La verdad, las veo fuera de foco y el nerviosismo con que el mandatario de la legalidad pretende superar las actuales dificultades para gobernar, no lo deja pensar en grande; no lo deja superar el pasado en que lo tiene acorralado su mentor, el expresidente Uribe. Es hora de que Duque se dé cuenta de la lección de coherencia e independencia que le acaban de dar los máximos órganos de justicia -la Constitucional, la Suprema, el Consejo de Estado y la JEP- quienes le dijeron que los desinstitucionalizados son otros; no puede el presidente, terco en sus propósitos, seguir apostándole al fracaso y la modificación del Acuerdo de La Habana, que no solo la mayoría de colombianos apoyan sino la comunidad internacional, incluidos 70 congresistas del paradigmático país del cual el novel mandatario quiere traer su modelo y aplicárnoslo aquí, en la tierra de Macondo. En dos meses y cuatro días cumple el primer año de gobierno, y los logros son superados por los fracasos legislativos y las pretendidas objeciones; este empecinamiento llevó a la actual administración a olvidarse de otros problemas sensibles y cuya solución no dan espera: el desempleo se disparó, llegó a los dos dígitos y con dificultades para bajarlo de ahí; las metas de crecimiento amarradas al volátil petróleo le descuadraron la caja; la devaluación del peso que beneficia el bolsillo de los exportadores, para el resto de los demás colombianos es un mazazo, pues consumimos cerca de 12 millones de toneladas de alimentos importados a unos precios exorbitantes, es decir, impagables. No es claro el panorama, no sabemos para dónde vamos. La tal economía naranja es un embeleco para distraer bobos e incautaos. No es una propuesta auténtica y carece de idoneidad para ser aplicada en un país en el cual los niveles de conectividad son nulos y la educación apenas se ajusta a la nueva realidad de los algoritmos y las tecnologías. Y Duque, amparado en la ceguera de sus aliados del Centro Democrático, conservadores y grupos religiosos, parece no enterarse del estado de las cosas y vive alucinando con el mantra en que se le convirtieron el acuerdo de paz y la Justicia Transicional. Es más las presiones de su mentor Álvaro Uribe, no me dejan mentir: “(Seguimos) atentos a apoyar proyectos del gobierno para reformar Acuerdos de La Habana”. Esa es la equivocada agenda del Gobierno Duque mientras el país continúa nadando en cultivos de hoja de coca y las alternativas para el campesino se enredan en los vericuetos de la burocracia estatal, la represión y persecución de la fuerza pública; y, como si fuera poco, la política de sustitución de cultivos pasó a ser una quimera y hoy se continúa promoviendo, desde los más altos cargos gubernamentales, fumigar con glifosato, un agente cancerígeno científicamente demostrado. No se da pie con bola. De las tantas trabas que le clavan a la implementación del Acuerdo de Paz, ahora aparece esta perla: pretenden trasladar 11 de los 24 Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) vigentes, con el peregrino argumento de la ilegalidad e inseguridad para los exguerrilleros, desconociendo que las entonces zonas veredales fueron antiguos territorios de conflicto y hoy se consolidaron como regiones de paz por los mismos excombatientes. ¿A quién se pretende beneficiar? Más sosiego señor presidente Duque, deje el estrés a un lado, usted gobierna para 47 millones de colombianos; más bien dedíquese a modernizar la política; la justicia, refórmela para bien del ciudadano de a pie; cambie ese perverso sistema electoral, métale tecnología; y devuélvale al campesino el honor de serlo, dignifíquelo; mejor dicho, presidente, implemente el acuerdo de paz, pase a la historia; así como va, esta no lo absolverá. @jairotevi