Desde la Antigüedad, Platón usaba la expresión epimeleia heautou para referirse al cuidado de lo profundo y lo sagrado en uno mismo.

Cada vez son más las personas que se encuentran en una especie de laberinto existencial sin salida, pues no saben cómo cuidar lo verdaderamente valioso de sí mismas.

¿Qué significa cuidar el alma? ¿Si en ocasiones hasta dudamos de que exista o habitemos en ella?

Los seres humanos viven hoy presos de la incertidumbre, el temor, la ansiedad y hasta con síntomas de una depresión silenciosa y oculta.

Cuando frecuento algún espacio social y me conecto con el alma de las personas, puedo percibir que en el ambiente se respira un aire de desasosiego generalizado, debido a la tormentosa situación global de las guerras en cada esquina del planeta, los conflictos en el interior de nuestras familias y los desastres naturales y políticos.

La globalización y la hiperconectividad se han vuelto eslabones de una cadena que nos esclaviza y nos convierte en robots mecánicos que pretenden vivir en modo automatizado e insensible.

Lo que sucede es que no se puede encadenar ni ahogar el alma, pues es la dimensión espiritual del ser que nos sostiene y nos reconforta, a pesar de todo aquello que, en el difícil paso por la vida, pretende aniquilarnos.

Cuando tratamos de vivir como animales sin alma, o como robots de metal, creyendo ser seres imperturbables, vamos por el mundo programados como máquinas sin detenernos a dar una mirada a nuestro interior; descuidamos nuestro centro sagrado, lo ignoramos por completo y hasta vamos echándole toda nuestra basura emocional, creyendo que es un pozo séptico invisible.

Cuando no cultivamos una vida interior, cuando no tenemos espacios de reflexión, de quietud, de contemplación, de oración o meditación, sucede que el alma se manifiesta en forma de ansiedad, violencia, irascibilidad, adicción, cansancio emocional y hasta pérdida de sentido.

Quienes nos dedicamos a la cura del alma, sabemos que el dolor emocional hace igual o más daño que el dolor físico y que, en ocasiones, se convierte en un dolor crónico, muy difícil de tratar y de curar.

Los especialistas en el cuidado del alma sabemos que esto no es solo psicoterapia, no tiene un fin específico de sanación, no intenta arreglar o cambiar, tiene un solo propósito espiritual: sostener y acompañar la vida cotidiana tal como se va presentando, aun con el sufrimiento y el dolor.

Pero ¿qué es entonces la pérdida del alma?

Es aquella sensación de vacío, de falta de sentido, de ansiedad, la insatisfacción en las relaciones de pareja y de familia, la pérdida de los valores éticos y morales que atentan contra el alma misma y su integridad, es decir, en una sola frase: la pérdida del alma es avidez de espiritualidad.

Es aquello que inconscientemente sentimos en nuestro interior más profundo, que nos grita en nuestros silencios, con el propósito de despertar nuestra consciencia adormecida.

El cuidado del alma es el antídoto o la vacuna contra el miedo que nos da vivir en medio de un mundo amenazante, inseguro y vertiginoso.

Platón también nos recordaba que el cuidado del alma era la ¡artesanía de la vida!

Nos enfermamos de la noche a la mañana, el síntoma es la voz silenciosa del alma que se manifiesta en nuestro cuerpo para darnos una alarma interior de que algo anda mal en el modo como estamos viviendo o, mejor dicho, sobreviviendo.

Te regalo algunas herramientas espirituales para que aprendas a cuidar tu alma y que, al practicarlas, alcances la paz y la serenidad que tanto deseas.

Primero, dedica todos los días un espacio de tu vida a la reflexión y haz un escáner de tu alma para que detectes si todo lo que haces en tu vida personal, familiar y social construye valores y virtudes, o si, por lo contrario, algo de tus acciones y decisiones lastima o destruye a quienes te rodean.

Segundo, dedica un espacio de tu día al silencio y a la quietud interior, es decir, apaga los ruidos externos y ten un diálogo interior contigo mismo, con tu alma, escucha las respuestas en tu corazón.

Tercero, ten la valentía y la humildad de tener una conversación con quienes más amas y compartes tu vida, pregúntales qué creen que deberías cambiar o modificar de tu personalidad para que los hicieras más felices. Es decir, que te ayuden a reconocer tus sombras para que puedas, desde el amor, convertirlas en luz y hacer de la convivencia una experiencia más armónica y serena.

Cuarto, ámate a ti mismo como amas a tu prójimo, nadie puede cuidar de otros si no es capaz de cuidar de sí mismo primero.

Quinto, habla con tu creador, con tu poder superior, como lo quieras ver o visualizar. Existe un ser todopoderoso que cree en ti, aunque tú no creas en Él; te acompaña y te guía desde el inicio de todos los tiempos. Este mundo pasará, pero el alma perdurará por los siglos de los siglos, eternamente.

Todos estamos destinados a vivir momentos hermosos y llenos de sentido y, a la vez, también estamos destinados a atravesar por el sufrimiento inevitable. Mi invitación es a que cuides de tu alma como cuidas de tu casa, pues tu alma es tu hogar interior.

Si cultivas tu alma y la cuidas cada día, en momentos de tribulación, ella cuidará de ti, ¡no lo olvides!

En este sentido, rescato el valioso pensamiento filosófico de Apuleyo, escritor latino, que te la regalo como píldora para el alma. Él decía que en sus reflexiones más íntimas: “Todos deberían saber que no se puede vivir de ninguna otra manera que cuidando el alma”.

Cuando estemos en el ocaso de nuestra vida y atravesemos por senderos de oscuridad, es el alma la que nos va a sostener, por eso, cuida hoy de tu alma y ella cuidará de ti.