Respeto y admiro a Claudia López y la reconozco como una de las líderes actuales más potentes de la política nacional. Sin embargo, se equivoca, ¡y mucho!, cuando descalifica a quienes no piensan como ella y con soberbia moral pone en el mismo costal de los corruptos a quienes, sin serlo, se atreven a oponerse a algunas de sus iniciativas.Esta semana la emprendió contra los que hundieron el proyecto que buscaba limitar la reelección de los congresistas a tres periodos, y aunque no dudo que algunos lo hicieron con cálculos electoreros, otros más aportaron argumentos interesantes para sustentar su oposición a esta idea. A fin de cuentas, no se trataba de la verdad revelada, ni siquiera de una medida realmente eficiente para alentar nuevos liderazgos ni mucho menos para combatir la corrupción.Nada ni nadie obligaba a los parlamentarios a pupitrear ese proyecto, como algunos pretendían. Aunque 12 millones de votos hayan sido –en efecto– muchos votos, no fueron suficientes para que la consulta popular generara efectos vinculantes y el Congreso mantuvo su autonomía en dicha decisión.La verdad es que limitar a tres periodos la elección de senadores y representantes no soluciona nada y antes bien puede promover en el mediano plazo conductas indeseables. En un documentado análisis el profesor de NYU Pablo Querubín recuerda el caso de Filipinas en donde se implementó una medida exactamente igual a la que aquí se pretendía. El resultado: “Muchos gobernantes tras cumplir sus tres periodos son reemplazados en el cargo por familiares como esposos(as), hermanos(as) o hijos(as), entre otros”. La medida disparó el fenómeno de las ‘dinastías’ con los efectos perversos que tiene hacer política en cuerpo ajeno y que la propia Claudia López censuraba desde sus épocas como investigadora electoral.Puede leer: El pecado originalPero, además, el profesor Querubín señala que una iniciativa de esta naturaleza “puede desmotivar a algunas personas honestas y competentes a participar o formarse en la política pues preferirán dedicarse a trabajar en el sector privado en donde no hay límites explícitos a la continuidad de su carrera”.Por el contrario, recuerda el docente, “el riesgo es que en su tercer periodo los políticos, ya sin incentivos de ser reelegidos, abandonen la adopción de políticas deseables y/o abusen del poder para su beneficio particular”.Ni con descalificaciones ni con muros de la vergüenza ni mucho menos con reformas taquilleras pero inútiles. Algunos ya lo están haciendo sin gritos y con acciones.La otra razón que desvirtúa la “necesidad imperiosa” de este proyecto está dada en la práctica por lo que sucedió en la última elección del Congreso. Más de la mitad de los representantes a la Cámara han llegado por primera vez al Legislativo y algunos de ellos están luciéndose en estos tres meses que han transcurrido desde su posesión, sin necesidad de reforma alguna.Le sugerimos: ¿Esta vez se dejarán cambiar?Para la muestra varios botones: Mauricio Toro o Juanita Goebertus de la Alianza Verde, por ejemplo. El primero propone un proyecto para que la gran empresa le pague a plazos justos a las mipymes. La segunda, además de dar debates serenos pero firmes en temas políticos, está promoviendo una iniciativa de transporte rural escolar para las zonas más dispersas del país. Qué decir de David Racero y María José Pizarro, entre los ‘decentes’, que como coautores de varios proyectos están poniendo a pensar al Congreso en reducir los intereses del Icetex; o Gabriel Santos y Gabriel Vallejo, en el Centro Democrático, que están enriqueciendo con argumentos los debates de control político y José Daniel López, en Cambio Radical, que avanza con proyectos de interés urbano para la Bogotá que representa en la Cámara.Le sugerimos: Nadie se va de donde nunca ha estadoLa renovación está sucediendo sin mucha alharaca y quizá por debajo del radar de los medios tradicionales de comunicación que se siguen ocupando de los políticos de siempre sin advertir lo que está pasando entre los nuevos. Tendremos que entender que no es con descalificaciones o ‘muros de la vergüenza’ para quienes piensan distinto, ni mucho menos con reformas taquilleras pero inútiles como vamos a enfrentar la corrupción y a oxigenar nuestras instituciones.