del CD? Esta u otras dan igual. Lo importante es no olvidar que los políticos no actúan sin puntada y que en política todo es posible, y más cuando hay tanto odio de por medio.PD: El 22 de febrero se cumplen 90 años de nacimiento de Leandro Díaz, uno de los dos grandes caciques del vallenato. La Biblioteca Luis Ángel Arango inicia esta celebración con una charla en la que compartiré tarima con su hijo Ivo Díaz. Será este viernes a las 5:00 p.m. La entrada es libre.@sanchezbaute