El 4 de agosto de 2014 el joven Sergio Urrego, estudiante del grado 11 del Gimnasio El Castillo, tomó la decisión de quitarse la vida. El caso llevó a la Corte Constitucional a iniciar una amplia investigación, la cual condujo a sancionar a las directivas del colegio, a quienes encontró responsables por discriminación agravada. La sentencia también le ordenó al MEN implementar programas para promover el respeto por la diversidad sexual en los manuales de convivencia y proyectos educativos de los colegios.  Según la OMS, cerca de 800.000 personas se suicidan cada año en el mundo y los intentos son significativamente más altos. A padres y maestros nos preocupa, muy especialmente, que las ideas suicidas se presentan cada vez desde edades menores. Por ello, es esencial comprender todo lo que pueden hacer las familias responsables para prevenirlo.  Según múltiples estudios, hay cinco factores que suelen estar presentes en los jóvenes que manifiestan ideación suicida:  La depresión crónica, es decir, la falta de ganas y sentido para vivir. La soledad y tristeza muy agudas, lo que se agrava ante la ausencia de amigos, comunicación y redes de apoyo. Muy pocas expectativas futuras, lo que conduce a la apatía y falta de proyectos y metas. El autoconcepto o imagen de sí mismo extremadamente deteriorado, lo que llevaría a niños y jóvenes a pensar que ellos no son capaces de resolver los problemas. Las crisis severas, afectivas y emocionales. De allí que la ideación suicida aumente significativamente durante la adolescencia. Para leer: Los cambios en la familia y la necesidad de fortalecer la educación sexual Las siguientes son algunas de las preguntas fundamentales que deberían hacerse los padres para comprender el riesgo en el que podrían estar sus hijos a nivel emocional:  La primera pregunta: ¿Cómo se sienten sus hijos? Los padres tienen que tener muy claro cuál es el autoconcepto de cada uno de ellos. Los niños inseguros, tristes, depresivos, son más propensos a presentar graves crisis emocionales. Por su parte, hijos con buena imagen de sí mismos, más seguros, más alegres, más optimistas y más satisfechos, tendrán menor riesgo emocional.  Sabemos que la imagen de sí mismo, depende de dos factores: de las expectativas que perciban de los mayores, y de los resultados que alcancen. Si los niños creen que sus padres tienen bajas expectativas, necesariamente el autoconcepto será bajo.  Es esencial que los padres hagan sentir capaces a sus hijos y les brinden un ambiente de seguridad y confianza. Para lograrlo, deben reconocer los avances y logros que van teniendo, por pequeños que sean, y los deben orientar y mediar para que sus resultados sean cada vez mejores. Sin embargo, contrario a lo que creen muchas familias, los resultados escolares nos dicen más cosas de los padres, que de los propios hijos. Los niños con mejor balance suelen tener padres resonantes que los apoyan y escuchan, en un ambiente de confianza y participación. Nunca los sustituyen, pero tampoco los dejan abandonados y sin acompañamiento, ya que, saben que esto produce angustia e inseguridad. Los padres que maltratan a sus hijos o que los agreden psicológicamente, generan en ellos tristeza, sentimiento de rechazo y bajo autoconcepto. Estos niños tienden a ser poco autónomos, más agresivos y a depender de las decisiones de los otros. De allí que una tarea esencial, sea la de brindar seguridad, afecto y confianza. Niños optimistas, con imágenes positivas de sí mismos, sentirán que pueden afrontar más fácilmente problemas emocionales, sociales y académicos. Sin embargo, el otro extremo es igual de peligroso: la ausencia de límites produce niños caprichosos, consentidos y egocéntricos, que demandan mucho y se esfuerzan muy poco. Con frecuencia, estos niños son rechazados por sus compañeros, porque no han aprendido a compartir y a convivir con otros. Los padres deberían saber que el rechazo genera soledad y mucha tristeza. Le recomendamos: Las consecuencias del maltrato infantil El segundo grupo de preguntas que deberían formularse los padres es: ¿Quiénes son sus hijos?,¿Qué les gusta hacer ?, ¿Cuáles son sus hobbies y sus lecturas favoritas?, ¿De quién son amigos y por qué?, ¿Qué aspectos les dan identidad? Un buen padre tiene que ayudar a sus hijos a que comprendan cuáles son sus fortalezas y debilidades, así como sus raíces y procesos evolutivos. El diálogo constante y de calidad en las familias, es insustituible: es una obligación moral. No hay duda, hay que preguntarles, escucharlos, observarlos y compartir tiempo y momentos con ellos. Solo así, los podremos conocer y solo así podremos ayudarles a que se comprendan. El problema es que, si los padres no les ponen límites y no les señalan sus errores, ellos no aprenderán a corregirlos. Se volverán jóvenes poco reflexivos y tendrán graves problemas en las interacciones y en la vida en comunidad. No aprenderán a convertir las dificultades en oportunidades, ya que siempre creerán que los otros son quienes están equivocados: sus compañeros o sus profesores. Lo más probable es que no asuman sus responsabilidades. Lo grave es que las familias actuales le asignan muy poca importancia a lo emocional. Pareciera que el poco tiempo y espacio del que disponen, deben dedicarlo al trabajo. Debido a ello, los conocen poco. Un aspecto particularmente grave es que hoy en día encontramos muchas familias pequeñas que no juegan, ni viajan, ni comparten actividades con sus hijos. Sin duda, esos niños tienen mayor riesgo de crisis psicológicas y afectivas, porque las debilidades en la comunicación emocional en el hogar conducen a que los hijos no desarrollen las competencias socioafectivas que necesitarán en la vida: resiliencia, flexibilidad, reflexividad, asertividad, manejo de conflictos o control de la ira, entre otras. La solución es fácil y está en nuestras manos. El tercer grupo de preguntas que deberían abordar los padres es: ¿Cómo se proyectan en el tiempo nuestros hijos? Lo que nos lleva a indagar por sus metas a nivel social, afectivo, familiar y laboral. ¿Cuáles son sus sueños, utopías y proyectos de vida y qué están haciendo para materializarlos? Si los padres queremos que nuestros hijos construyan proyectos de vida que les generen felicidad, necesitamos ayudarlos a que exploren intereses, vocaciones y hobbies.  Lo que todo padre debe saber es que, si sustituye a su hijo, si lo sobreprotege, no lo enseñará a decidir. Lo mismo pasa con padres permisivos que asumen el rol de amigos y no de formadores. En ambos casos, sus hijos seguirán siendo eternamente inmaduros y no aprenderán a resolver los miles de problemas que a diario se les presentarán en la vida.  En síntesis. Por lo menos habría ocho aspectos que las familias deben tener muy presentes, si quieren formar hijos más sanos y con menor riesgo emocional: Brindar seguridad y fortalecer el autoconcepto de sus hijos. Nunca compararlos con sus hermanos, porque las fortalezas de unos, pueden ser las debilidades de los otros. Propiciar ambientes de respeto, escucha y diálogo que ayuden a construir vínculos sólidos al interior de la familia. Compartir tiempos, espacios y actividades. Ayudarles a consolidar su red de primos, vecinos y amigos. Los estudios asocian la felicidad con la calidad de las interacciones sociales. No hay que investigarlo: todos lo sabemos por experiencia propia. Ayudarles a ubicar sus fortalezas y debilidades. Si solo conocen sus fortalezas, se vuelven caprichosos, excesivamente seguros y egocéntricos y, si solo conocen sus debilidades, deterioran la confianza en sí mismos.  Los intereses agregan sentido y ganas de vivir. Es por ello que hay que ayudarles a consolidar hobbies, vocaciones e intereses. Desterrar el maltrato, la humillación y los golpes. Quienes lo hagan, deben ser denunciados y castigados legalmente. Hay que ayudar a los hijos a construir sus proyectos, metas y sentido de vida y eso es más fácil de lograr si creamos ambientes familiares alegres y optimistas. Los padres deben brindar “amor y control”, como lo dice Rubén Blades en su canción. Sin límites, los hijos seguirán centrados en sí mismos y se les dificultará convivir y compartir con los otros. 

Los invito a evaluar qué tanto cumplen con cada una de las afirmaciones anteriores; luego, les pido que les digan a sus hijos que hagan lo mismo, para comparar las respuestas. En seguida, los invito a evaluar su estilo de autoridad en el hogar. Les facilito la tarea con el siguiente test (ver link) Los errores de los padres, sin excepción, los terminan pagando sus hijos. A veces, con tristeza aguda y depresión. En consecuencia, las crisis emocionales no deben quedar por completo reservadas a profesionales expertos. La buena noticia es que, también los padres pueden prevenirlas: ayudando a formar hijos con mayor seguridad, identidad y metas. (*) Director del Instituto Alberto Merani y consultor en educación (@juliandezubiria)