El 2022 no va a ser para la derecha. Pero tampoco para la izquierda más recalcitrante. Por eso Petro anda nervioso estos días, filtrando audios donde exhibe una falsa piel de oveja.
Le ha durado poco la alegría, tendrá que guardar las botellas de champaña. Andaba feliz porque los primeros días del paro cantó victoria. El viento soplaba a su favor, tenía al Gobierno contra las cuerdas, casi noqueado, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Pero la afectación al agujereado bolsillo de los colombianos por las marchas y los bloqueos, violentos y prolongados, ha sido tan generalizada, que es lógico que Petro y sus alfiles estén preocupados. El boomerang que lanzaron, escondiendo la mano, ahora se les devuelve y no saben qué hacer para esquivarlo.
Buena parte del país, que rechazó la reforma tributaria y apoyó el paro al inicio, repudia que los hayan dejado en manos de los autoproclamados jefes de las barricadas, que no tienen un norte definido, no representa a nadie y tienen sometidos a todos.
Esa gente, para desgracia de Petro, ha dejado en evidencia que, sin orden ni acuerdos, el país es un polvorín. Y no parece que la mano firme y el liderazgo conciliador los encarne el líder de la Colombia Humana, que propugnaba tomarse las calles y felicitaba a los indígenas en la Minga anterior que cortó la Panamericana.
Por eso, con el transcurrir de los días, se aleja la posibilidad de que la alternativa al régimen moderado y frágil del presidente Duque sea un radical de izquierda, azuzador de los desórdenes.
Consciente de que está perdiendo el terreno ganado, necesita con urgencia que los autoproclamados jefes de los bloqueos se vayan a casa, que el Comité del Paro haga lo mismo, y él pueda quedar como el pacificador del pueblo, el que solo apoyó, desde la distancia, tumbar al ministro y su tributaria.
Con ese objetivo, filtraron un audio donde Petro, en reunión con el Comité, pide poner fin a las manifestaciones. Y en un video de otro encuentro virtual y privado entre personas de sus afectos, que colgaron en redes sociales, también hablan de levantar las protestas con la única condición de que el Gobierno ceda algo para salvar ellos la cara. “¿Cómo echamos para atrás?”, se pregunta uno de los participantes, en tono de angustia.
Pero ya es tarde. El paro se le salió de las manos a la Colombia Humana y al Pacto Histórico, de nombre ampuloso y contenido escuálido. Aunque intentarán disimular la huida y sacar provecho hasta el último instante, ya perdieron la ventaja que sacaron.
Iván Cepeda, que no tiene reparos en montar acusaciones contra los uniformados con noticias falsas, como la del helicóptero del Ejército disparando sobre la población, acaba de montar una de las películas que atraen a los tontos útiles de la ONU de Bachelet y organismos similares. Presentó ante la Corte Penal Internacional acusaciones de crímenes de lesa humanidad contra Duque, el ministro de Defensa y los generales del Ejército y la Policía. Sabe que es puro humo, que ese tribunal burocratizado, politizado e ineficiente, no es competente, puesto que los homicidios los están investigando en Colombia y ninguno de los acusados mandó matar a nadie. Pero a él y a Petro les basta con el golpe de efecto en el exterior, con gritar a los cuatro vientos la falacia de que Colombia es una dictadura y ellos, la salvación.
Nunca tendrán la valentía y honradez de rectificar y aceptar que el Ejército no ha disparado contra la población, que hay policías acusados de presuntos homicidios y que entre los muertos de las protestas puede haber dos víctimas del explosivo que manipulaban y otras de enfrentamientos entre civiles. La verdad, para ambos personajes, es una molestia que deben fulminar.
El problema para Petro, y es lo que le tiene desconcertado, es que no votan los extranjeros, sino los colombianos. Y le inquieta que gran parte de la ciudadanía, temerosa, desolada y hastiada del caos y la destrucción, que siente que les violan sus derechos al trabajo, la movilidad y a vivir en paz, no quiera un pirómano bombero al frente del timón.
La prueba reina del caos reinante y la falta de autoridad fue la reunión, en Cali, del ministro de Interior, la directora del ICBF y el alcalde Jorge Iván Ospina, del Partido Verde, con la entrada de unos encapuchados, armados de palos. Para sorpresa de los pusilánimes gobernantes, la turba cortó el encuentro de manera abrupta y luego persiguió a Ospina hasta su camioneta, lanzándole piedras y una lluvia de insultos. La triste conclusión es que tanto el Gobierno como la oposición terminan por aceptar a los violentos.
Y como siguen el paro y la violencia, la candidatura de Petro se tambalea. Sería lo único positivo en un océano de desgracias. Es un agitador de odios, un personaje tan tóxico y falso, que hasta me pareció impostada la tos que prodigó en su última “alocución”. Una actuación destinada a recordar que, en su paseo a Florencia, Italia, se contagió de covid, según dijo, y a su maltrecha salud no le conviene la calle.