Pocas veces he visto un robo tan descarado y tamaña indiferencia. Nunca esperen progreso alguno en La Guajira mientras atraquen de esa manera las arcas públicas.
No crean los guajiros que tendrán algún día agua potable, ni alimentación escolar el curso completo, ni colegios dignos en todas partes, ni vías terciarias, ni niños nutridos que no mueran de hambre.
La plata la seguirán despilfarrando en obras inútiles porque es la manera más sencilla de engordar los bolsillos de los dirigentes políticos. Y porque la impunidad es casi absoluta. No confíen en que la Procuraduría o la Contraloría harán algo para impedir el asalto permanente al erario. No sabría decir si les importa cero; si es cierto que solo pueden intervenir una vez consumado el robo; si las ías provinciales son corruptas y las compran los ladrones o si carecen de suficiente personal ante la corrupción desbordante. O todas las anteriores.
Tampoco esperen nada de los Gobiernos nacionales. Los de antes no actuaron y el de ahora, que pasó toda una semana en La Guajira para prometer que cambiarán la tendencia, resultó igual de inoperante. Ninguno del nutrido séquito advirtió el robo de 300.000 millones en un abanico de obras inútiles a la vista de todos.
La primera vez que viajé a Dibulla para conocer el proyecto del centro deportivo de alto rendimiento, en noviembre del 2021, fui una ingenua. Creí que bastaba denunciar un atraco en ciernes para que las ías lo detuvieran de inmediato. Volví al año siguiente, en el mismo mes, y no daba crédito. La construcción avanzaba. Y todo en ella era absurdo. Empezando por el enclave elegido. A cuatro kilómetros del casco urbano, en un cruce de caminos. Si los barrios del pueblo carecen del suministro de agua, es inimaginable llevarla a un descampado.
Aunque se supone que el citado centro está destinado a formar deportistas de élite, sobre todo, de Dibulla y Urumita, no les servirá ni a los propios lugareños. Los dibulleros me dijeron que el transporte resultaba demasiado costoso hasta allá y la vía es solitaria y peligrosa de noche.
Las 19 disciplinas deportivas previstas son otra tomadura de pelo. Incluyen, entre otros, BMX, tenis y jabalina. Lo de esta última dejaba más en evidencia las verdaderas intenciones del exgobernador Nemesio Roys y los alcaldes que se prestaron para el negocio. ¿Cuántos guajiros conocerán ese tipo de lanzamiento?
Retorné este mes de julio. No tienen vergüenza. Las obras van a mil como si fuesen algo distinto a un gigantesco elefante blanco.
Lo primero que llama la atención es una enorme explanada, rematada por una tarima para conjuntos musicales en un extremo. En el otro han instalado unos juegos infantiles, grandes y de plástico. ¿No dizque era para deportistas?
También sorprende la raquítica pista de tenis, rodeada de plantas. Quien la proyectó nunca ha cogido una raqueta.
Al margen de las canchas, en las que meterán una parte pequeña de los miles de millones que cuesta el elefante, asaltan más preguntas: ¿dónde están los dormitorios, comedores y vestuarios de los futuros atletas de élite? ¿Quién pagará su manutención, el transporte y el salario de los entrenadores? ¿Y el mantenimiento del centro?
Como te creen pendejo, me explicaron que está proyectado tanto para los habitantes de Dibulla como de Urumita, a tres horas de distancia, donde construyen una piscina semiolímpica. Aseguran que habrá un intercambio constante de deportistas.
En Urumita indigna aún más la piscina porque la situaron en el barrio Villa Amparo, que pasa varios días sin agua. En otros barrios solo llega una vez a la semana. Me explicaron que cuentan con suficientes fuentes hídricas de la serranía del Perijá, pero por falta de fondos no amplían el acueducto ni hacen una planta de tratamiento.
No contento con lo que se robarán con la piscina, el alcalde está engendrando otra manada de elefantes blancos. En contra de numerosos vecinos, que interpusieron demandas, tutelas y toda suerte de recursos, arrebató un enorme pedazo de terreno al Instituto Agropecuario para construir una ciudad deportiva por 19.000 millones. Comprensible la frustración de quienes dieron la batalla para frenarlo.
Barrancas también obtuvo una suculenta tajada de los 300.000 millones: 21.000 millones para mejorar el espacio público. Solo apuntaré que no saldrán de su asombro si visitan el derroche de barandas de acero inoxidable en lugares absurdos. Son tan sinvergüenzas que ni disimulan.
En San Juan del Cesar el regalo de 11.000 millones lo están empleando en arreglar parques. Es decir, en tumbar unos árboles preciosos, poner unas palmas que no dan sombra, llenarlo de cemento y embolsillarse el resto.
En esa población existe otro glorioso monumento a la corrupción: el terminal de transporte, de gran tamaño.
En resumen, una vez más, ganan los ladrones.