“Construir un gran acuerdo nacional” se ha convertido en la premisa actual del Gobierno. Ahora, es el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, quien insiste en que la prioridad del Gobierno es llegar a un gran consenso que permita avanzar en las reformas sociales del país. Un gran acuerdo en el que todos tengan voz, donde podamos escucharnos desde la diferencia y podamos construir algo así como un mejor país como todos.

Le creo a Juan Fernando Cristo cuando dice que en verdad quiere un país que pueda sentarse a dialogar sobre el futuro que sueña. Le creo cuando deja entrever que su misión es reconciliar a un país absolutamente roto en la diferencia. Lo que no sé es cómo podrá hacerlo cuando es el mismo presidente de la República el mayor promotor del odio y la división que tiene hoy a Colombia partida.

No hay una sola palabra del presidente Gustavo Petro que intente siquiera llevar al camino de la unidad nacional. Cada vez con más rabia y más frecuencia, las palabras del mandatario están cargadas de odio a todo lo que interprete como derecha, a los ricos, a los empresarios, a los expresidentes, a los medios de comunicación, a los periodistas.

¿Cómo logrará el presidente Petro construir un gran consenso nacional cuando todo aquel que piensa distinto o que se atreve a cuestionarlo es tildado de enemigo?

Los consensos se construyen entre distintos. Ese es el verdadero mérito de un líder, lograr acuerdos para alcanzar los fines comunes. Pero eso no cabe en la cabeza del presidente Petro. El presidente tiene un solo país para el que gobierna: el país que piensa como él, el país que lo sigue con ojos cerrados, el país que lo aplaude a rabiar sin importar si lo que dice tiene lógica o no, o al menos si es cierto. Quien piensa diferente no es para el presidente Petro un contradictor. Es su enemigo.

Petro es incapaz de dialogar con sus contradictores políticos. Para ellos solo hay estigmatizaciones: nazis, miembros de la extrema derecha, prensa hegemónica, mentes ignorantes, atroz sectarismo, monstruos de la calumnia, ricos, élite privilegiada y un largo etc. Todos estos calificativos son de trinos escritos por el presidente Petro desde su cuenta de X en respuesta a publicaciones que no son de su agrado.

¿Cómo entonces pretende un presidente que acrecienta su lenguaje de odio, de estigmatización, de rabia contra todo aquel que piense distinto llegar a un “gran acuerdo nacional”?

Este Gobierno ha logrado escalar el lenguaje agresor hasta límites insospechados. Ya no se trata solo de que el presidente exprese su disgusto desde las redes. Se trata de tener desde el mismo Gobierno una estrategia de comunicación encauzada a pagar bodegas para llevar la confrontación al terreno del insulto, de las agresiones, de la calumnia y la difamación. Y todo pago con recursos públicos.

El concejal por Bogotá Daniel Briceño y el periódico El Colombiano han mostrado cómo desde entidades del Gobierno nacional se ha contratado a llamados influencers con el objetivo de utilizar las redes sociales para atacar a la prensa, a los periodistas, a líderes de la oposición y a todo aquel que piense distinto.

Según un informe de la Fundación para la Libertad de Prensa del pasado 7 de agosto, publicado por El Colombiano, el Gobierno Petro ha pagado más de 617 millones de pesos a influenciadores en redes sociales. Aquí son comunes los nombres de Walter Alfonso Rodríguez, conocido como ‘Wally Opina’, que recibió 45.600.000 pesos para la realización de “contenidos jurídicos” para RTVC. O María Niny Echeverry, que obtuvo un contrato por 24.333.333 pesos para “apoyo en actividades periodísticas y de contenidos”. Echeverry también sumó otro contrato con Prosperidad Social por 83.400.000 pesos para “servicios profesionales de asesoría en derecho a la Dirección de Inclusión Productiva”. Otro contrato más fue para Jader David Rozo, conocido como ‘Don Izquierdo’, por 35.550.000 pesos para apoyo en periodismo digital y lo mismo ocurrió con Celso Tete Crespo, que recibió del Ministerio del Medio Ambiente 120 millones de pesos por una “estrategia de comunicaciones digitales”.

Pero nadie conoce sus supuestas estrategias de comunicación, ni sus publicaciones jurídicas, ni sus informes de gestión. Solo se conoce su odio en redes. Desde allí arremeten contra todo lo que suene a oposición al Gobierno. Y no tienen límites. Van desde publicar videos en apoyo al presidente Petro hasta difamar, calumniar y acabar con la honra de quienes puedan levantar una voz disidente al actual Gobierno haciendo acusaciones falsas. Yo misma he recibido las calumnias de estos “asesores” del Gobierno nacional. Me han tildado de asesina, sicaria del micrófono e incluso han llegado a afirmar que perfilo líderes sociales para que los asesinen. Su bajeza no tiene alcance. Porque estas personas, pagadas con recursos públicos, están allí con el fin de destruir a todo aquel que piense distinto y de callar a la prensa que denuncia los desmanes del actual Gobierno. Todo con el aval del Gobierno central, bajo la excusa de estar amparados en la “libertad de expresión”.

¿Cómo pretende entonces construir este Gobierno un “gran acuerdo nacional” si parte de su política es incentivar el odio y la destrucción moral de quien piense distinto?

Me temo, ministro Juan Fernando Cristo, que acá no habrá acuerdo nacional, porque el presidente Petro no quiere acuerdos. Quiere imponer lo que piensa, lo sueña en sus tardes de contemplación al infinito: una Colombia donde él pone las reglas, se obedece su mandato y nadie tiene derecho a cuestionarlo, so pena de convertirse en su enemigo.