Este gobierno de Iván Duque no ha mostrado en diez meses sino cosas inocuas en lo tocante a política exterior (vaticinios vacíos sobre Venezuela, viajes sin rumbo) o indefendibles en la política interior. Y entre las más indefendibles que tiene, tal vez solo por detrás de los ascensos a los generales sospechosos de falsos positivos, figuran dos: el retorno a la peligrosa fumigación aérea con glifosato de las plantaciones de coca, anunciado por el ministro de Defensa, y el recurso al peligroso método del fracking para extraer petróleo, anunciado por la ministra de Minas. Le recomendamos: Vox populi Pues resulta que el doctor Alberto Schlesinger, decano de Economía de la Universidad Sergio Arboleda, toma en entrevista con María Isabel Rueda en El Tiempo la defensa de esas dos indefendibles iniciativas del presidente Duque, que fue alumno de su claustro. Se refiere a un documento enviado por su universidad a la Corte Constitucional para aconsejar a los magistrados sobre los beneficios del fracking y del glifosato, redactado, según dice, con información de la multinacional química Bayer, dueña de la Monsanto que fabrica el glifosato. ¿Sabe el decano algo de esos asuntos? No. De entrada reconoce que en su universidad no entienden de salud pública, ni de agronomía, ni de química (y aunque no lo menciona, tampoco de minería ni de geología). Pero explica que los dos temas, el del petróleo y el de la coca, le preocupan desde “los campos económicos, jurídicos y políticos” porque “son de seguridad nacional”. Vea también: Canto a mí mismo Pero a la vez aclara que son “dos problemas que no deben tener color político”. Por lo cual pontifica al respecto, no como quien opina en una tertulia sobre temas políticos, sino como un experto técnico que dicta cátedra sobre variadas disciplinas. En minería: “El ‘fracking’ requirió una curva de aprendizaje que hoy es una tecnología probada y segura”. En química y física aplicadas: “El mismo material emulsionante que hace que (la molécula del glifosato) se adhiera permite evitar la deriva por aire”. En agronomía no solo tropical, sino mundial: porcentajes comparados sobre el uso del glifosato en la China para los árboles frutales, en la India para el té, en Vietnam para el café, en Australia para el algodón, y en el Catatumbo santandereano para los plantíos de coca. En medicina preventiva: más cancerígeno que el glifosato es, dice el decano, trabajar en peluquería o “ingerir bebidas calientes a más de 65 grados”. Y en la llamada “historia alternativa”: esa modalidad de la política-ficción en la que se especula, por ejemplo, sobre qué hubiera podido pasar en Mesopotamia si en la tierra no hubieran desaparecido los dinosaurios. Fantasea así el doctor Schlesinger: “Hay un hecho, y es cómo llegamos a bajar a menos de 50.000 hectáreas (de coca) al final de la administración Uribe. Si no se hubiera interrumpido el uso del glifosato esa extensión hoy sería incluso menor (…) ¿Qué sería de Colombia en todos los aspectos que nos afectan con 10 o 20.000 hectáreas, por ejemplo, en lugar de más de 200.000?” Solo le faltó citar el conocido caso clínico de la sabiduría popular: “Si mi abuela tuviera ruedas, sería bicicleta”. Le puede interesar: ¿Una guerra a la inversa? Pero en cambio el documento enviado por la Universidad Sergio Arboleda a la Corte Constitucional sí redondea el asunto con otra cita científica sobre la inofensividad del glifosato: “La exposición de pesticidas en la dieta significa un riesgo equivalente a tomar una copa de vino cada tres meses”. Tomada de un “estimado conservador de los efectos acumulativos de los pesticidas en adultos daneses”, proveniente a su vez del blog Thoughtscapism de la bióloga y escritora de ficción finlandesa Iida Ruishalme. Nuestra vicepresidenta Marta Lucía Ramírez no está sola con su comparación sobre ser rociado desde un avión con glifosato y beber 100 vasos de agua. La acompaña la academia, representada por la muy seria Universidad Sergio Arboleda.