Frédéric Martel es un sociólogo francés que ha adelantado unas muy serias investigaciones de lo que ha venido sucediendo con los derechos homosexuales en todo el mundo. Su libro Global gay (se consigue en librerías nacionales), donde hace una disección del pasado y presente de la homosexualidad y se atreve a pronosticar lo que vendrá para esta comunidad, fue muy bien recibido por la crítica internacional. Martel es una especie de Harari en cuanto a este tema. Ahora vuelve con otro libro que, antes de ser publicado, está causando escozor en la Iglesia. Se trata de una investigación que le tomó cuatro años, para la cual entrevistó a 41 cardenales, 52 obispos, a nuncios apostólicos, embajadores extranjeros y más de 200 sacerdotes y seminaristas. El libro se llama Sodoma. No fue una investigación sobre una comunidad religiosa, sino sobre una comunidad gay. Esta comunidad es el Vaticano. Martel expone “la doble vida y moral en el catolicismo romano” en un libro de 600 páginas que ha sido recibido con tal seriedad, que no solo Le Monde le dio portada esta semana, sino que sale a librerías, al tiempo, en ocho lenguas y veinte países. Es importante, entre otras razones, porque las fuentes de Martel al interior de la Iglesia afirman que los gais son el ¡80%! de quienes habitan en el Vaticano. Dijo Martel: “Cada obispo o cardenal se esconde ante los otros y ataca la homosexualidad de los otros para esconder su propio secreto". La vida privada de cada quien es un asunto de cada quien. Sin embargo, los cardenales y los obispos no son “cualquier persona”. Ellos guían la vida moral y espiritual de millones en todo el mundo. Y ellos son, también, quienes imponen la homofobia contra quienes son iguales a como son ellos (y fueron quienes se opusieron a las campañas de prevención con condón durante los tiempos álgidos del sida). Si enseñan a odiar a los gais, entonces habría que odiarlos a ellos, porque también lo son. Pero, por supuesto, no hay que caer en su mismo discurso del odio. Afirma Martel: "Esta gente está atrapada en la trampa de un armario en el que se han encerrado ellos mismos y del que no saben salir”. Mañana jueves es la fecha histórica a la que el Vaticano ha convocado a un “cónclave” contra la pederastia. Los presidentes de 113 conferencias episcopales se reunirán para debatir los alcances “del mayor escándalo de la Iglesia los últimos tiempos”. Les preocupa más el escándalo que la solución. Aun así, si hay un Papa que puede enfrentar el problema, es Francisco. A la Iglesia es a quien más le conviene que se solucione de raíz el problema, pero se niega a enfrentarlo creyendo que puede seguir jugando al tapen, tapen o al “barran bajo la alfombra”. Pero, ad portas del “cónclave” de mañana, el lobby católico se ha desparramado esta semana en todo el mundo afirmando a los medios que este delito no se circunscribe a la Iglesia católica, sino que “también se da en el judaísmo, el islamismo, el protestantismo y el budismo”. Esto no es más que una “bonita” manera de decir que el delito no es grave porque en todas las religiones se practica. En lugar de mirar hacia otro lado, sería bueno que la Iglesia se concentrara en solucionar lo suyo. ¡Homosexualidad no es sinónimo de pederastia! Estos curas no solo manchan a la comunidad eclesiástica, sino también a la gay en cuanto algunos feligreses asumen que todo homosexual es pederasta, o lo contrario, a pesar de que se niegan a creer en la pederastia de los curas. Creen solo lo que les conviene, olvidando que la pederastia es un crimen mayor. Un niño abusado es un niño que queda marcado. Basta leer el libro de James Rodhes sobre sus padecimientos desde que comenzó a ser abusado a los seis años (en este caso, no por un sacerdote). No se entiende cómo un padre puede hacerse el de la vista gorda sabiendo que su hijo puede ser víctima de estos curas criminales. Que no son todos, es cierto, pero, al generalizar ese “no son todos”, perdonan a los que sí lo son. @sanchezbaute